MIERCOLES Ť 5 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Javier Aranda Luna

El laberinto de la biblioteca

Una biblioteca es un proyecto de lectura y una constancia de vida. Sus volúmenes son, digamos, la fe de bautizo de su constructor: allí están las aguas en las que ha abrevado pero, también, las que le gustaría probar. Por eso no extraña que la mejor biblioteca de literatura mexicana la tenga el crítico literario José Luis Martínez o que una de las más completas de historia de México, sea la del historiador Enrique Florescano. Si un libro es un espejo, como quería Lichtenberg, la biblioteca de un escritor podría ser su mejor retrato (Ƒimaginan el retrato de Monsiváis trazado por más de 20 mil volúmenes con temas que van de la bioética a la teología y, sólo por citar otros extremos, de la literatura a la economía?)

Una Biblioteca Nacional es mucho más que eso: es una apuesta de lectura, claro, pero también del país que se quiere. Debe ser su memoria más completa y la mejor ventana para acceder a los distintos saberes y a la imaginación. Hace unos días se habló de la posibilidad de construir una Biblioteca Nacional. Construirla será una empresa difícil. Sobre todo porque ya existe una que fue fundada hace 168 años. Suena a querer construir ahora la Catedral de México o a escribir, como lo hizo Pierre Menard, Don Quijote de la Mancha. Por lo demás, Ƒtan mal está nuestra Biblioteca Nacional como para necesitar crear otra?

Es verdad que la Biblioteca Nacional tiene problemas de espacio pero podrían resolverse, me parece, con mayor presupuesto. Con más recursos podrían capacitarse mejor sus empleados y se podrían incorporar nuevas tecnologías en favor de los lectores. No es cosa del otro mundo. En ésta reconversión las empresas privadas podrían colaborar. Su ayuda sería una especie de capacitación indirecta a sus futuros cuadros profesionales.

Pero la construcción de una nueva Biblioteca Nacional, así tuviera otro nombre, enfrentaría otros problemas. El principal: la formación de su acervo. ƑSe tomará el Fondo Reservado de la Biblioteca México? ƑSe dispondrá de los incunables de San Agustín? ƑLos funcionarios del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes tocarán la puerta de la Secretaría de Hacienda para que les ceda el fondo histórico de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada? Pregunto lo anterior porque una Biblioteca Nacional debe tener, me parece, el acervo histórico más importante del país y la bibliografía más completa sobre asuntos mexicanos. Y eso, por supuesto, no se logra en un año, ni en seis (aunque tuviéramos el presupuesto anual del Museo Paul Getty).

Según informó Renato Ravelo (La Jornada, 17 de agosto) el modelo que se quiere implementar en la nueva biblioteca es el de Copenahague. La razón: la tecnología de aquel lugar es la más conveniente para el cuidado de los libros. No dudo que sea la mejor pero no siempre lo mejor para un país es lo mejor para otro. Recordemos que la arquitectura de la Biblioteca Nacional no fue la más adecuada: sus amplios ventanales, apropiados para países con poca luz solar, resecaron muchos libros y obligaron a dejar, en la sombría biblioteca de San Agustín, un importante acervo que se encuentra, hasta donde tengo noticia, en buenas condiciones (Ƒcómo estará ahora, por cierto, la biblioteca Julio Torri que construyeron a la vera de un río en Tabasco?)

Por fortuna, en materia de educación, según el secretario Reyes Tamez no habrá política de borrón y cuenta nueva. Qué bueno. Se necesitan muchas pequeñas bibliotecas públicas en todo el país más que un gran edificio. Se requiere renovar acervos, más que acumular indiscriminadamente. Se necesita que la compra de libros se haga con absoluta transparencia para que se adquieran los volúmenes necesarios en las mejores ediciones. Armar una biblioteca es similar a formar una antología y, en materia de antologías, como nos lo demostró Juan Domingo Argüelles, no hay punto de acuerdo. O tal vez sí: el único acuerdo debería ser pensar en los lectores.