SABADO Ť Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť El jueves se presentó en el Salón 21

Celso Piña cumplió su máximo sueño: traer su música al Distrito Federal

ARTURO CRUZ BARCENAS

Blanquito Man definió mejor que nadie la trascendencia de la presentación del regiomontano Celso Piña en el Salón 21, la noche del pasado miércoles: "Cumplió -Celso- su máximo sueño: llevar su música, que le llegó de Estados Unidos (vía mojados o mojarras, indocumentados, pues), luego de Colombia, y del cerro de La Campana, en Monterrey, para el Distrito Federal, y de aquí para el mundo".

La expectativa crecía y Cumbia sobre el río fue el tema que todos esperaban.

rock_4La noche fue de palomazos. Celso es un artista libre, hoy más libre que nadie. Con ese aire subió Ely Guerra, luego Fernando Toussaint; a éste le sucedió Pato, de Control Machete. Los estilos musicales son ricos y diversos. Lo mismo el hip hop que el rap, y esa onda que llaman new world o algo por el estilo.

Se agradece la asistencia de Carlos Monsiváis, para quien Celso y El Ronda Bogotá tocó en el café Brasil, en Monterrey, hace unos meses. Ahí descubrió el escritor al músico sencillo, de trato amable y hablar directo, sin mediaciones. Recuerda Celso la ocasión y comentó para este medio que fue un honor conocerlo. Monsi lo bautizó como El acordeonista de Hamelin y El rebelde del acordeón.

La música colombiana o vallenata de Piña ha llegado para refrescar el medio, inundado por productos de mercadotecnia, que vivirán poco, luego de cumplir su misión, que es la de ser unos más.

Si puede hablarse de vanguardia, en el sentido que le dan los teóricos del arte, es decir, de síntesis, el caso sería lo que está pasando con el fenómeno Celso Piña, que algunos ya señalan como celsomanía.

Sube Celso para tocar los temas de su disco Barrio bravo. Hay prensa nacional e internacional. Sus vallenatos aderezados con hip hop, rap y rock, son potentes, sabrosones, y hacen bailar a los miles de asistentes.

El aplauso recibe a este oriundo del Cerro de la Campana, quien para abrir boca toca Si mañana, el primer vallenato que se aprendió en su vida.

"Que Dios los bendiga y proteja a todos", expresa Celso. Luego toca, de Chalo Díaz, Aunque no sea conmigo, a dueto con los tacubos. "¿Qué les parece esta rola chida?", pregunta Celso. Pedirá varias veces que le suban el volumen a su "acordeona", como llama a su instrumento.

El concierto va in crescendo. Sube Lupe Esparza y el estruendo cuando canta con Celso uno de sus más grandes éxitos: Gitana, cuyo fondo hace recordar el jaladito que puso de moda El Negro en su etapa de Bronco.

Circulan músicos y músicos, varios de La Firma, otros de Resorte. Los grandes ausentes son los de El Gran Silencio, quienes no pudieron asistir por haberse accidentado uno de sus integrantes. Celso pidió un aplauso para ellos.

Si todo era algarabía y buenos tragos, la cosa se puso mejor cuando subieron Blanquito Man y Pato, de Control Machete. Comenzaron las notas de Cumbia sobre el río, el tema que ha permitido a Celso expresar que "música es música, ¿qué no?", especie de apotegma, de frase célebre que ha roto fronteras rítmicas, encabezadas por el vallenato, cuyo movimiento constituye una subcultura en Monterrey, neta, con nervio entre la banda.

Fue larga la interpretación, pero insuficiente. Blanquito Man provocó una reacción en cadena e hizo rapear a Celso, quien ya sudaba la gota gorda. Comenzó el slam, los empujones y las mentadas de madre de los que no eslamean. "Suena y emociona/ nuestra acordeona". ¿Qué es eso que se oye? Es la vanguardia musical encabezada por Celso, alimentada a través de 20 años de darle y darle "con mare", dice el hoy reconocido y cuya Cumbia sobre el río ya se oye en Estados Unidos y Venezuela, e inclusive en Colombia, tierra madre de este "folclor" -dice Celso-, que, aunque usted no lo crea, Piña no conoce.

Remata Celso con Cumbia de la paz y Cumbia sampuesana. Se va Celso entre abrazos y aplausos. Blanquito Man se echará las del estribo. Acabó el concierto, pero la especie de diáspora vallenata va que vuela.