PRIMER INFORME
Jenaro Villamil
Foxeo: el estilo mediático de gobernar
El primer Informe de gobierno ha servido tradicionalmente,
no para evaluar los resultados de un proyecto sino para presentar un estilo
singular de gobernar. Ese estilo, a la usanza de la definición de
Daniel Cosío Villegas, es el que mantiene vivos los rituales del
presidencialismo mexicano.
Aun cuando el PRI y su clase política ya no están
en el poder, el primer Informe de Vicente Fox Quesada fue claro en un sentido:
el estilo presidencialista no ha muerto. La unilateralidad del poder se
mantiene. La resolución de los grandes problemas nacionales y cotidianos
está ausente.
Si hacemos una definición, podemos destacar que el rasgo singular del foxismo es la apuesta por un presidencialismo mediático, es decir, por el ejercicio de un Poder Ejecutivo fuertemente cargado en los valores mediáticos: búsqueda de popularidad y carisma; ausencia de discurso claro y su sustitución por spots o frases políticamente correctas; escasa problematización y exceso de terapia motivacional ("estemos a la altura del reto", "no aflojemos el paso", "aportemos sin regateos", dijo Fox en San Lázaro); buscar el impacto en la percepción y eludir compromisos y una agenda clara. Fue sintomática en el Informe la ausencia de una mínima reflexión sobre la recesión económica, que ha generado el desempleo generalizado y las protestas de las organizaciones campesinas.
Este estilo peculiar es lo que llamamos foxeo.
En el primer Informe, el foxeo fue abundante en frases y en cifras
porcentuales ?todas positivas?, pero escaso de propuestas para el futuro
inmediato. El foxeo es el estilo particular del Presidente para
incorporar en su lenguaje político frases, dichos, expresiones del
argot popular, o para reiterar oraciones como esa de que "los salarios
están recuperando su poder adquisitivo", que le valió fuertes
abucheos al primer mandatario durante la lectura de su mensaje.
El foxeo consiste también en adelantar
los golpes para volver reactivos a los oponentes. "Quien pega primero,
pega dos veces", es un viejo principio de la mercadotecnia política.
Fox lo utilizó exitosamente durante la campaña electoral
del 2000, y lo sigue aplicando ya como Presidente: a las "víboras
prietas" las sustituyeron "los timoratos", los "apanicados". La diferencia
es que antes era la imagen del rebelde frente al poder que prometió
en exceso cambios con urgencia. Ahora que él representa el poder,
se ha transformado en el evasor de la crítica o en la ausencia de
autocrítica, como se observó en el Informe. El foxeo
no cree en la máxima salinista ("ni los veo ni los oigo") ni en
la zedillista ("la crítica, pero de buena fe"). En el primer Informe
aplicó una técnica de ataque indirecto a sus críticos
a través del exceso de demagogia y de frases admonitorias: "la pluralidad
no debe ser una torre de Babel", "en este Congreso cristalizará
el pluralismo", "no se justifica la violencia", "no ha habido opresión
ni represión", "el cambio significa no sólo hacer las cosas
en forma diferente sino hacerlas bien", etcétera.
El estilo mediático de Fox para gobernar es antisolemne
en sus expresiones informales, pero resultó acartonado en la lectura
de su mensaje político en San Lázaro. Sigue siendo un estilo
presidencialista, basado en la figura mesiánica del hombre fuerte.
Hereda los usos y costumbres de nuestro presidencialismo: simbiosis de
la patria con uno solo de sus poderes; omnipresencia y omnipotencia. Lo
novedoso del primer Informe fue la fórmula utilizada por Fox para
dirigirse a los televidentes mexicanos de Estados Unidos, a los paisanos
que veían y escuchaban en vivo su discurso: "en esta fecha especial,
les agradezco que nos hayan dejado entrar a su casa para informarles".
De pronto, el mandatario evadió que estaba en un evento republicano
frente al Congreso de la Unión y se convirtió en locutor
televisivo.
El foxeo ya no es el presidencialismo del viejo modelo corporativo. Ni las matracas sindicales ni Fidel Velázquez, ni los ya lejanos aplausos acríticos de los legisladores sumisos o pronasoleros respaldan al Poder Ejecutivo.
Sin embargo, el presidencialismo de ahora sí le apuesta a otro tipo de adhesión: el de la lealtad mediática, más telegénico y más virtual que real (Martha Sahagún estableció como principio del gobierno foxista: "sisale en la televisión y en la radio, existe"). El foxeo, en este sentido, es un estilo de hablar mucho sin decir nada sustancial.