MARTES Ť 4 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

DESAPARECIDOS

Ť La familia Romero acusa a Acosta Chaparro de desaparecer a dos de sus vástagos

"Ya no tengo lágrimas para llorar por mis hijos"

Ť "Yo era gente de Lucio Cabañas; me buscaban a mí y se los llevaron a ellos", dice el padre

VICTOR BALLINAS ENVIADO

Acapulco, Gro., 3 de septiembre. El campesino Braulio Romero Vinalay, que habita en la colonia El Kilómetro 21 de la periferia de este puerto, denuncia: "la mañana del 9 de septiembre de 1976 Arturo Acosta Chaparro y decenas de camiones de la policía y militares secuestraron a mis hijos Pastor y Justino Romero Flores, de 14 y 13 años, respectivamente. Desde ese entonces no he sabido nada de ellos".

El secuestro ocurrió en Cuernavaca, Morelos, donde el labrador guerrerense se había refugiado con su familia. "Llegaron a mi casa decenas de vehículos con policías y soldados, y estrujaron a mis hijos. A mí era a quien buscaban, pero como no estaba yo en casa, de la calle se los llevaron a ellos. Mucha gente vio".

Romero Vinalay confiesa: "yo sí era gente de Lucio (Cabañas). Siendo del estado de Guerrero, me inconformé con el sistema que estaba viviendo, por ello el gobierno me perseguía.

"No aguanté la represión que se desató después contra nosotros, contra nuestras familias y conocidos. Me vi forzado a huir con mi familia. Llegué a Morelos. Creí que ahí ya nada me iba a pasar. Me puse a trabajar y mis familiares también me ayudaban, pero hasta acá llegó la persecución.

"Tuve que volver a Guerrero, de donde desde 1974 habíamos huido, a luchar por mis hijos desaparecidos. Los perdí a ellos, perdí todo lo que teníamos, pero me queda la esperanza de que como eran muy jóvenes cuando se los llevaron, eran niños, quizá vuelvan

La esposa de Braulio, Silvia Flores Leonardo -de 62 años y aún con 13 hijos-, entrevistada en el patio de su casa, ubicada en la periferia de este puerto, ofrece una silla y ella se sienta en otra.

ƑDe qué quieren que hable?, pregunta Silvia Flores, y con su mirada escudriña a su interlocutor.

-Del secuestro de sus hijos Pastor y Justino.

-šAh!, de eso...

Se levanta y dice: "como han pasado ya tantos años de que se los llevaron, y como vienen organismos no gubernamentales, personas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de la Procuraduría General de la República (PGR) para que les demos nuestro testimonio, y como mi marido trabaja todo el día, ya lo tenemos por escrito, špara que no se nos olvide nada! Permítanme tantito.

Se agotaron las lágrimas

-Entra a su casa unos momentos y vuelve con un fólder. Se sienta nuevamente en la silla y coloca en sus rodillas los papeles.

"Ya no tengo lágrimas para llorar por ellos. Ha sido una tortura de 30 años, pero aún guardo una esperanza de saber de mis hijos.

"Ese día -relata- yo había salido a trabajar temprano. Hacía el aseo en varias casas, y mi esposo se había ido a trabajar al campo. Mis hijos Pastor y Justino eran los mayores. Salieron de casa después que nosotros, también a trabajar. Otros de mis pequeños ya se habían ido a la escuela".

Sentada como está, extiende su brazo y ofrece una hoja: "este es nuestro testimonio. Lo escribimos para que nada se nos olvide. Este es el que llevamos a la PGR, precisa. Es el que dimos a la CNDH, a las ONG, al gobierno del estado, a la Procuraduría estatal".

En ese papel que guarda con tantoel_veintiuno6 celo, que al extenderlo con sus manos lo hace como si fuera una caricia para no maltratarlo, está escrita de manera muy breve la historia de la desaparición de sus hijos y la participación de su marido en la revuelta de Lucio Cabañas.

Escrito a máquina, el testimonio es el siguiente: "entre las 7:30 y las 8 de la mañana del 9 de septiembre de 1976, en Cuernavaca, Morelos, lugar a donde yo me había trasladado a vivir con mi familia, siendo del estado de Guerrero, pues me inconformé con el sistema que estaba viviendo, motivo por el cual el gobierno me perseguía.

