VIERNES Ť 31 Ť AGOSTO Ť 2001

PRIMER INFORME

Ť Ley indígena y reformas fiscal y eléctrica, en el ojo del huracán

La tarea de gobierno está inconclusa, lamenta Fox

Ť En el aire, promesas, programas, planes e iniciativas del Ejecutivo

JUAN MANUEL VENEGAS

A su primer Informe, el presidente Vicente Fox llegará -como él mismo lamenta y reclama al Congreso- sin haber contado con los ''elementos necesarios'' para hacer bien la tarea de gobierno.

Y sin ellos, en algo que pudiera verse como anticipo de lo que ocurrirá este sábado en San Lázaro, hace tres meses, cuando ofreció su primer informe semestral de ''avances y actividades'', el jefe del Ejecutivo afirmó que ''el mayor logro'' había sido poner fin ''al autoritarismo y a la prepotencia.''

En esa ocasión dijo que su interés no era presentar un recuento de ''logros'', sino la reseña de ''las acciones y lineamientos más relevantes que reflejan nuestra voluntad de cambio en la atención de los asuntos públicos.''

De aquel 16 de mayo a la fecha, la situación del país no ha tenido cambios sustanciales, y los grandes temas nacionales que entonces enunció Fox siguen pendientes...

''Que el Congreso nos apoye dándonos los instrumentos que necesitamos'', pide el Presidente. Y concretamente se refiere a la reforma fiscal, que al ser presentada se topó con el rechazo popular y no ha pasado del debate público y las escaramuzas partidistas. Fox lo tiene bien claro: sin ella, ha tenido que remar contra las olas que provocaron sus promesas proselitistas y compromisos de toma de posesión, y recurrir a una campaña mediática en la que, no pocas veces, ha dominado la descalificación a sus críticos y adversarios políticos.

Las siete reformas, en suspenso

Siete fueron las reformas ''de fondo'' que Fox Quesada planteó en su discurso de toma de posesión. Además de la fiscal, destacaron las referencias a la apertura del sector eléctrico y en materia de inversión extranjera, en las que en buena medida finca el éxito de su política económica.

A tal grado es su insistencia en la reforma eléctrica -y en general de todo el sector energético-, que ya en una ocasión el Presidente recurrió a la alarma como mensaje, cuando dijo: ''Si no resolvemos el problema de las inversiones en todo lo que se refiere a la generación de energía, en seis años estaremos šde rodillas!, pidiéndole a Estados Unidos que nos venda, por favor, electricidad, diesel, gasolina y gas natural.''

En otras tres reformas ofrecidas (laboral, servicios médicos y combate a la corrupción) sus iniciativas ni siquiera se conocen.

De aquel mensaje inaugural, sólo la reforma indígena alcanzó a concretarse en ley... pero paradójicamente sin que el Ejecutivo viera cristalizado su principal objetivo: el diálogo con el EZLN y la pacificación en Chiapas.

Modificada por el Senado la iniciativa original de Fox -elaborada por la Cocopa y que recogía la sustancia de los acuerdos de San Andrés-, la ley aprobada alejó al mandatario de la posibilidad de darle solución al conflicto chiapaneco.

Con esto -hay que decirlo- eventualmente se pondría en riesgo, incluso, la puesta en marcha de uno de los proyectos con los que Fox Quesada se estrenó como Presidente a nivel internacional: el Plan Puebla-Panamá, que al ser aprobado el pasado 15 de junio por los mandatarios de El Salvador, Costa Rica, Honduras, Guatemala, Panamá, Nicaragua y Belice, incluyeron una ''cláusula democrática'' que establece: ''Cualquier alteración o ruptura del orden democrático... constituirá un obstáculo'' para el desarrollo de las iniciativas signadas en San Salvador.

Porque no sólo en Chiapas hay presencia guerrillera. En otras entidades, también parte del proyecto Puebla-Panamá, como Guerrero y Oaxaca, operan otros grupos armados reconocidos ya por las autoridades mexicanas.

A las consideraciones de la ''cláusula democrática'', se suma el hecho de que la viabilidad económica del llamado PPP -de acuerdo con lo planteado por los gobernantes de los países del istmo centroamericano- dependerá en gran medida de la fluidez del capital privado y de las líneas de crédito provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo.

