JUEVES Ť 30 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Resurge en niños bien sentimiento de superioridad de casta

Banda racista de Yucatán viola a joven artista; no hay investigación

Ť César Salazar cree que la agresión responde a su solidaridad con grupos gays Ť Se perdió el registro de su denuncia

JENARO VILLAMIL ENVIADO

Merida, Yuc., 29 de agosto. Desde el viernes 10 de agosto, César Salazar Góngora ya no interpreta a la Luna ni al Hombre de Barro que se rebela contra el creador en la obra de danza Sajil. La razón: ese día, a las 10 de la noche, fue secuestrado en pleno Paseo de Montejo por tres jóvenes "que vestían como niños bien", quienes lo violaron, lo golpearon contra una piedra de laja, le hierieron una oreja con una navaja y lo abandonaron en un henequenal cerca del pueblo de Tixkokob, a 20 kilómetros de Mérida. Los agresores han dejado como huella de su homofobia 63 llamadas telefónicas al domicilio de este joven de apenas 24 años, de origen maya, delgado, a quien han amenazado de muerte si denuncia los hechos.

henequen_2A pesar de las amenazas y las intimidaciones, el lunes 13 de agosto César Salazar presentó una denuncia ante la agencia 21 de delitos sexuales del Ministerio Público local, y el médico legista levantó el acta por violación. Dos semanas después de la denuncia, el pasado lunes 27 de agosto, la directora de averiguaciones previas, Verónica Rámago, informó a César y a un grupo de acompañantes que no tenían el registro de la denuncia y que "el acoso telefónico no es delito".

"El caso de César forma parte de un nuevo brote de racismo y homofobia en la sociedad meridana", destaca Jorge Franco, director de la revista Hojas de hierba, donde ha colaborado este joven, quien estudió danza clásica en el Instituto Nacional de las Artes con profesores como Nelli Happe, Mijail Phroshenko y Bodi Henkel, y actualmente cursa la carrera de antropología en la UAY.

La violación se inscribe en el contexto de la proliferación de bandas de chavos bien del norte de la ciudad de Mérida ?Los Ruffles, Los Gabos, Raza Latina, Flor Trece, Nework?, quienes han encabezado diversas agresiones contra miembros de grupos contrarios. Estos jóvenes actúan con impunidad y se caracterizan por su profundo racismo ?algunos se hacen llamar "neonazis"?, por su homofobia y por un renovado sentimiento de superioridad de casta, tan común en esta entidad.

César no duda que su actuación en la obra de teatro Sajil, basada en el texto sagrado maya del Popol Vuh, y su participación en algunas actividades de denuncia de agresiones contra homosexuales tengan relación con el ataque que sufrió hace tres semanas.

"Sajil es una exploración distinta del lenguaje dancístico ?reflexiona César. Nosotros salíamos con un mínimo de vestuario. Yo interpretaba a la Luna en un pas de deux con Miguel Flota. Originalmente, el papel estaba destinado a una mujer, pero entré en lugar de Ligia Cámara. También interpretaba al Venado, un animal que representaba el eros, y después hacía la danza del Hombre de Barro. En ese número bailaba con una espada, de cabeza y con un mínimo de vestuario. Esta pieza altera el mito de la creación del hombre: representa la rebelión contra los dioses".

Además de su participación en esta obra, César Salazar había colaborado con el grupo G-44 de Amnistía Internacional en Yucatán, gracias a su contacto con Miguel Hernández. Entre marzo y abril de este año realizó una investigación en la empresa Gamesa, donde se había despedido a tres hombres homosexuales, a quienes acusaron de "distraer al personal".

Los avisos y la agresión

César había recibido recados en su camerino, llamadas telefónicas a su domicilio y dos intentos de agresión que revelaban que lo "traían en la mira". Un día, recuerda, recibió una tarjeta que decía: "para la más bella Luna", acompañada de un disco compacto con la canción española El Toro ("es el toro enamorado de la Luna/ que abandona por las noches la manaá", dice una parte de la canción).

henequen_1Después de una función del 3 de julio, a la cual asistieron estudiantes de escuelas privadas y públicas, comenzó a recibir llamadas telefónicas anónimas a su domicilio. En una de ellas le dejaron el siguiente mensaje: "sal a tu patio a agarrar a tu ganso". César recuerda que se escuchaba el sonido de un radio de banda civil.

Días después recibió otras llamadas más directas: "puto", "maricón", "no digas pendejadas". Un amigo le ayudó a rastrear los números telefónicos y se trataba de dos teléfonos celulares que estaban reportados como robados.