"No aguanté la represión del gobierno y tuve que huir con mi familia al estado de Morelos, hasta donde el 9 de septiembre de 1976 llegó el gobierno, más que nada la Judicial Federal, que comandaba Arturo Acosta Chaparro. También había militares.

"Entraron a mi casa, estrujaron a mis hijos y al no encontrarme a mí, a quien buscaban, entonces se llevaron a Pastor y Justino Romero Flores, de 14 y 13 años, respectivamente. Desde entonces se ha luchado por saber de ellos, pero ha sido imposible.

"Las autoridades no dan respuesta a las preguntas. Se sabe quiénes son los responsables del secuestro: el presidente José López Portillo y el teniente coronel Arturo Acosta Chaparro. Ellos saben dónde están o a dónde los tienen o qué les hicieron"... Firma Braulio Romero Vinalay.

La colonia donde habitan Silvia Flores, su marido Braulio Romero y algunos de sus hijos se formó en 1920. Son muchas colonias que se conocen con número de kilómetro, llegan hasta el 40.

El taxista Miguel Pérez García cuenta: "yo vivo en la colonia Kilómetro 22. Estas colonias las formamos la gente que llegó al puerto de otros lugares, que se vino de la sierra y de otros pueblos. Y al pasar la carretera vieja, los arquitectos ubicaban los tramos como kilómetro 20, 21, 22, hasta llegar al 40. Por eso se les quedaron esos nombres.

La colonia Kilómetro 21 es habitada por gente de escasos recursos. Carece de pavimentación y drenaje. Las calles de tierra en época de lluvia se atascan, pero en temporada de estiaje los animales andan sueltos por ellas, lo mismo cerdos que gallinas.

La casa de Silvia Flores Leonardo, que es de las últimas de la colonia, está ubicada en el monte, y para llegar hay que cruzar un arroyo que divide la comunidad. Tres perros resguardan la vivineda.

"Es que como estamos rodeados de monte, los perros cuidan la casa y su ladrido nos avisa que alguien viene. Son bravos, por eso están amarrados; sólo los soltamos de noche..."

Recursos insuficientes

Silvia Flores Leonardo vive en la pobreza. Su rostro ya no refleja emoción alguna cuando habla de sus hijos. Recuerda: "al principio los buscamos mucho. Vendí mis tierras con limones, vendí todo lo que tenía. Contraté a un licenciado, pero el dinero sólo me alcanzó para buscarlos dos años y no supe nada de ellos. En los cuarteles militares y en la policía me decían: "si siguen viniendo ustedes a buscarlos, también a ustedes los vamos a encerrar. Eso nos dio miedo, Ƒqué íbamos a hacer si nos detenían? Tenemos otros 13 hijos.

"Hace un mes -recuerda- vinieron los de la CNDH. También vinieron a tomar mi testimonio. Me dijeron que van a dar un informe pronto. Yo les dije que quiero un informe bonito... quiero saber de ellos.

"Ellos eran unos niños y ya trabajaban para ayudarnos. Los agarraron en el camino a su trabajo, cuando iban para la joyería que les daba empleo y que estaba en pleno centro. Ese día, junto con mis hijos, detuvieron a un joven de Cuernavaca, que se llama Erasmo, no me acuerdo su apellido, pero sería cuestión de buscar allá en esa ciudad. El fue testigo de la desaparición de mis hijos. A él también se lo llevaron, pero sólo lo golpearon y lo dejaron libre. El nos informó después que se los habían llevado, y que oyó que a mis hijos les decían: buscábamos a su papá, pero como no está, ustedes se van con nosotros.

"Mucha gente vio, porque la detención fue en el centro. No supe que se los habían llevado sino hasta después de las 17 horas, cuando, como todos los días, ya había yo regresado a la casa y los esperaba para comer..."

Cuatro años antes, en Acapulco la Policía Judicial había desaparecido a su padre, Tomás Flores Jiménez, de 60 años de edad. Y en 1974 se llevaron a su hermano Antonio Flores Leonardo. A él, dice su hermano Paz, se lo llevaron de Las Cruces.

Paz Flores Leonardo narra: "a mi papá le llegaban a la casa revistas de la Unión Soviética y de China. Tenía libros y revistas de Mao Tse-tung.

"Cuando nosotros estábamos chicos leíamos esos libros. Por la noche lo visitaba gente trajeada y recibía a muchas personas. A él y a mi hermano los vincularon con Lucio Cabañas. Desde que se los llevaron, no hemos sabido nada de ellos..."