VIERNES Ť 31 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Errática y parcial, la política de EU en la región
Incumplidas, las promesas de paz de Ariel Sharon al asumir el poder
GABRIELA FONSECA/II Y ULTIMA
El ultraderechista Ariel Sharon asumió en marzo pasado la jefatura del gobierno is-raelí con el apoyo de una amplia coalición en la que figuraban los laboristas, y prometió una vez más reanudar las negociaciones de paz con los palestinos, pero ante todo garantizar la seguridad de sus compatriotas, en momentos en que la segunda intifada había cumplido ya cinco meses.
El escenario recordaba la primera intifada, que empezó en diciembre de 1987 bajo un gobierno de unidad encabezado por Yitzhak Rabin, y en el que el actual canciller Shimon Peres tenía participación.
El detonante de esa histórica rebelión, caracterizada por una fuerte participación de niños y jóvenes, así como grupos integristas como Hamas y Jihad, fue el asesinato de un israelí a puñaladas en Gaza y la muerte de cuatro jóvenes palestinos, que Tel Aviv atribuyó a un accidente de tránsito. La espiral de violencia no se hizo esperar.
La primera intifada, que se prolongó hasta 1993, tuvo tres logros fundamentales. En negociaciones secretas que las partes sostuvieron en Oslo acordaron dejar de identificar internacionalmente como "terrorista" a la Organización para la Liberación de Pa-lestina (OLP), reconocer como interlocutor para negociar a Yasser Arafat y, por primera vez, se introdujo el concepto de paz a cambio de territorios.
Los palestinos se comprometieron a reconocer el derecho de Israel de existir y renunciaron a pedir su destrucción.
Los Acuerdos de Oslo fueron firmados el 13 de septiembre de 1993 en Washington, y se sellaron con el histórico apretón de ma-nos entre Arafat y Yitzhak Rabin. Pero fueron incumplidos una y otra vez, sobre todo en lo referente al repliegue de tropas israe-líes de Cisjordania, lo que abonó el terreno para la actual intifada.
Poco después de que el halcón Sharon, a quien la justicia belga investiga por su responsabilidad en las matanzas de Shabra y Chatila, asumió el gobierno, la ONU propuso el envío de observadores a la región por considerar que el ejército israelí había empleado "fuerza excesiva y desproporcionada" contra la revuelta palestina, en la que ya habían muerto más de 400 personas. El 3 de abril Israel atacó por primera vez con helicópteros artillados posiciones palestinas en Gaza, causando 70 heridos. Dos semanas más tarde, tropas israelíes ocuparon por primera vez, brevemente, una zona autónoma de Gaza, cerca de la frontera con Egipto.
Desde entonces las incursiones israelíes en territorios palestinos son cada vez fre-cuentes y más prolongadas. Estos actos son contrapunteados con choques con colonos por parte de extremistas palestinos y atentados, así como la destrucción de plantíos, casas y puestos policiales palestinos.
El 9 de mayo dos adolescentes israelíes fueron brutalmente asesinados y a principios de junio una bomba mató a 22 jóvenes en una discoteca de Tel Aviv, que coincidió con el comienzo de los trabajos en la región con la comisión encabezada por el ex senador estadunidense George Mitchell.
Entre mayo y junio, israelíes y palestinos comenzaron a declarar ceses del fuego que nunca se cumplieron, y ambas partes interpretaban libremente el informe Mitchell. Para los palestinos, el informe culpaba a los asentamientos judíos por la situación; los israelíes enfatizaban la importancia de un cese de la violencia y definieron que el "periodo de enfriamiento" referido en él no impedía a Israel responder en "defensa propia" a ataques palestinos.
Analistas han señalado que hasta ahora la postura del gobierno del republicano George W. Bush ante la situación en Levante se caracteriza porque Colin Powell tiende a acusar primero a los israelíes y después a los palestinos, mientras que el mandatario hace exactamente lo contrario.
Hasta ahora, cerca de 50 de activistas, el más prominente de ellos Abu Ali Mustafa, dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina, han sido asesinados en el marco de la política israelí de "ataques se-lectivos", criticada internacionalmente.
La violencia, bombardeos aéreos, atentados cometidos por extremistas palestinos e israelíes y el saldo de muertos, siempre en aumento, han soslayado los temas fundamentales para alcanzar una solución en esta guerra de desgaste: Jerusalén -que ambas partes reivindican como su capital histórica-, los asentamientos judíos, el retorno de más de 3 millones de refugiados palestinos y el informe Mitchell.