DOMINGO Ť 2 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
SEMANA POLITICA EN ESTADOS UNIDOS
Ť Día del Trabajo con agremiación en franco retroceso
Ť Pese a todo, los sindicatos aún conservan algún poder
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 1o. de septiembre. Este lunes el presidente George W. Bush viajará a Wisconsin y Michigan para celebrar el Día del Trabajo -el cual se celebra aquí el primer lunes de septiembre y no, como en el resto del mundo, el primero de mayo- junto con trabajadores agremiados a los sindicatos de carpinteros y los Teamsters, mientras por otro lado los dirigentes sindicales nacionales y locales realizarán eventos para celebrar la unidad, dignidad y triunfos de sus organizaciones laborales.
No cabe duda de que los sindicatos aquí aún tienen poder. A lo largo de los últimos ocho años han logrado bloquear la aprobación de legislación para autorizar al Ejecutivo a negociar más acuerdos de libre co-mercio y, con México, han podido detener la implementación de la cláusula sobre transporte en el TLC que permitiría la circulación mayor de camiones mexicanos en Estados Unidos.
También han demostrado que, en conjunto, son tal vez la fuerza de promoción electoral más fuerte del país, a pesar de la derrota su candidato Al Gore en las últimas elecciones presidenciales.
El lunes, John Sweeney, líder de la central obrera AFL-CIO, que representa a 13 millones de agremiados, participará en una misa católica junto con otros dirigentes sindicales para celebrar la contribución de los inmigrantes a esta sociedad, y subrayar la demanda sindical a favor de la legalización de los trabajadores indocumentados.
Después de la misa, Sweeney se sumará con otros líderes sindicales para lanzar una campaña nacional para presionar al Congreso a rechazar la aprobación de una au-torización de negociación comercial (antes conocida como fast track) necesaria para promover nuevos acuerdos bilaterales o mundiales de libre comercio.
Pero a pesar de estas manifestaciones impresionantes de poder, la llamada "casa del trabajador" (la AFL-CIO y los sindicatos nacionales afiliados) está en apuros. El porcentaje de trabajadores sindicalizados a nivel nacional se redujo aún más, a tal grado que hoy día sólo 9 por ciento de los trabajadores en el sector privado pertenecen a un sindicato (si se incluye el sector público, el porcentaje de trabajadores sindicalizados en la fuerza laboral nacional es de aproximadamente 13 por ciento).
Tal vez más significativo, el número de trabajadores que se han agremiado durante el último año se desplomó en un tercio comparado con el año anterior. Si los sindicatos no lograron agremiar a nuevos trabajadores e incrementar su presencia en el mercado laboral durante los años en que la economía estaba en auge, no hay gran es-peranza de que lo podrán hacer mejor en una coyuntura de desacelere económico.
De hecho, mientras que se duplicó el va-lor total de la bolsa de Nueva York durante la última década (aun tomando en cuenta el revés reciente), un análisis del diario The New York Times sobre datos del nuevo censo nacional encontró que en algunos de los estados mas grandes del país -incluyendo Nueva York y California- el ingreso familiar medio se redujo durante esa década. "Los pobres se empobrecieron un poco más, los ricos se volvieron mucho más ricos y el gran grupo en el medio aca-bo un poco peor que a comienzos de la década", resumió el Times.
Estas reducciones en ingresos se dieron a pesar de que, según una nueva investigación de la Organización Internacional de Trabajo, los trabajadores estadunidenses laboraron más horas y gozaron de menos vacaciones que nunca antes. Según el informe, el promedio de horas que un trabajador estadunidense dedicó a su empleo el año pasado fue casi de una semana más que a comienzos de la década de los 90. La OIT encontró que un trabajador estadunidense dedicó mil 979 horas a su empleo el año pasado, comparado con sus contrapartes alemanes que dedicaron mil 480 horas y trabajadores británicos con mil 719 horas.
Estas cifras, señala la OIT, también explican por qué la productividad por trabajador en este país es más alta que en cualquier otro país. Pero este incremento en productividad no se ha traducido en una alza notable en salarios. Los salarios de los trabajadores se elevaron, en promedio, 37 por ciento durante toda la década pasada, según un nuevo informe del Institute for Policy Studies y la organización de análisis económicos United for a Fair Econo-my. Durante ese mismo periodo, señalan, los ingresos de los ejecutivos empresariales se elevaron por más de 500 por ciento durante el mismo periodo.
Tales condiciones, se supondría, favorecerían los esfuerzos sindicales para agremiar a más trabajadores. Pero, la transformación de la economía estadunidense en parte provocada por la creciente globalización empresarial, combinada con décadas de prácticas burocráticas y hasta corruptas por amplios sectores del movimiento laboral oficial, han creado dificultades aún no superadas por el movimiento sindical.
De hecho, algunos argumentan que los trabajadores estadunidenses hoy día tienen menos protecciones que nunca de sus derechos básicos en tiempos recientes, además de continuar enfrentando el hecho de que en este país no hay derechos laborales efectivos garantizados por ley.
Hay señales esperanzadores por todas partes -entre las más notables son las luchas laborales encabezadas por trabajadores inmigrantes a lo largo del país-, pero mucho depende de la capacidad de los propios sindicatos de superar la inercia de sus propias estructuras de poder y, al mismo tiempo, enfrentar exitosamente las siempre más poderosas empresas estadunidenses.
Por lo tanto, la decisión de muchos en este Día del Trabajo es si están conmemorando una historia heroica del pasado, o si están celebrando las luchas por un futuro digno para todos los que trabajan en el país más rico del mundo.