martes Ť 4 Ť septiembre Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
Ritual, información y teatro
Llegó el primero de septiembre y el esperado Informe del presidente Fox al Congreso de la Unión se realizó sin mayores sorpresas. Era previsible que hubiera protestas, pancartas y teatro, al final de cuentas esas expresiones ya forman parte del paisaje de los informes; también era factible que el Presidente hiciera una réplica a las principales críticas que le han hecho estos primeros nueve meses; la posición de los partidos políticos igualmente se podía adivinar, su eje fue un reclamo a las promesas incumplidas; la respuesta de la presidencia de la Cámara de Diputados tenía margen para hacer un discurso partidista o institucional y republicano, como de hecho ocurrió. En síntesis, hubo ritual, información y teatro.
Quizá lo más importante tiene que ver con el acomodo y ajuste entre los poderes, con los significados de la representación política y con la forma en que los partidos intentan recuperarse de la crisis en que los dejó el resultado del 2 de julio. Para el Poder Ejecutivo y concretamente para el presidente Fox, el Congreso es uno de sus principales retos políticos, porque de esa relación dependen los acuerdos y pactos, así como las posibilidades de reformas y una transición pactada o, por el contrario, la parálisis y una grave polarización que coloque al país en una situación de ingobernabilidad.
La ubicación de los partidos fue interesante: el PAN, en su nuevo rol de partido gobernante, asumió, por fin, la obra y el proyecto de gobierno; algunos han dicho que repitió el modelo del PRI; sin embargo, hay que entender que en cualquier parte del mundo un partido gobernante está obligado a cerrar filas con su presidente, no se trata de una singularidad mexicana; el PRI fijó una posición poco creíble en voz de su legislador, cayó en la trampa fácil de reclamar en estos nueve meses lo que él no logró en más de 70 años; el PRD evidenció que cada vez más se aleja de ser partido gobernante y se comporta como un pequeño de oposición, no sólo por las mantas y los berrinches, sino por el tono de su legislador; los partidos pequeños reclamaron y el caso más llamativo fue el de los verdes que rompieron su "alianza" con el Presidente, tal vez porque no fueron invitados al gabinete o quizá sólo fue un golpe publicitario.
El presidente Fox presentó un texto bastante sintético, comparado con las largas piezas oratorias de los informes del viejo régimen. Sin mucha tela para el triunfalismo, hizo una defensa de su gobierno: destacó el mayor gasto programado (44.9 por ciento contra 40 por ciento), el incremento de los programas sociales (16.2 por ciento más gasto contra la pobreza), el ahorro, austeridad y transparencia en las finanzas públicas, y el federalismo, entre otras cosas (60 centavos de cada peso para estados y municipios). Habrá que analizar las cifras con cuidado y verificarlas, pero queda la impresión de que se han creado climas de desinformación, en donde el ruido y las grillas han suplido la información; es paradójico, pero explicable: en momentos en que hay plena libertad de expresión, no hay una mejor calidad informativa.
El mensaje político del primer Informe hizo un reconocimiento de las dificultades que implica pasar de la alternancia hacia un sistema democrático consolidado y con gobernabilidad. Fox reconoció los límites de la voluntad política frente a los intereses y las inercias; y, por otra parte, hizo una nueva invitación a los partidos para pactar los cambios y las reformas sin las cuales no podrá haber una consolidación democrática.
La respuesta de Beatriz Paredes fue, sin duda, una pieza de discurso político, un tejido fino que sirvió en ese momento para que el PRI no presentara la posición revanchista del perdedor, pero también para dignificar al Congreso. Sin embargo, con todo el respeto que me merecen la legisladora y los autores citados, Norberto Bobbio y Carlos Pellicer, todos sabemos que un discurso no hace verano y que el Congreso del que habló la diputada Paredes no es, desafortunadamente, el que existe en estos momentos.
Después del Informe queda más o menos claro que los tiempos y ritmos del gobierno y de los poderes públicos no son los de la ciudadanía; que este gobierno navega en un mar de inercias y de desencuentros, de complejos problemas y graves necesidades sociales, frente a los cuales los resultados alcanzados hasta ahora -en nueve meses no puede ser de otra forma- no logran generar una imagen satisfactoria, a pesar del fuerte apoyo que todavía mantiene el presidente Fox entre la ciudadanía: 67 por ciento de aprobación (Milenio, 31/8/01).