jueves Ť 30 Ť agosto Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
Partidos sin ideas
En cierta forma, la crisis de los partidos (y no hablo sólo de México) es una crisis de ideas. La vocación programática, propia de las grandes corrientes ideológicas del pasado, ha terminado por diluirse en beneficio de esas identidades planas, asépticas, adaptables al juego de los medios y renuentes a los verdaderos compromisos que son los modernos partidos.
En nuestro medio, las cosas no son diferentes: los partidos recién incorporados a la modernidad intentan convertirse en maquinarias electorales desprovistas de auténticas definiciones. Incluso el PAN, que pasaba por ser una formación doctrinaria, ha cedido al utilitarismo del poder, volcándose de cabeza en el magma de los Amigos de Fox. Un episodio tan decisivo como la elección de su dirigencia se convierte para el PRI en un juego de poder exento de planteamientos, es decir, de ideas. El PRD hace mucho que emite ruidos sin claridad ideológica. A izquierda y derecha, las fuerzas políticas pagan puntual tributo a la racionalidad del mercado político buscando el Centro, esa inalcanzable utopía de la medianía democracia.
El gran debate blanquiazul en torno a la relación entre el Presidente y su partido, por dar un ejemplo, culminó en la trivialidad con una serie de frases pretendidamente ingeniosas y unas cuantas demandas sensibles en los ámbitos locales del panismo que, por lo visto, constituyen su razón de ser. La opinión pública sigue de cerca los dislates presidenciales, pero no conoce una propuesta de conjunto que ayude a vislumbrar el futuro de México. Las pomposas declaraciones del candidato Fox sobre la nueva era que estaba por abrirse se quedaron vacías, convertidas en una retahíla de justificaciones que no aminoran el desencanto. En la banda priísta, cuatro candidatos, que son dos en realidad, recorren el país ofreciendo revancha y un catálogo de principios arcaicos que ningún renovador se atreve a cuestionar. La izquierda hace mucho tiempo que no trabaja en serio para diseñar una alternativa que no sea la reiteración del viejo oposicionismo.
Sin embargo, en esta trivialización de las ideas pocas declaraciones recientes se comparan con éxito al decálogo Pensar diferente propuesto por la Fundación Colosio y leído en reciente asamblea, según reza la nota periodística, por Sabino Bastidas, su presidente.
"Sabino Bastidas -apunta la crónica de La Jornada- abrió un debate al que denominó Pensar diferente, para resolver las contradicciones que han llevado al PRI a ser al mismo tiempo socialista y neoliberal (sic), de izquierda y de derecha (sic, pidiendo auxilio a Monsiváis), y de tener entre sus filas y paseándose por los pasillos partidistas lo mismo a los secretarios de Hacienda que nacionalizaron la banca que a los que la privatizaron". Todos, resume el señor Bastidas, "cabíamos bajo el paraguas flexible de la generosa Revolución Mexicana". Ante esa línea de inmaculada coherencia, la Fundación Colosio propone un cambio sustancial: "El PRI tiene que pensar diferente para construir su futuro. La decimoséptima Asamblea necesita ideas frescas y diferentes... Buscamos reivindicar el valor del debate de ideas... Se dirán muchas cosas. Que nadie se sienta, y el que disienta, que venga a debatir".
Sin embargo, mientras el PRI halla las ideas frescas que hoy le faltan, los aspirantes a dirigirlo recorren el país en unas campañas sin reglas que sólo pueden favorecer, como apuntó Bartlett, a quienes tienen la capacidad de gastar sin control y fuera de toda regla grandes sumas, de modo que muy al margen de los planteamientos y del "pensar diferente" del señor Bastidas, la próxima dirigencia le deberá su victoria a estas inversiones. A fin de cuentas, una es la política para el gran público que vota, y otra la que se hace "en corto" para armonizar los intereses de los poderes fácticos que son los que mandan.
En las semanas que vienen sabremos si el PRI está buscando un nuevo rostro o un reacomodo en la coalición que gobierna. Si juzgamos por lo que vemos, las Ideas, con mayúsculas, salen sobrando. ƑNo querrá el señor Fox aplicarle también un impuesto a las ideas? Con los partidos, saldría perdiendo.