El sábado anterior a la agresión, César fue abordado en el Centro Municipal de la Danza por dos tipos blancos, corpulentos, de clase media alta, de entre 25 y 30 años. "Me dijeron que me callara, que ya no dijera pendejadas", recuerda.

El martes siguiente, al salir de la función en el Teatro Mérida, tres adolescentes de entre 15 y 18 años lo interceptaron en la puerta. También eran niños bien, vestidos a la moda de los cholos. "Me sujetaron y yo me sujeté de la cortina para hacer ruido... se fueron en una camioneta Van verde", similar a la que usaron quienes lo secuestraron tres días después.

La noche de la agresión, César circulaba en su bicicleta por el Paseo de Montejo, a la altura de la calle 47. Venía de una reunión con un sacerdote de la Iglesia ortodoxa. Había gente en las calles y en los restaurantes circundantes. Una camioneta Van verde olivo, cuyas placas estaban ocultas por el lodo, lo interceptó. Se bajaron de ella tres individuos de entre 25 y 30 años, y luego de golpearlo en la cabeza con una piedra lo subieron al vehículo. Alcanzó a pedir auxilio, pero nadie le hizo caso.

"Ellos tenían mayor nivel socioeconómico que los anteriores... Lo noté por su perfume. No se me olvida ese olor", recuerda César, a quien llevaron con todo y su bicicleta a un henequenal cerca de Tixkokob, a escasos 20 kilómetros de Mérida, y muy cerca también de la fábrica de Coca-Cola que está en el Periférico.

Después de bajarlo a empellones de la camioneta, le hirieron la oreja izquierda con una navaja. Ya sometido, lo depositaron en una piedra de laja. Uno de los atacantes lo tomó de los tobillos, mientras otro lo sujetaba de los omóplatos y un tercero lo penetró con violencia y sin protección. Los tres lo violaron durante las tres horas siguientes. "Olían a mariguana y parecían estar bajo los efectos de alguna pastilla", recuerda César.

Después de violarlo, los tres atacantes le patearon el abdomen, la espalda, la cabeza y las piernas hasta que, creyéndolo inconsciente, porque se había quedado inmóvil, se marcharon en la camioneta Van.

La intimidación y la homofobia

César caminó en la madrugada más de 15 kilómetros hasta llegar al crucero conocido como La Fuente Maya. Pidió ayuda en el bar El Rey y no le hicieron caso. Una patrulla lo auxilió y regresó con él al henequenal a buscar su bicicleta. No encontraron nada. Lo llevaron a la Cruz Roja para que le suturaran la oreja, le curaran los golpes que tenía en todo el cuerpo. Le dijeron que tenía una "irritación de esfínter" muy aguda.

El lunes siguiente presentó, solo y sin asesoría legal, una denuncia en la agencia 21 de delitos sexuales. Ese mismo día comenzó el acoso: ha recibido 63 llamadas de los atacantes o de personas cercanas a ellos que supieron de la violación. "¿Quién te lo hizo mejor?", "¿quién se movía mejor?", preguntas que denotan competencia sexual y otras en donde explícitamente lo amenazan si hace públicos los hechos. Las llamadas se realizan desde célulares robados o extraviados.

César sigue rehén de sus agresores. Padece pesadillas, inapetencia, insomnio, depresión. Las autoridades no han investigado nada. En la obra de teatro lo despidieron sin mayor muestra de solidaridad que la lástima. En su casa, sus nueve hermanos temen por su vida.

El sábado 25 de agosto, el periódico local Por Esto! publicó que la banda de Los Ruffles, conformada por 34 niños bien, agredió al joven José Elías Farah. Publicaron la fotografía de un corte en la oreja, muy similar al que recibió César. Al día siguiente, los integrantes de la banda se apersonaron en el rotativo para desmentir la versión y mendarle un "mensaje" a Elías Farah: "que nos deje en paz y que no nos moleste más".

Hace alrededor de dos meses se suscitó otro escándalo de agresiones entre bandas de jóvenes de la llamada casta divina, que a través de la página web yukas.com convocaron a un linchamiento contra un joven de la escuela Modelo. Algunas personas consultadas señalan que se ha vuelto cada vez más común el brote de violencia vinculado al racismo, a la homofobia y a las drogas entre diversas bandas meridanas.

Entre sus recuerdos, César extrae otro: el novio de una amiga suya, perteneciente a este tipo de bandas que se organizan en raves, lo criticó por su color y le dijo a la muchacha: "si se permitiera matar a los de la raza inferior, yo mataría a César y te lo regalaría".