FUSILERIAS
Ť Alfredo C. Villeda
Ruanda: la memoria literaria del genocidio
LA SABANA AFRICANA es un desierto al mediodía. Los depredadores deciden una tregua que sus potenciales víctimas no pueden aprovechar. La temperatura hace imposible ocupar ese momento para buscar alimento. La fotografía de ese hábitat es la que reproducían las milicias hutus contra las comunidades tutsis durante el genocidio de 1994, en Ruanda, que ha motivado a literatos y periodistas a integrarse a la operación Escribir como un deber de la memoria, con el fin de evitar que se repitan esos crímenes y para seguir creyendo en el ser humano.
TODO AUTOR QUE ha producido una obra sobre los hechos de 1994 está convencido de esta necesidad. Europeos como Colette Braeckman y Jean Hatzfeld y africanos como Abourahman Waberi y Koulsy Lamko recurren a la novela, al poema, al cuento y al periodismo para analizar las causas, la relación con la colonización, las consencuencias, el enfrentarse a las pruebas de la inhumanidad y rencontrarse con la interrogante después de Auschwitz: ''¿Es necesario seguir escribiendo? ¿Cómo?" Las cifras son escalofriantes: 800 mil ejecutados, en algunos puntos a razón de 20 mil cada hora, mientras la comunidad internacional soslayaba la barbarie, en la que quizá sea la omisión más despreciable desde la creación de la ONU, y Estados Unidos ocupado en el escándalo de O. J. Simpson.
ES WABERI QUIEN refleja la dinámica de la sabana en Cosecha de cráneos, ejercicio con textos breves y evocaciones de los cuerpos mutilados, cortados metódicamente a diario con pausa a mediodía e interrupción de noche, incluso también ''como cuando se va a trabajar a una oficina". La cotidianidad de los ecosistemas se refleja en todos los ámbitos.
EL PRIMOGENITO DE los huérfanos, La sombra de Imana, Musambi: el libro de las osamentas... los títulos ya reflejan la crueldad, pero son necesarios, como dice la escritora Véronique Tadjo, ''para combatir el pasado y restaurar nuestra humanidad". Su colega Tierno Monénembo afirma: ''Siempre hay vida que queda, aun cuando el diablo ha pasado por ahí". Y en efecto, los ruandeses que tienen voz en estas obras, reseñadas por Aliette Armel en Magazine Littéraire, intentan zafarse de la desesperanza y creer todavía en el hombre, como lo canta el poeta Nocky Djedanoum: ''Creer en el hombre todavía /sin creer en él verdaderamente /¿es una razón para ya no creer en mí?"