domingo Ť 2 Ť septiembre Ť 2001

Rolando Cordera Campos

El Informe antes del informe

El primer Informe de Gobierno del presidente Fox navegó en medio de la penumbra. El deporte preferido fue preguntar a quien se dejase de qué iba a hablar el abanderado de la alternancia, habida cuenta de sus "flagrantes" incumplimientos. Si hubiésemos hecho caso a la oposición nuestra de cada día, tendríamos que admitir que, en efecto, no había nada de qué informar, para luego añadir que el Presidente debería someterse al escrutinio y el fuego cruzado de las interpelaciones legislativas, en un nuevo "formato". Por su parte, el gobierno se dedicó a transmitir spots sobre su obra, pero, sobre todo, a insistir en que el "Presidente propone y el Congreso dispone".

Antes, allá por la luna de miel, éste fue un mensaje de apertura y de mutis del presidencialismo de la Revolución Mexicana, pero hoy es una advertencia ominosa: en una esquina, el nuevo siervo de la Nación; en la otra, los bárbaros que sólo sirven para cerrar las puertas al progreso que anuncia la nueva era. Allá la ciudadanía que diga, parece insinuar un Fox harto de tanta improductividad, fruto, según él, de la segunda legislatura histórica de la época.

Decir que el gobierno no ha hecho nada y nada tiene que informar es una vulgaridad, detrás de la cual se esconde la banalidad de una oposición que, después de aprobar eufórica el Presupuesto de Egresos para 2001, perdió el compás y se dedicó a navegar sin instrumentos. De ese deambular ridículo la salvó, por un instante, sólo uno en verdad, la destreza de quien contestará el Informe, la diputada Beatriz Paredes, en aquellas inolvidables jornadas legislativas en las que pudimos imaginar un Congreso vibrante a la vez que innovador. Pero no hubo verano.

Poner al Congreso contra la pared, como pretende hacerlo el spot de marras, es convocar a unas vencidas adelantadas. De seguir por ahí, no le quedará más camino al gobierno que convertir las elecciones de mitad de sexenio en un plebiscito, pero no sólo en torno al presidente Fox, como es la costumbre en todo régimen presidencial, sino en contra del Poder Legislativo. Veremos.

Son muchos los temas que un informe como el de ayer podría haber abordado. El gobierno sacó un presupuesto en forma unánime, y la paz bancaria parecía acercarse velozmente a una escena económica sedienta de crédito. También, se puede alegar, hizo hasta de más en materia india. Las finanzas públicas y privadas, se dice, empiezan a regularizarse mediante las leyes reformadas, en tanto que en el exterior el país ha tejido nuevas redes de alianza y cercanía que podrían darle un lugar en una hipotética nueva arquitectura económica y financiera internacional. La inversión extranjera, sin llegar a las cifras estratosféricas alguna vez presumidas, sigue su curso de ascenso y la variable del diablo, el tipo de cambio, parece hoy bajo un control inimaginable hace muy pocos años.

Lo que no se sigue de estas y otras tareas emprendidas por este gobierno de misión, es su realización satisfactoria, en términos de los objetivos expresamente planteados. El México indio no está en paz, y frente a las reformas lo que se impuso fueron denuestos y descalificaciones, junto con absurdas peticiones a la OIT para que formase una fuerza expedicionaria y pusiera en orden a un gobierno omiso y remiso. Los quince minutos van ya para los quince meses, mientras en las comunidades zapatistas y no, se linda a diario con la violencia doméstica, el abuso caciquil escudado en los usos y las (malas) costumbres, la descomposición social y cultural comunitaria.

Poco puede decirse de un presupuesto "de todos" que se aprueba pero no se ejerce, y entre tanto se recorta a diario. El IPAB, por su parte, no ha dado sino bochorno y descalabros: por lo pronto, Fox llegó a su primer Informe con un récord en materia de crédito: cero hits, cero carreras, puros outs.

Es, entre estas dos vertientes, que el Informe pudo haber desplegado su retórica. Los porqués de los yerros tan a flor de piel, las fallas institucionales y cómo llenarlas, la gran cuestión de la responsabilidad política de los políticos, podrían hacer de este Informe un acto singular, iniciático, con el que el Presidente recuperase una iniciativa esquiva, cuando no perdida.

No se necesitaba para esto de maroma o teatro, ni poner en crisis el ritual republicano y presidencial, sino recuperar para el país ciudadano el valor de las palabras que nunca pueden entenderse como subordinadas a los hechos. Sin verbo no hay vida política, menos aún democracia.

Cuando esta nota vea la luz todo se habrá consumado y su sentido tal vez se haya perdido. Su intención no ha sido otra que sugerir una ruta para leer lo que ocurrió ayer en San Lázaro. No como crónica de espectáculos, sino en clave conjetural sobre lo que pudo haber escrito y dicho el del púlpito. Usted dirá.

San Pedro Mártir, DF, entre el 29/08/01 y el 01/09/01.