jueves Ť 30 Ť agosto Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

En defensa de la UNAM (otra vez)

Ha habido guerrilleros de varias universidades, incluidas la Iberoamericana y el mismísimo Tecnológico de Monterrey, y sin embargo no han sido acusadas de ser "semilleros de guerrilleros". Por lo tanto, no es posible pensar que quienes defendemos a la UNAM como centro de estudios, de investigación y de difusión de la cultura, estemos exagerando el peligro en que se encuentra en estos momentos.

Desde hace rato, y no sólo a partir del actual gobierno, se ha querido privatizar a las universidades públicas. Privatizar, tratándose de universidades públicas, no quiere decir venderlas a particulares (como han interpretado algunas personas simples), sino hacerlas depender cada vez menos del presupuesto estatal (autosuficientes, se diría), relacionarlas, sobre todo en investigación, con las empresas privadas nacionales y extranjeras, orientar sus planes de estudio a la inserción de México (en este caso) en la globalización económica (de manera subordinada, por supuesto), evaluar externamente la calidad de los estudios y de los egresados, y hacer que los estudiantes paguen por lo menos 30 por ciento de lo que cuesta su educación profesional. En otros términos, eliminar en la práctica su autonomía por lo que se refiere a la libertad de cátedra y de investigación, e insertar a la universidad pública en la lógica del mercado y de la oferta y la demanda.

Estos intentos no fueron logrados por los gobiernos de Salinas y Zedillo, a pesar de que la UNAM tuvo rectores y otros funcionarios que simpatizaban con la idea, un poco en la lógica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del modelo estadunidense de las universidades públicas. El movimiento estudiantil de 1999, que luego fue desvirtuado por intransigencia y sectarismo de quienes hegemonizaron el Consejo General de Huelga, tuvo la virtud, entre otras, de reabrir la discusión sobre el tema y de enfriar los intentos privatizadores de la UNAM, aunque ya no fuera posible revertir el proceso privatizador en las universidades públicas estatales, entre éstas la de Nuevo León -entonces presidida por el actual secretario de Educación Pública-, que se había iniciado años antes sin oposición seria de sus estudiantes y profesores.

La defensa de la UNAM como universidad pública, autónoma y gratuita no sólo sigue vigente para la mayoría de sus miembros, sino que es una necesidad imperiosa si se quiere que continúe siendo lo que hasta ahora ha sido: semillero del pensamiento libre, sin restricciones ideológicas, donde se han formado, para México y varios países latinoamericanos, grandes empresarios, gobernantes, líderes sociales y políticos, destacados profesionales, y sí, también, opositores al statu quo que optaron en diversos momentos, y no sólo ahora, por la vía de la violencia para perseguir sus objetivos.

A principios de octubre del año pasado, en estas mismas páginas, escribí lo que sigue, y que transcribo porque pienso que sigue vigente, a pesar de que ya han transcurrido diez meses: "vale decir que el rector Juan Ramón de la Fuente, aunque nunca ha dicho que defendería la gratuidad de la universidad pública, sí ha insistido en la defensa de la universidad pública y de su autonomía, como ha sido más que evidente en su discurso del 25 de septiembre, en la Ceremonia de Investidura de Profesores e Investigadores Eméritos. Con este discurso, por si había dudas, la UNAM y su rector, junto con decenas de miles de universitarios (académicos, administrativos y estudiantes) no sólo se reivindica la esencia de la Universidad Nacional y su autonomía sino que se guarda una clara distancia del proyecto de educación superior que, al parecer, querría implantar Fox desde la presidencia del país.

"Es poco probable que De la Fuente suscriba la demanda de gratuidad de la educación superior pública, y en este sentido seguiremos insistiendo. Pero dadas las circunstancias del momento y conocidas las intenciones de Fox y sus amigos, una posición táctica recomendable sería apoyar al rector de la UNAM y luego discutir sobre las cuotas o la gratuidad. La lucha en defensa de la universidad pública y autónoma no será fácil, pero es un punto en el que podríamos ponernos de acuerdo todos los universitarios a pesar de nuestras diferencias. Si no lo hacemos, la intolerancia de los defensores del modelo Fox-OCDE-ITESM-UANL se impondrá como han querido imponer otras intolerancias."