Ť Sería invulnerable: ex director de inteligencia ruso
Con el sistema antimisiles EU pretende militarizar el espacio
Ť Preocupación por este plan, "incluso entre sus aliados"
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 2 de septiembre. Conocedor de la problemática del desarme como pocos en este país, los análisis de Fiodr Ladyguin, antes de circulación restringida bajo el sello de top secret, ya no son sometidos a consideración del titular del Kremlin, el ministro de Defensa y otros altos dirigentes de Rusia.
Ahora, es posible conocer la opinión de este general retirado. Aunque es inaccesible para los periodistas extranjeros en función del último cargo que desempeñó en la jerarquía del Estado Mayor del ejército ruso ?al frente de la Dirección General de Inteligencia (GRU, por sus siglas en ruso) de 1992 a 1997?, circunstancia que descarta una entrevista, es de celebrar que Ladyguin no quiera permanecer al margen de la discusión sobre el alcance y el impacto de la decisión estadunidense de construir un escudo nacional antimisiles (NMD, de acuerdo con sus siglas en inglés).
El ex director del GRU, la organización más hermética de la comunidad de espionaje rusa, incluso en mayor grado que el desaparecido KGB y sus dependencias sucesoras, decidió argumentar, de un tiempo para acá, su punto de vista en revistas especializadas y en algunos periódicos locales, contribuyendo así al debate.
A diferencia de otros investigadores, Ladyguin considera que la intención de la administración de George W. Bush de sacar adelante su controvertido plan de NMD obedece no sólo a las presiones que ejercen los grandes consorcios de la industria armamentista de Estados Unidos para obtener jugosos contratos, del orden de 8 mil millones de dólares en 2002, prácticamente el doble de la suma solicitada por el Pentágono para trabajos relacionados con la creación del escudo antimisiles este año.
Superioridad indiscutida
La principal razón, está convencido el general ruso, se sustenta en una concepción geopolítica y estratégica de largo plazo que pretende otorgar a Estados Unidos, además de otras ventajas, una superioridad militar indiscutida con el propósito de establecer, sin objeción alguna ni merma para sí mismo, el orden mundial que ese país, y nadie más, considere como único adecuado y provechoso.
Al minimizar el supuesto peligro que, para la estabilidad internacional, se dice representan los llamados Estados delincuentes, Corea del Norte, Irak, Libia y otros países que en la terminología oficial estadunidense se utilizan como justificación para implementar el escudo antimisiles, Ladyguin pone en duda el carácter "limitado" del NMD y sostiene que, en realidad, está pensado contra Rusia y China, fundamentalmente.
Advierte que la modificación o abandono, conjunto o unilateral, del Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972 (ABM, según sus siglas en inglés), sería el primer paso para el despliegue de un sistema nacional de defensa antimisiles concebido para neutralizar un golpe nuclear de respuesta, posible ahora, por parte de Rusia y China.
Un sistema nacional de defensa antimisiles, por definición, no puede ser limitado, explica el general ruso. Está integrado, necesariamente, por varios sistemas como son el de detección y seguimiento de objetivos balísticos, el de destrucción de esos objetivos (antimisiles balísticos, rampas de lanzamiento, etc.), el de coordinación, de comunicaciones y transmisión de datos, entre otros.
Los principales componentes de estos sistemas ya fueron o están siendo probados lo que significa, para Ladyguin, que la renovada infraestructura militar podría entrar en funcionamiento pleno, cubriendo todo el territorio de Estados Unidos, aun antes de que concluyese el hipotético despliegue del escudo propiamente dicho.
De este modo, subraya el antiguo director del GRU, es muy peligroso aceptar el pretendido carácter "limitado" del NMD, pues se requeriría relativamente poco tiempo para convertirlo en un sistema nacional que, de hecho, haría invulnerable el territorio entero de Estados Unidos.
Ladyguin no tiene duda de que los estrategas estadunidenses, a la par del NMD, promueven otras medidas que, a su juicio, deben reducir las posibilidades de Rusia y, en esa misma medida, aumentar las de Estados Unidos para emprender acciones preventivas en caso de surgir el peligro de un conflicto armado. Señala éstas:
Reducir el arsenal nuclear de Rusia, a través de nuevos acuerdos de desarme y como consecuencia inevitable de la imposibilidad real de sustituir la totalidad de los misiles actuales, por la falta de recursos para fabricar nuevos y darles el debido mantenimiento.
Disminuir el nivel de capacidad ofensiva del ejército ruso y conseguir una completa transparencia informativa sobre los componentes de las fuerzas de misiles nucleares del país, ya sea mediante los resquicios legales abiertos por algunos acuerdos o "fuentes" ilegales, supuesto este último que confirmarían los recientes casos de espías detenidos.
