DOMINGO Ť 2 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Carlos Bonfil

Festival Internacional de Cine de Montreal

Del 23 de agosto al 3 de septiembre se celebra en Montreal, Canadá, la 25 edición del Festival de Cines del Mundo, evento que tradicionalmente se ha caracterizado por dar prioridad a la exhibición de cintas con pocas salidas en una distribución mundial dominada por el modelo de Hollywood. La representación estadunidense la integran, por ejemplo, películas de corte independiente como Bully, de Larry Clark, realizador de la controvertida Kids, o Piñero, del cubano León Ichaso, emotivo retrato del poeta gay portorriqueño Miguel Piñero, fallecido en Nueva York en 1988 por complicaciones relacionadas con el sida, o la proyección íntegra (cuatro horas) de Mi viaje por Italia, de Martin Scorsese, recorrido didáctico y emotivo por la cinematografía italiana, con énfasis en el cine de Roberto Rossellini y análisis detallados del cine de Visconti, De Sica y Antonioni.

Según el realizador brasileño Luiz Fernando Carvalho, autor de Lavoura arcaica (Faena arcaica), una de las mejores cintas del certamen, su arriesgada empresa de recrear en un film de tres horas el universo poético del novelista Raduan Nassar, sirve para señalar que frente a una dinámica de globalización salvaje que pretende avasallar a las cinematografías nacionales, en particular a las de bajos recursos, un proyecto como el suyo, ambicioso y muy al margen de las corrientes fílmicas en boga o de los gustos dominantes, representa ante todo una estrategia de resistencia cultural. El festival parece adoptar esta misma posición al seleccionar obras de cineastas jóvenes, de Irán, Corea, Japón, China, Venezuela y Brasil, aunque ningún largometraje mexicano forma parte de la competencia oficial. Fuera de concurso se presenta Escrito en el cuerpo de la noche, de Jaime Humberto Hermosillo, miembro también del jurado que preside la actriz francesa Emanuelle Béart.

El festival incluye en sus secciones una muestra de cine alemán, con veinte largometrajes recientes, y una selección de películas francesas, en la que dominan las producciones de mujeres cineastas (Corsini, Rouan, Breillat, Miéville, Fontaine), y obras de Godard (Elogio del amor), Raúl Ruiz (Miotte), y la polémica realización de Patrice Chéreau Intimidad. Hay pocas cintas de directores consagrados, pero entre ellas destacan la estupenda comedia del japonés Shohei Imamura, Agua tibia bajo un puente rojo, verdadera sinfonía acuática en la que una joven se ve obligada, por un padecimiento extraño, a expulsar mediante coitos de urgencia los litros de agua que periódicamente retiene su cuerpo, y la última realización del taiwanés Tsai Ming Liang, Qué horas son allá, nuevo relato sobre las obsesiones (Liang es autor también de El río y El agujero), que esta vez incluye los fantasmas de la rencarnación y los esfuerzos del protagonista por liberarse, a través del amor de una joven, de los excesos de su madre alucinada. Otra cinta interesante, Barán, del iraní Majid Majidi (El color del paraíso), construye su relato a partir del fenómeno de los refugiados afganos en Teherán, una población que supera un millón de seres, en la miseria o subempleados, que diariamente padecen la discriminación y el hostigamiento. El tema de la inmigración está presente en varias realizaciones, desde la mencionada Lavoura arcaica, que revela las raíces libanesas de millones de brasileños, hasta la francesa Senegal Salsa, de Mustafá Ndoyé, o la quebequense El ángel del asfalto, de Denis Chouinard sobre una revuelta de extranjeros sin papeles en Montreal. Otra cinta, Berlín está en Alemania, de Hannes Stohr, aborda a su manera el tema del desarraigo en la historia de un presidiario en Alemania Oriental, liberado diez años después de la caída del Muro, quien debe afirmar su identidad y recuperar a su familia en el entorno, para él hostil, de la Alemania reunificada. Fuera de concurso se presentó igualmente Historias en Super 8, de Emir Kusturica, simpática descripción de algunos conciertos en Europa de No Smoking, el grupo musical del propio realizador.

Una de las secciones más fuertes fue la de los filmes latinoamericanos, con obras de Francisco Lombardi (Tinta roja), Humberto Solás (Miel para Oshun), Patricio Guzmán (El caso Pinochet), Sandra Verneck (Amores posibles), y Juan José Campanella (El hijo de la novia). En total 18 largometrajes, cuatro argentinos, seis brasileños, y la señalada ausencia de una representación mexicana más variada.

Una nota de glamur fugitivo, la presencia de Sofía Loren, quien estelariza Francesca y Nunziata, de Lina Wertmuller; un homenaje al realizador argentino Fernando Solanas, otro a Jackie Chan, y uno más al actor español Francisco Rabal, quien lamentablemente falleció dos días después del tributo. Varias confirmaciones: la buena salud del cine francés, en particular del dirigido por mujeres; la variedad de propuestas asiáticas, de Irán a Japón, hasta el cine de las ex repúblicas soviéticas; la diversidad de una nutrida representación canadiense, y la revelación de un cine latinoamericano más audaz y vigoroso, cuya ausencia en nuestras pantallas contrasta con el éxito que obtiene en los festivales internacionales.