MIERCOLES Ť 5 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ana María Aragonés
ƑSe enfrió la enchilada?
Nadie duda que la negociación acerca de los trabajadores migratorios en Estados Unidos va a ser particularmente difícil y compleja, porque los intereses en juego son muy poderosos. Desde los ricos agricultores y empresarios relacionados con empacadoras de carne, industrias procesadoras de pollo y pescado, los de la construcción, restauranteros, hoteleros, etcétera, todos ellos con interlocutores en el Congreso a los que presionan de todas las formas posibles. Presiones, unas más tradicionales que otras, para que sigan defendiendo sus particulares "puntos de vista", con amenazas de reveses que pueden costarles más que la curul. Sin duda es una negociación económica que debe ganarse políticamente.
El contexto es favorable para las negociaciones porque se inserta en un debate migratorio que tiene ya unos meses de estarse moviendo y que se ha mantenido con fuerza y más allá del periodo electoral del año pasado. Esto es importante porque indicaría que los grupos relacionados con los migrantes y su defensa están adquiriendo cada vez mayor relevancia y, en consecuencia, están haciendo sentir su alto poder de convocatoria.
No hay que olvidar que los últimos datos del censo en Estados Unidos mostraron una población de trabajadores indocumentados que podía situarse entre 9 o 10 millones, de los cuales más o menos un tercio son mexicanos. Sus áreas de trabajo se han diversificado notablemente y ahora son numerosos, no sólo en el tradicional sector agrícola, construcción, servicios, sino en el manufacturero, como son las procesadoras de alimentos (cerdo, res, pollo y pescado), importantísimas industrias que corresponden al nuevo modelo de desarrollo de la época posfordista. Y no es de asombrar que sean los mismos sectores los que están haciendo presión para que los migrantes indocumentados no sean legalizados. Por eso mismo ya no resulta aceptable que tantos millones de trabajadores indocumentados se le hayan podido "colar" a la potencia número uno del mundo.
De no solucionarse de manera integral la problemática de estos trabajadores que viven situaciones de injusticia y violaciones a sus más elementales derechos, se tiene una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explotar.
El trabajador migrante por derecho propio se ha ganado el espacio para ser considerado un interlocutor, pues además de ser un actor económico empieza a ser actor político, como lo muestra el ascenso de líderes mexicanos migrantes a posiciones clave, como es el destacadísimo ejemplo de la sindicalista María Martínez.
En estos momentos George W. Bush parece retractarse de su propuesta inicial en relación con la posibilidad de la legalización, presionado por las fracciones más antinmigrantes de Estados Unidos. En relación con México, las declaraciones del canciller Jorge Castañeda parecerían también empañar en algo la euforia inicial al enfatizar negociar "la enchilada entera o nada", es decir, un acuerdo integral que alcance: seguridad en la frontera, un programa de trabajadores temporales, la ampliación del número de visas permanentes para mexicanos y el envío de recursos a las comunidades altamente expulsoras en México.
Nuestro país no puede aceptar presiones contrarias, porque más temprano que tarde tiene que producirse el acuerdo. Las cosas están dadas para ello; no desperdiciemos la oportunidad.