Estos son, pues, algunos de los sesgos de los primeros nueve meses del gobierno de Fox que lo han llevado, no pocas veces, a sostener abiertas disputas con las fuerzas partidistas, incluyendo la panista. Paralelamente, en la defensa pública de las iniciativas no concretadas, el mandatario ha optado por la descalificación de sus oponentes, críticos y algunos medios de comunicación: ''contreras, timoratos, almas tibias, amarillistas, sin visión, poco audaces, achicados...'' A todos ellos los metió en un círculo rojo (distante, según él, al círculo verde que representa a la mayoría de mexicanos), y recientemente les exigió ''no apanicarse.''

Con esa mayoría, asegura el Presidente, con ese ''gran equipo de 118 millones de mexicanos'' (los de aquí y los que radican en Estados Unidos), hará de México ''un país exitoso y triunfador.''

Y es que a falta de los ''elementos'' que le permitan hacer bien la tarea, Fox ha recurrido a una campaña mediática en la que no sólo defiende sus iniciativas, sino que rechaza que en el país haya siquiera signos de crisis y afirma que, de contar con aquellos instrumentos, se podrá combatir eficazmente la pobreza y marginación en la que viven millones de mexicanos; se alentará el empleo bien remunerado; se crearán más de un millón de viviendas al año; se fortalecerá la industria petrolera y eléctrica; habrá mejores servicios de salud y educación; ningún chiquillo (o chiquilla) se quedará sin la oportunidad de estudiar, y la economía crecerá 7 por ciento anual.

La fórmula que propone -ha dicho una y otra vez- es la más indicada, y a quienes han manifestado reservas de plano les asestó aquella máxima cervantina: ''Si ladran... es señal de que avanzamos''.

De su mensaje del 16 de mayo -en el que puso especial énfasis, otra vez, en la reforma hacendaria-, quedan como asignaturas pendientes el gran pacto nacional con las fuerzas políticas (misma convocatoria que reiteró el 2 de julio, al cumplirse un año de su elección), la ''revisión y adecuación'' de la Carta Magna y la continuidad de las mesas de diálogo para la reforma del Estado.

Asimismo, el engranaje del Sistema Nacional de Seguridad Pública se mantiene en suspenso, entre las disputas de los encargados de llevarlo a la práctica.

En el terreno de lo político-social, sus intenciones de ''alcanzar una paz digna y duradera'' en Chiapas y, en general, de ofrecer mejores condiciones de vida a los más de 10 millones de indígenas de todo el país, se vieron entorpecidas con las modificaciones que el Senado hizo a la iniciativa que Fox presentó.

Con todo, el Ejecutivo está convencido de que durante su gestión ''se ha hecho mucho más por solucionar el conflicto que en los últimos seis años.'' Sus asesores se han refugiado en la máxima foxista: ''El Ejecutivo propone, pero el Legislativo dispone'', en tanto que la publicidad que se transmite por televisión va en el mismo sentido: fue el Congreso la fuerza que echó abajo la posibilidad del diálogo para la paz.

Posteriormente, Fox Quesada se embarcó en su principal proyecto: la nueva hacienda pública distributiva, tema multiplicado a través de los medios masivos de comunicación.

El primer tropezón fue la negativa del Congreso a discutir su proyecto en el segundo periodo ordinario de sesiones. Los argumentos presidenciales redundan en una reforma hacendaria que dote al gobierno federal de recursos para invertir en infraestructura básica, educación, salud y programas de combate a la pobreza. La viabilidad económica del país, ha insistido el mandatario, está en juego y depende de la aprobación o no de su iniciativa.

Para convencer a la sociedad de las implicaciones de dicha reforma, Fox Quesada ha insistido en que no fue electo ''para que las cosas sigan igual, seguir en la mediocridad ni para repetir y perpetuar más de lo mismo''.

En lo que se aproximó a un primer Informe de Gobierno, aquel 16 de mayo Vicente Fox Quesada convocó a las fuerzas políticas a poner las cartas sobre la mesa y alcanzar un acuerdo que no le reste viabilidad a la reforma fiscal.