EL ECO Y LA SOMBRA
Ricardo Yáñez
Autorretrato con Oscar
ME SONROJA Y divierte que me quedo, a dar la lata y el cariño, como le escribí a un amigo titiritero y saxofonista. Todo fue pura finta, no adrede, conste. Contento estoy. Me quedo, y para empezar a quedarme quiero contarles que cuando yo era joven, no demasiado pero joven, cuando yo no tenía tocadiscos (muy pocos en el barrio tenían tocadiscos), alguien me prestó un disco de Oscar Chávez.
EDUCADO COMO FUI en la canción ranchera gusto me dio, bastante, encontrarme con alguien que mostraba ternura, una fuerte ternura por una tradición que a muchos, en el barrio, tendía a avergonzar. Lo ranchero era mal visto frente a lo urbano.
NO SOY DE pueblo, soy de ciudad, de las orillas de la ciudad, de los suburbios, al grado que una vez, hace mucho, pero menos que lo otro, al contestar una pregunta dije que no, que yo no hacía poesía urbana, sino suburbana. Claro, no soy de pueblo, pero de campo acaso sí, de las orillas del campo. No poco tengo de poeta y campesino, y a orgullo.
CANCIONES DE POETA y campesino me parecieron entonces las de Chávez, por más que de Chávez no eran, no (ésas que digo) sean. De lo popular, lo fino. Esa finura de lo popular, que desde cuándo me convoca, era por fin definida, señalada, mostrada. Mostrada desde dentro. Ignoro cuál sea el origen de Oscar Chávez. El desde dentro aquí quiere decir: como si las canciones por sí mismas se dijeran. Como, también, si las palabras se dejaran, solitas, habitar por la música, por el canto.
EL CANTO DE Oscar Chávez, de aquel joven, aunque menos que yo, me conmovía porque en el fondo sentía reivindicados, y nada oscuramente, mis orígenes. Crecido entre primos que decían vide, juistes, joyo, y ripio para piedra conque se puede tirar pedradas, con una madre que hizo dos meses de parvulitos y nada más hasta que, estando ya quien esto dice en la Facultad de Filosofía y Letras, llegó, en la nocturna, a segundo año (mi padre, en otros tiempos, llegó hasta cuarto), vi, oí en ese oír de Chávez que la poesía no es siempre asunto de escritura.
MUCHO TIEMPO DESPUES, frase que se le atribuye a novelista colombiano, tuve entre mis discos otro de Chávez, el dedicado a Guerrero. Se lo regalé a mi hermano, que lo admira, y para quien he pedido dos autógrafos, el de Oscar, que me lo dio con modestia reticente, y el de Atahualpa Yupanqui.
NO ES DEL todo excesivo, aunque tampoco del todo verdadero, decir que aprendí a cantar (mal, mal no lo hago) con Oscar Chávez. Y no encuentro mejor don que el canto. Me distraeré un poquillo para reafirmar que los músicos son los artistas del cielo, nos los mandan de allá, de allá nos llegan.
HACE UNOS POCOS días tuve una diferencia con un músico. Quiero decir públicamente lo que en privado seguramente le hice, no tan puntualmente, saber: esa diferencia, que fuerte fue, nace del agradecimiento. Así no se note.