MARTES Ť 4 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Aparecer con el mandatario mexicano les reditúa puntos ante el electorado latino
La visita de Fox, trampolín para políticos de EU
Ť Analistas señalan que el guanajuatense necesita alcanzar acuerdos en materia migratoria
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 3 de septiembre. El presidente Vicente Fox arribará este martes a Washington en visita de Estado con más capital político y poder que cualquier otro mandatario mexicano en décadas y, según varios analistas, la forma en que utilice su presencia en esta gira determinará su capacidad para negociar las relaciones con Estados Unidos durante el resto de su sexenio.
"Creo que es tan popular aquí como Nelson Mandela cuando visitó por primera vez Estados Unidos", comentó a La Jornada un influyente asesor del Partido Demócrata, refiriéndose a la bienvenida casi de héroe ofrecida al famoso prisionero político sudafricano cuando llegó a Norteamérica después de 27 años en la cárcel.
Un colaborador republicano informó, orgulloso, que había logrado que su jefe, un legislador, fuese invitado a dos de los más de un docena de actos programados con Fox.
"Todos quieren salir en la foto con Fox", dijo un asesor legislativo al comentar la intensa competencia entre los políticos seleccionados para acercarse al gobernante mexicano cuando éste ofrezca un discurso en una sesión conjunta del Congreso, el jueves.
"Recuerden, tenemos a muchos presidentes que nos visitan. Pero, por ejemplo, cuando Jacques Chirac (el presidente francés) compareció en una sesión conjunta del Congreso, tuvimos que llenar los asientos con becarios y voluntarios legislativos. Eso no ocurrirá con Fox; el Capitolio estará repleto."
El Partido Demócrata, preocupado de que los republicanos obtendrán todo el beneficio de la visita de Fox para promoverse entre la comunidad latina (utilizando la "amistad" entre ambos mandatarios y el tema migratorio), están por lanzar una campaña publicitaria televisiva y tienen programados más de 100 actos por todo el país durante esta semana, con el objetivo de proyectar su compromiso con los latinos y los inmigrantes.
El reto para Fox durante esta primera visita de Estado es cómo utilizar mejor la atención de los medios estadunidenses y el gran entusiasmo por su visita, para promover sus objetivos.
El gobierno sudafricano pronto descubrió que Mandela no logró captar el mismo nivel de publicidad ni gozaba de la misma influencia por su estatura política mundial, en su segunda visita a Washington.
Para ponerlo en forma más burda: esta es probablemente una oportunidad única para el Presidente mexicano de extraer concesiones de la cúpula política estadunidense, y por lo tanto la pregunta clave es: Ƒcuánto cobrará Fox por la foto con él?
Algunas fotos son obligatorias en este tipo de viaje. Al llegar, Fox se reunirá con su homólogo en la Casa Blanca, será el invitado de honor en el Departamento de Estado y regresará a la sede del Ejecutivo en la noche, para la cena de Estado.
El jueves ofrecerá un discurso en una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos. Pero Bush, quien ya se ha reunido en cuatro ocasiones con Fox desde que ambos ocupan sus respectivos puestos, también ha programado varios actos, en donde ambos pueden aparecer juntos ante las cámaras de televisión y los fotógrafos.
Bush no sólo será el anfitrión de la cena de Estado, sino que viajará con Fox a Toledo, Ohio, al siguiente día, y después regresarán a la Casa Blanca para una cena privada.
"Los republicanos entienden que cada vez que Bush sale en un foto con Fox en los periódicos (o la televisión), la posición del presidente estadunidense ante la opinión de los hispanos sube otros cinco puntos", comentó un encuestador, quien ha discutido este fenómeno con funcionarios de la Casa Blanca. Y sube esos cinco puntos sólo con la pura imagen de Bush junto a Fox, incluso antes de alguna explicación sobre lo que están diciéndose entre sí, o del contenido de sus declaraciones.
Avance real
Pero los analistas de ambos países señalan que Fox necesita más que una foto bonita con Bush; requiere demostrar a los mexicanos en Estados Unidos y en su propio país, que ha obtenido algo concreto, algún cambio que pudiera registrarse de manera real en la situación de los indocumentados, y algún avance en varios rubros de los problemas bilaterales complejos que afectan a comunidades aquí y allá.
Este es el reto para Fox: cómo convencer a sus anfitriones de que a cambio de la foto necesita algo concreto -y en particular sobre el asunto migratorio- con qué regresar a casa. "México tiene que ser claro sobre lo que se necesita para declarar el éxito (de la visita)", explicó un ex funcionario estadunidense de gobiernos republicanos y cercano a las negociaciones bilaterales sobre migración.
