viernes Ť 31 Ť agosto Ť 2001
Jaime Camil
A la deriva
Volvemos a estar bajo los nubarrones de la crisis económica. Esta vez, sin embargo, no hubo "mala administración de la riqueza" ni temblor ni "error de diciembre". Simplemente somos víctimas de una vulgar recesión económica. Algunos analistas la atribuyen a la existencia de dos trimestres consecutivos sin crecimiento económico, mientras otros apuntan al decaimiento de la producción industrial y los menos informados señalan la "desaceleración" de la economía estadunidense. El caso es que ya estamos de nuevo bajo la espada de Damocles, aunque Vicente Fox, hombre de a caballo, en perpetuo movimiento, afirme que el creciente ladrido de los perros significa que su gobierno avanza y que tenemos una de las economías más fuertes de América Latina. ƑComparada con cuál: Argentina, Brasil, Ecuador? šTodos bajo la lupa del FMI!
La ausencia del PRI en la cabina de mando presenta un predicamento desconocido: Ƒa quién culpar cuando no existen chivos expiatorios oficiales? Algunos comienzan a cuestionar nuestro remedo de democracia, ponderando el valor de esta idealista forma de gobierno cuando no viene acompañada de crecimiento económico sostenido ni de oportunidades para todos. La alternativa pudiese ser el caudillismo, un gobierno a la manera del régimen bolivariano de Hugo Chávez: Ƒdiscursos, demagogia, promesas vacías? No, gracias, ya probamos esa medicina en tiempos de Luis Echeverría y de José López Portillo, aunque los empresarios de entonces capoteaban la crisis con la certeza de que había visión de país y un inagotable poder presidencial; descansaban en la habilidad de los presidentes que siempre tenían un as bajo la manga; los legendarios gobernantes del ancien régime, eternamente dispuestos a ofrecer algo para todos.
Hoy, algunos de esos mismos empresarios denuncian la falta de rumbo y la ausencia de metas específicas. Afirman que la curva de aprendizaje del nuevo gobierno está frenando la actividad económica y muestran preocupación por el desgaste de la figura presidencial como consecuencia de la incertidumbre del conflicto chiapaneco, la controversia sobre la ley indígena y el fracaso de la reforma fiscal. Sin embargo, aunque el Presidente haya afirmado que no estamos en recesión, sino "ante una falta de crecimiento", que es peor, porque la "recesión" sólo implica un descenso "relativamente pasajero" de la actividad económica, el problema no es semántico ni exclusivamente económico sino de credibilidad: falta de confianza en el gobierno que ha comenzado a traducirse en falta de confianza en los empresarios, en los banqueros, en la viabilidad de la transición democrática, en los partidos políticos, en nosotros mismos. Falta de confianza y desánimo, porque vivimos inmersos en una transición interminable, esperando una modernidad que jamás acaba de llegar. Por otra parte, la ausencia de rumbo y la falta de objetivos concretos han limitado la participación ciudadana en nuestra flamante vida democrática a juzgar la pasarela interminable de prima donnas de todos los partidos políticos en eterna competencia con la popularidad presidencial. Pero nadie se preocupa más por la imagen presidencial que el Presidente. Es cierto que durante su campaña advirtió que no sería un gobernante "de escritorio", pero jamás nos preparó para las peripecias de un mandatario hiperactivo que ha utilizado una quinta parte de su primer año de gobierno en 25 viajes al extranjero. "Nos está poniendo en el mapa", afirman candorosamente sus partidarios. Aunque la historia nos obligue a recordar que lo mismo dijeron en su tiempo los partidarios de Adolfo López Mateos y Luis Echeverría.
Nadie esperaba solucionar el problema de la inseguridad en el primer año de gobierno, pero era legítimo esperar avances importantes porque había voluntad, honradez y promesas de campaña. La falta de resultados es atribuida nuevamente a la atención excesiva de la economía sobre todo lo demás. Mientras tanto, la elusiva seguridad pública y el omnipresente atorón económico continúan contribuyendo a reprobar la gestión gubernamental. Y a la vejez viruelas: Ƒguerrillas urbanas en el siglo XXI? ƑDespués de la ejemplar jornada electoral del 2 de julio? El incipiente gobierno de Vicente Fox está aún a tiempo de transformar el país en una democracia incluyente con instituciones y oportunidades para todos. El fracaso, en cambio, pudiese convertir al Presidente en un mero accidente histórico resultado de su enorme carisma, una inteligente campaña electoral y el desencanto generalizado con el Partido Revolucionario Institucional.