DOMINGO Ť 2 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť Exhibe en Mérida Paseo de la Revolución, diez figuras femeninas en bronce

El escultor Pedro Cervantes vuelve a las calles

Ť Incluye la celebrada pieza Géminis, premiada en Japón Ť Molestia de algunos ciudadanos porque los desnudos se muestran junto a la catedral Ť Obra para que la toque el espectador

MERRY MAC MASTERS

Exhibir en la calle es una propuesta planteada hace años por el escultor Pedro Cervantes (ciudad de México, 1933). De hecho, en 1959 llevó una sola escultura a diferentes puntos de la capital, mientras Nacho López se encargó de fotografiarla. La idea era exponer las fotos. La crítica de arte Raquel Tibol, en su libro Pedro Cervantes (colección SEPSetentas, 1974), llama la muestra la "primera actividad conceptual antes del conceptualismo".

Ahora Cervantes vuelve a la calle. Hace unos días inauguró en la ciudad de Mérida un nuevo espacio escultórico. Se trata del Pasaje de la Revolución, en las afueras del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (Macay). A invitación de Carlos García Ponce, director de la Fundación Cultural Macay, Cervantes colocó diez piezas de bronce, todas figuras femeninas, más o menos de dos metros de altura, y la mayoría móviles, en el pasaje peatonal de 100 metros de largo por doce metros de ancho.

Ya que el espacio está a un costado de la Catedral, dice Cervantes que hubo reacciones "muy positivas y muy negativas: hubo gente que se molestó porque junto a Catedral hubiera esculturas de mujeres desnudas". No se trata precisamente de obra nueva, sino incluye piezas que han jugado un papel importante en su trayectoria como, por ejemplo, Géminis, que en 1988 obtuvo el segundo premio presidente Nobutaka Shikanai, en un concurso internacional de escultura, en Japón. O la columna movible Cactus, que junto con Victoria alada participó en la muestra Soles de México, el año pasado en París, Francia.

Cabe mencionar que Géminis fue una de sus primeras esculturas móviles, es decir, obras para tocar y transformar por parte del espectador. Todo lo contrario al consabido "no tocar" de la mayoría de las exposiciones artísticas. Por medio de la escultura en movimiento este artista busca una cuarta dimensión en el tiempo.

En sus principios, sin embargo, cuando Cervantes carecía de la capacidad económica para hacer fundiciones, trabajó la chatarra. Encontró en los cementerios de automóviles las defensas de los carros que, junto a otras producciones industriales, pasaron a formar parte de las materias primas de su obra. Su escultura Icaro, hecha con partes automotrices, fue premiada dentro de la Olimpiada Cultural de 1968. Ahora, pertenece al acervo del Museo de Arte Moderno.

A continuación dice: "Mi oficio realmente es la herrería. He trabajado mucho la forja de hierro, los metales repujados, en fin. Esto me ha dado la posibilidad de estructurar esto que llamo geometría interna, así como las esculturas de modo que pueden girar y moverse. En realidad no estudié escultura. Pero para mí ha sido muy importante el conocimiento de la anatomía y de un oficio. En la literatura, por ejemplo, si la gente no conoce el oficio de escribir, nunca podrá hacer una obra consistente. En las artes plásticas no hay que olvidarse del abecedario".

Cervantes, quien recientemente expuso en forma individual en la Galería de Arte Mayra Nakatani, hizo su primera escultura a los siete años motivado por el deseo de tener un caballo. De hecho nunca ha desistido de su temática equina. Actualmente trabaja una cabeza de caballo, también movible, de 2.60 metros de largo por un metro de altura, que va a un metro 10 del piso.