Mucho dependerá de cómo actúan en público ambos mandatarios, cuando estén prendidas las cámaras de televisión. "Son los comodines en todo este juego", afirmó el ex funcionario, quien ha trabajado como asesor informal en las negociaciones bilaterales. "Este es el juego de mayor importancia durante el sexenio del señor Fox", concluyó.
Por lo tanto, muchos esperan ver si Vicente Fox podrá utilizar en esta coyuntura su carisma e influencia de que goza, por el momento, para persuadir a su contraparte estadunidense a tomar el paso políticamente riesgoso de expresar su apoyo de la legalización de por lo menos algunos trabajadores indocumentados. También estarán observando si el mandatario mexicano expresa su decepción en público, en el caso de que Bush no esté dispuesto a apoyar la legalización. "Aquí se verá qué tan buen político es Fox, al igual que Bush", dijo un experto de la relación bilateral.
Pero el reto político para Fox no está limitado a sus interacciones con el gobierno de Bush. El Presidente mexicano no podrá dormir mucho durante su visita a esta capital, ya que su programa está repleto de reuniones con dirigentes políticos de los principales partidos, así como con líderes sindicales, latinos, empresarios y académicos. Pero será su presencia en la sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso la que ofrecerá la otra gran plataforma pública para promover sus objetivos para esta visita.
Como lo ha subrayado la Casa Blanca en estos últimos días, ninguna propuesta para reformar la política migratoria (al igual que con cualquier cambio en la certificación antinarcóticos o en la disputa sobre los transportistas) puede prosperar sin la aprobación de las dos cámaras del Capitolio. La buena noticia ahí es que en el Congreso una buena parte del liderazgo -republicanos y demócratas- está aprendiendo español y compitiendo entre ellos para ver quién puede presentar una imagen más pro latina.
Ambos partidos han realizado conferencias de prensa para demostrar su compromiso con el grupo de votantes de más alto crecimiento en este país: los latinos.
Los republicanos están insistiendo en que apoyan los intereses de los latinos aquí, el libre comercio con los países del hemisferio y el acceso de los transportistas mexicanos al mercado estadunidense, mientras los demócratas anuncian que no sólo desean ayudar a los inmigrantes, sino que están dispuestos a hacer más por ellos que los republicanos.
Pero ésta es una espada de doble filo. "Para algunos demócratas es más importante demostrar que somos más pro inmigrantes que Bush, que lograr cualquier reforma real de la política migratoria", señaló un analista demócrata. Para estos demócratas, un buen resultado sería el fracaso de la negociación migratoria entre Bush y Fox, y así poder declarar que el presidente y su partido siguen en manos de las fuerzas antiinmigrantes de siempre, y que los demócratas son los verdaderos aliados de los indocumentados.
Este aspecto de la pugna política estadunidense es tal vez donde el jefe del Ejecutivo mexicano tiene la mayor ventaja. La Casa Blanca necesita a Fox al igual que los demócratas en este combate político para ganarse las bases electorales latinas. "Mucho depende de lo que diga Fox", declaró el encuestador y analista Sergio Bendixen a La Jornada.
Si las imágenes son las correctas, si queda claro entre los hispanos que Fox y Bush en verdad están colaborando, entonces no creo que importe mucho si anuncian (en esta ocasión) un gran plan concreto para los inmigrantes", opinó.
"Pero si Fox expresa que no se ha logrado mucho y que está algo decepcionado, eso sería muy preocupante para Bush". Pero es poco probable que el mandatario mexicano haga algo negativo para su homólogo en este viaje, considera Bendixen.
Al mismo tiempo, el Presidente mexicano tendrá que ponderar bien lo que recibirá en concreto a cambio de la photo opportunity que le estará ofreciendo a Bush y a los otros líderes políticos estadunidenses, ya que la próxima vez que regrese a Washington esas fotos podrían estar menos cotizadas.
Ť Migración, tema central del cónclave entre los mandatarios de ambos países
Se desnarcotiza el debate político México-EU
Ť Expectación por los acuerdos que alcanzarán Bush y Fox, que se prevé serán magros
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 3 de septiembre. Como siempre, la frase clave es: "sin precedente".
En esta cumbre de los presidentes de México y Estados Unidos la "cooperación", "amistad" y la voluntad para resolver problemas bilaterales se califica de "sin precedente".
Se afirma que los esfuerzos antinarcóticos, sobre el medio ambiente, seguridad pública y asuntos comerciales, así como la "relación personal" entre los gobernantes, "jamás han estado mejor". "Nunca antes", "a un nivel inédito", una "nueva relación", etcétera, son frases que se repitirán al comenzar esta reunión entre Vicente Fox y George W. Bush.
