JUEVES Ť 30 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Miles de adultos mayores llenaron el Palacio de los Deportes

Una cana al aire: ocho horas de baile cargadas de alegría

JAIME WHALEY

Los llamativos carteles en vivos colores resultaron inútiles. Anunciaban los servicios que a los senectos, hoy oficialmente adultos mayores, se les proporciona en una clínica gubernamental allá por el Eje Central. La depresión, la nutrición o falta de ella, los males que afectan la memoria y las adicciones, son atendidas en ese establecimiento. Pero ayer en la tarde el tónico contra todo malestar volvió a ser el baile, al celebrarse como cada año la multitudinaria cita de Una cana al aire.

Miles de personas, de aquellas que ya han llegado o rebasado las seis décadas de vida, se aglomeraron bajo el cobrizo domo del Palacio de los Deportes y pabellones adyacentes, para entrarle con fe y habilidad al movimiento corporal, ya lento, ya más movidito.

De todo el Distrito Federal, pero también de poblaciones de la periferia como Amecameca, Ecatepec, Tultitlán, Melchor Ocampo y hasta de ciudades como Guadalajara, Irapuato, Veracruz, fueron llegando los asistentes, lo mismo en Metro que en autos y autobuses tanto urbanos como foráneos. Los transportes del gobierno capitalino fueron y vinieron constantemente a las delegaciones. Casi no se dieron abasto pero llegaban con su pasaje cargado de años y de alegría a la cita de los otoñales, que este año se vio beneficiada por un clima benigno, diríase que hasta primaveral.

Ocho orquestas se encargaron de amenizar el baile. Desfilaron en tandas que se extendían cerca de 45 minutos. Empezaron por ahí de las cuatro de la tarde y cerca de la medianoche le pusieron punto final con la aparición adicional de un mariachi.

De los ritmos el rey danzón fue el que prevaleció pero también hubo swing, boogie boogie, chachachá, mambo y música más tranquila, que encendió rescoldos, como lo mostraron las parejas que se aventuraron a bailar ''de a cartoncito de cerveza''.baile_ancianos5ok

Nazario Vidal, el trompetista de la orquesta de Acerina, se luce con un solo en ese clásico verdiano que el negrón cubano Consejo Valiente adaptó al danzón añadiéndole un diminutivo para dar así paso a Rigoletito. En tanto que se vocea a la señora María de la Luz, que anda extraviada, Raúl Vega, la voz oficial del baile, intenta poner orden a través del sonido local a una caótica venta de casetes -a tan sólo 10 pesos- que amenazaba con desbordarse y derivar en accidente.

Los del Campeche Show, uno de los grupos, tuvieron el nada digno honor de ser los aguafiestas, pues en el foro en que actuaban los bailadores, como lo planteó Carlos Cárcamo, quien no llega a los sesenta pero asistió por vez primera, como que no encajaban con su sonsonete.

En corrillos que se formaron dentro de la sección de invitados especiales, que fueron autoridades y patrocinadores -y de estos últimos hubo bastantes-, se relataron anécdotas de juventud, de tiempos idos que se revivieron sabrosamente, como la vez en que un grupo de alumnos de la ESIA -con el Chino Noguez incluido- salieron de sus entonces flamantes instalaciones de Zacatenco en escalada de prácticas de topografía al cercano cerro del Chiquihuite y alteraron una consigna ahí escrita con piedras encaladas de Viva Cristo Rey por la de Viva Castro Ruz, y la que no se armó a su regreso a la escuela con la pronta protesta de la feligresía guadalupana de la también cercana Basílica.

Rifas de cafeteras, cámaras fotográficas, grabadoras, estancias en hoteles de Acapulco, juegos de plumas y más regalos se entremezclan con la actuación de las orquestas. Teresa Corkidi, de la comisión organizadora, recuerda que fue en el 83 del siglo pasado cuando se puso en marcha el programa Una cana al aire. Originalmente fue una promoción de una aerolinea y luego vino un baile, ''modesto pero que tuvo pegue'', dice, y atiborró el Salón Margo; ''ni Euquerio Guerrero, entonces director del Insen, se imaginaba esto.''

Las visitas a la batería de sanitarios portátiles dispuestos en una de las entradas que conducen al redondel menudearon, y es que bien sostenía el gran Renato Leduc que ''lo cabrón de llegar a viejo es no saber en dónde ni a qué horas le van a dar a uno ganas de mear''.

Unos tímidos saludos en el graderío son devueltos con un ligero ademán por Pedro Ferriz, quien relata que hace 11 años vino a una de estas celebraciones ''en las que dan ganas de llorar por el entusiasmo y la alegría que manifiestan estas personas. Para nosotros es uno más de tantos actos pero para ellos es el baile''.

Y en efecto, aunque no bailó por la debilidad de sus 87 años, Berthita Camacho gozó desde su silla de ruedas y en momentos hasta se dio espacio para uno que otro girito antes de despedirse ''pues quedaron de estar mis nietos por mi a las nueve y media''.