Privar a Rusia de la posibilidad de contar con un efectivo sistema de prevención de ataques con misiles (la mayoría de las estaciones de radares del sistema de prevención de la antigua Unión Soviética, se quedaron fuera del territorio ruso) y, a la vez, incrementar la de Estados Unidos, incluso fuera de su territorio, para lo cual se tiene previsto construir estaciones de radares en otros países.
Mejorar las fuerzas y recursos de combate submarino de Estados Unidos, que permiten tener bajo permanente control la ubicación de los sumergibles nucleares de Rusia y, en caso de necesidad, neutralizar el lanzamiento de cohetes balísticos, incluso desde puntos muy alejados de las costas estadunidenses.
Utilizar como recurso efectivo por parte de Estados Unidos, de optar por ser el primero en asestar un golpe "demoledor", los misiles crucero estratégicos con base marítima y aérea.
El general Ladyguin no excluye que los servicios de espionaje estadunidense hayan reclutado ya ciudadanos locales que podrían realizar "operaciones especiales" en las bases mismas de misiles rusos.
Estados Unidos, convencido de que en una perspectiva no muy distante puede hacerse invulnerable a los arsenales nucleares de otros países, no cejará en su empeño de desplegar su sistema nacional de defensa antimisiles. El primer paso, para ello, es enterrar el Tratado de Misiles Antibalísticos, afirma Ladyguin.
No comparte, por supuesto, la idea insistentemente presentada por el gobierno de Estados Unidos de que el ABM ha quedado rebasado por la realidad imperante en el mundo diez años después de la terminación "oficial" de la guerra fría y de que es poco menos que una amenaza para su seguridad nacional.
Por el contrario, Ladyguin sostiene que en la última década Estados Unidos y sus aliados de la OTAN han creado para Rusia un nivel de amenazas en el ámbito militar mucho más preocupante que el registrado en todo el periodo de abierta confrontación.
Para él, Rusia se enfrenta al riesgo de una doble vulneración. Por un lado, la imposibilidad de responder con un despliegue similar al NMD estadunidense la pone en una situación de desventaja en cuanto a fuerzas de misiles estratégicos, hasta ahora el único factor efectivo de contención ante una eventual agresión y que garantiza su seguridad nacional. Por otro lado, la incontenible expansión de la OTAN aproxima hasta las fronteras mismas de Rusia un desmesurado poderío bélico, aunque no responde a ninguna lógica, exigirá tomar medidas de respuesta cada vez más difíciles.
Ladyguin defiende la tesis de que el ABM no es un instrumento más en el campo del control de armamentos, sino una suma de acuerdos que establecen un techo aceptable de limitaciones relacionadas con la totalidad de los arsenales nucleares de Rusia y Estados Unidos.
El ABM no es sólo bilateral
Por lo mismo, señala Ladyguin, hace mucho que la importancia del ABM no puede circunscribirse al terreno de lo bilateral, ya que la creación del escudo antimisiles estadunidense también afecta la seguridad de otros países. En primer término, China, pero no menos India y hasta los países de Europa occidental.
Todos entienden, prosigue el experto ruso, que los planes de Estados Unidos sobre el NMD implican militarizar el espacio y en ello reside ?tal vez? el principal peligro para la estabilidad estratégica en el mundo. El país que domine el espacio tendrá mayores facilidades para establecer su hegemonía global y, en ese sentido, el NMD no puede dejar de preocupar incluso a los países formalmente aliados de Estados Unidos.
Lo que está en juego, enfatiza Ladyguin, es permitir o no que un país, si llegara a conseguir una inalcanzable superioridad militar sobre los demás, pueda aplicar una política desde posiciones de fuerza que se traduzca en imponerles decisiones a sabiendas desfavorables para ellos, incluso sin tener que recurrir a la amenaza del uso de la fuerza, sino ya como constatación de una supremacía incontestable.
No hay que darle vueltas, reflexiona Ladyguin, y define: Estados Unidos desconocerá los limitantes derivados del ABM y la cuestión es sólo si podrá o no obligar a Rusia a convertirse en cómplice del entierro del Tratado, recurriendo a todos los medios políticos, económicos y de otro tipo que tiene a su alcance.
Pesimista respecto del futuro inmediato, el general Ladyguin resume su preocupación en esta frase: los planes estadunidenses de dar por muerto el tratado ABM traerán serias consecuencias para la comunidad internacional en su conjunto y, de modo inevitable, crearán nuevas y reales amenazas para todos, que será muy difícil neutralizar.