Pero esta retórica no es nada novedosa y tiene precedente: las mismas frases fueron utilizadas al reunirse los antecesores de los actuales mandatarios durante los últimos 12 años.
La última visita de Estado de un presidente mexicano a Washington fue la de Ernesto Zedillo, en octubre de 1995. La retórica oficial en esa ocasión fue muy parecida a la que se está empleando esta semana, pero en realidad el gobierno de Bill Clinton hizo todo lo posible para reducir el perfil público de su encuentro con el mandatario mexicano, que llegaba debilitado y vulnerable por las consecuencias de la crisis del peso.
Aunque Clinton buscaba atraer la menor atención posible a esa reunión, el hecho era que había otorgado más apoyo real al gobierno de Zedillo de lo que la administración Bush parece estar dispuesta ofrecer a Fox.
Ante la oposición de su propio partido y la mayoría del Congreso, Clinton otorgó a México una línea de crédito de 20 mil millones de dólares, y apoyó con otros 30 mil millones de instituciones multilaterales para el rescate de la economía mexicana. Nada de lo que Bush está preparado a ofrecer en esta ocasión tiene ni cerca el número de ceros (ni un número de indocumentados regularizados ni en fondos de desarrollo económico).
Al mismo tiempo sí hay algo que podría ser "sin precedente" en esta visita. La agenda en esta cumbre presidencial es en gran medida resultado de la iniciativa diplomática mexicana.
El tema de la reforma de la política migratoria está al centro, mientras que el debate sobre la lucha antidrogas, constante en las demandas estadunidenses en el pasado, se ha marginado. De hecho, algunos observadores señalan que algo nuevo es la "desnarcotización" del debate político bilateral.
La propuesta mexicana para generar las bases de una política bilateral a largo plazo, que abarque un nuevo marco para tratar desde el problema de migración hasta el de establecer una comunidad integrada de América del Norte, ha establecido los polos del debate interno estadunidense.
También es cierto que Fox viajará a Estados Unidos desde un México cambiado, algo diferente de lo que existía en los tiempos de Zedillo. En este país, el cambio más notable se manifiesta en torno al tema migratorio.
En la visita de Zedillo cundía la ofensiva antiinmigrante del entonces gobernador republicano Pete Wilson, y el propio Clinton invertía fondos "sin precedente" en la construcción de bardas y otros programas centrados en "controlar" la amenaza de la inmigración indocumentada.
Hoy los políticos demócratas y republicanos están aparentemente enamorados de los inmigrantes, y compiten para expresar su apoyo, en inglés y español, a la comunidad latina. Entienden que éste es el sector electoral de mayor crecimiento en el país, y que será clave para todo cálculo electoral en el futuro.
Por otra parte, el auge económico de los años 90 generó un reconocimiento explícito de que sectores enteros de la economía estadunidense dependen ahora de mano de obra inmigrante, lo cual promovió un creciente consenso entre sectores empresariales, laborales y otros a favor de algún tipo de regularización.
El panorama estadunidense para los políticos ha cambiado en este sentido, y Fox llega en una coyuntura en donde la cúpula política lo considera como una de las grandes figuras mundiales del momento. En esta coyuntura, la interrogante es qué obtendrá Fox, en concreto, al concluir esta visita.
A comienzos de su gobierno Fox señaló que existían dos objetivos inmediatos que deseaba lograr en la relación con Estados Unidos: un acuerdo comprensivo sobre migracion que incluyera programas de legalización de indocumentados y de trabajadores temporales, junto con fondos de desarrollo económico dentro de un marco de largo plazo y, segundo, el fin del proceso de la certificación antinarcóticos. Pero todo indica -aún hay lugar para sorpresas- que el manadatario mexicano abandonará Washington el viernes sin conseguir por completo uno o el otro.
Ambos gobiernos insisten en que apenas están iniciando sus gestiones, y que es muy pronto para esperar frutos de lo que son esfuerzos complejos y políticamente difíciles. Pero se podría argumentar que Salinas de Gortari logró obtener más tan sólo en sus primeros 10 días, y Zedillo en sus primeros 60 días de presidencia.
El gobierno estadunidense reconoció oficialmente el triunfo electoral de Salinas antes de esclarecerse la legitimidad de esos controvertidos comicios de 1988. Zedillo consiguió que el gobierno estadunidense se comprometiera al rescate financiero con más de 12 mil millones de dólares en créditos. Por lo tanto, muchos estarán observando lo que podría conseguir Fox después de siete meses de negociaciones con Bush.