Guillermo Almeyra
¿Qué le hace un salvavidas más al
Titanic?
George W. Bush finalmente cedió y el gobierno de Domingo Cavallo recibió del FMI un apoyo total de 8 mil millones de dólares, de los cuales 5 mil serán inmediatos. Pero ¿de qué le sirve un salvavidas más al Titanic, que hace agua por todos lados y va hacia la moratoria?
Subsiste el hecho de que los principales especialistas de Wall Street se dividen entre los optimistas, que creen que la moratoria llegará dentro de seis meses, y los pesimistas, que piensan que lo hará en tres. No es para menos. Esos 5 mil millones apenas compensan la pérdida, en los últimos 15 días, de más de 3 mil millones de la reserva. Además, el país debía el año pasado 147 mil millones y las nuevas "ayudas" se convierten en deuda, la cual supera 50 por ciento del producto interno bruto del país y cuyos intereses solos llegan a 11 mil millones por año.
El blindaje por 30 mil millones de dólares logrado esencialmente mediante la renegociación del pago de lo adeudado, con intereses usurarios de 12 a 14 por ciento, posterga sólo la crisis y, como el nuevo préstamo de 11 mil millones, hace insoportable la deuda externa. Esta deuda es impagable, como lo demuestra Eric Toussaint. Primero, porque jurídicamente es una deuda ilegal y odiosa, contraída por una dictadura militar (cosa que los prestamistas sabían), la cual la tomó en 8 mil 280 millones de dólares y la multiplicó por cinco llevándola a 45 mil 87 millones en 1983 mediante la asunción pública de la deuda privada. Segundo, por razones de fuerza mayor, ya que las tasas de interés aumentaron sin consultar a los prestatarios y se contrajo deuda sobre deuda. Tercero, por estado de necesidad, ya que hunde al país durante generaciones. Y, sobre todo, porque Argentina ya pagó 210 mil millones de dólares por esa deuda de poco más de 8 mil millones.
Deben ser juzgados los que obligaron a las empresas estatales a endeudarse ilegalmente, los que las vendieron fraudulentamente (con grandes comisiones) y esas privatizaciones deben ser consideradas ilegales y nulas, tal como su deuda. Igualmente hay que hacer una investigación sobre los orígenes de los 40 mil millones de dólares de capitalistas argentinos que salieron del país y recuperar lo que sea posible. Es indispensable igualmente revisar los delitos perpetrados por los privatizadores de empresas prósperas (como YPF o Aerolíneas Argentinas) y expropiar los bienes mal habidos.
Es evidente que la moratoria en la deuda y la renacionalización por razones de seguridad nacional de los bienes, empresas y servicios estratégicos para el desarrollo nacional ?previa certificación de que no se cometieron delitos ni hubo evasión fiscal y pagando en bonos del Estado a 25 años? va a encontrar una feroz oposición del capital financiero internacional y de sus representantes locales. Por consiguiente, esa presión y un eventual boicot sólo pueden ser contrarrestados por un amplio frente con un programa de salvación nacional, compuesto por los trabajadores, los desocupados, los campesinos pequeños y medios, los pequeños comerciantes, artesanos e industriales arruinados por la oligarquía financiera, y que reúna a las corrientes y centrales sindicales independientes del capital y los sectores de la izquierda.
Las bases del mismo podrían ser las siguientes: a) control sobre los movimientos de capitales y operaciones de cambio para evitar la fuga de divisas; b) aplicación de la tasa Tobin al capital especulativo; c) recuperación del capital escapado ilegalmente; d) reforzamiento del Mercosur y organización de un sistema de trueque y compensaciones con el mismo y con otros países (China, por ejemplo, que podría ser gran importadora de productos agrícolas argentinos); e) oponer al ALCA un plan de solidaridad latinoamericana basado en la anulación de la deuda; f) una política estatal de fomento del mercado interno y de la ocupación, anulando los recortes a salarios y jubilaciones, disminuyendo el IVA sobre los productos básicos, imponiendo el pago de los impuestos a los empresarios evasores y una tasa extraordinaria a las grandes ganancias y al capital bursátil y desarrollando las industrias con alta intensidad de mano de obra, como la construcción; g) crear un seguro de desocupación que garantice un ingreso mínimo; h) promover censos de necesidades sociales y de recursos en todas las provincias, para movilizar los últimos y responder a las primeras.
Por supuesto que ni el gobierno de Domingo Cavallo ni sus antecesores pueden encarar este cambio. Por eso las huelgas y piquetes son sacrosantos. Sin embargo, la resistencia es grande, pero quienes se movilizan no tienen esperanzas de vencer porque no están unidos en un frente político-social con un programa justo y factible. Se sienten solos, pero si Argentina emprende el camino de la alternativa, contará con una gran solidaridad mundial y servirá de ejemplo. La alternativa es, simplemente, el desastre.