JUEVES Ť 30 Ť AGOSTO Ť 2001

Margo Glantz

Los libros, la universidad y la Biblioteca Nacional

En el último capítulo de Ebano (Anagrama), el libro que Ryszard Kapuscinsky dedica a Africa, se relata una muy bella escena. Sucede en un pueblecito llamado Adofo, cerca del Nilo, en la provincia etiope de Wollega. Casi toda la tierra está calcinada, crecen apenas algunos arbustos, raquíticos, espinosos; de repente, en medio de la desolación, un inmenso árbol de anchísima copa, sobreviviente de aquellas épocas en que el territorio africano era fértil, antes de que se perpetrara el salvaje ecocidio de que ha sido objeto ese continente. En la noche, cuando baja el sol, ese árbol sirve de refugio, de lugar de reunión; y muchas veces, si hay un maestro y en la mañana, de escuela: ''No existen -dice el periodista- ni clases separadas ni límite de edad. El profesor clava sobre el árbol un pedazo de papel que lleva impresas las letras del alfabeto, con un bastón las va señalando, mientras dice su nombre en voz alta; los niños miran y repiten el nombre de las letras para aprendérselas de memoria; no tienen ni papel ni lápiz para escribirlas".

Otra escena me viene a la cabeza: es mi último día de clases en Princeton, me han dado un sobre con formularios que los estudiantes de licenciatura deben llenar para evaluar a sus maestros; para contestarlos, el sobre contiene además varios manojos de pequeños lápices amarillos (una nota nostálgica; me recordaron los plátanos dominicos del mercado de Coyoacán). Ya pasada la evaluación, los lápices, diseminados por todas partes, invaden los espacios de la universidad, las aulas, los auditorios, las oficinas, la biblioteca, el jardín y hasta los pasillos.

Y alguna vez, durante un periodo de inundaciones, de los muchos que devastan periódicamente nuestros países, el gobierno de un país centroamericano pidió, respondiendo a la oferta de ayuda del nuestro, que les enviáramos lápices.

Y esto vendría a cuento una semana después de que se hizo oficial el Programa Nacional de Cultura 2001-2006, esa memorable mañana en que Carlos Fuentes recordó en su discurso la lección vasconcelista, su política cultural, en la que el libro juega un papel primordial. Discurso que trajo como consecuencia una declaración del Presidente: ''No a gravar con IVA a los libros", promesa que, cosa incomprensible, dos días después el mandatario canceló, explicando que la decisión no le corresponde a él, sino al Congreso de la Unión.

ƑCómo entender un proyecto cultural que arranca ignorando nuestra rica y antigua tradición cultural? ƑCómo es posible desconocer -o pretenderlo- la importancia extraordinaria que en nuestro país se le ha dado a la biblioteca pública y al libro y, en general, a la educación y a la cultura? Quizá la explicación esté en otro proyecto, más secreto, y con todo, previsible, lo que Pablo González Casanova llama ''una nueva guerra fría contra la universidad", guerra fría que como en toda América Latina se inicia por lo menos desde los años sesenta, época en que la universidad pública era en México excelente; guerra fría que en última instancia, para Adolfo Sánchez Vázquez, apoyaría a una política que responde ''no a los intereses de toda la sociedad, sino a los de un sector privilegiado".

Hay que agregar también en este contexto el desplegado de protesta que el Consejo Técnico de Humanidades publicó en La Jornada el 25 de agosto, donde subraya el grave desconocimiento que nuestras autoridades tienen de nuestra historia cultural, donde destaca la fundación de nuestra Biblioteca Nacional desde 1833, época de la anarquía santanista que sin embargo fue capaz de visualizar la importancia que la educación tiene para que un país pueda progresar, proyecto ya concebido por los escritores liberales del siglo XIX. ƑCómo ignorar que existe en pleno campus universitario una gran Biblioteca Nacional, la Biblioteca Nacional más importante de América Latina? ƑPara qué serviría edificar un nuevo edificio que la albergue? ƑSomos acaso un país del Primer Mundo? ƑNo pertenecemos a este continente en dónde se ha dado la consigna de acabar con la educación popular? ƑNo podemos sacar lecciones de la historia? ƑY no es Argentina uno de nuestros más terribles espejos?

Cualquier proyecto que favorezca la libertad de opinión y la difusión de los libros -una de sus máximas garantías- es bienvenido, por ejemplo, la Feria del Libro en el Zócalo que organiza el Instituto de Cultura de la Ciudad de México.