Ť Al escuchar Cumbia sobre el río bailaron cientos de personas
Comandado por Celso Piña, el vallenato regiomontano tomó el Zócalo capitalino
Ť El cantante presentará hoy su disco Barrio bravo en el Salón 21
ARTURO CRUZ BARCENAS
El vallenato regiomontano tomó el Zócalo capitalino. Llegó comandado por Celso Piña, acompañado por Toy Hernández y Pato, de Control Machete; Poncho, de Santa Sabina; Queso, de Resorte; Blanquito Man (King Changó), entre otros, como integrantes de La Firma. Se escuchó Cumbia sobre el río (suena), y cientos alrededor bailaron el ritmo colombiano que la raza ha hecho suyo vía el paso del chemo.
Celso lleva 20 años de darle y darle al acordeón; es un maestro del instrumento. Carlos Monsiváis lo llama El acordeonista de Hamelin. Miles de chavos respetan a Celso en Monterrey, su terruño; lo quieren, lo defienden, lo cotorrean; a ellos el músico les dice que qué onda, pues ya párenle de esto y l'otro. Ya no al chemo ni a la chela. Para qué acabar en una pared.
El valor cimero de Celso, "excelso", le dicen los vales, es la autenticidad. Nada de pajarear a la sombra, todo a viva luz. Allá, en el Cerro de la Campana, en la colonia Independencia. Su música ha dejado de ser cerrera, como con menosprecio la calificaron los cultos olor a mármol. Ahora su vallenato, su música colombiana, es popular; hay estaciones de radio que transmiten todo el día y durante la noche las canciones de Vallén, de valledupar.
Ayer, en el corazón del país, en el ombligo del mundo, donde los aztecas adoraron a sus entes de piedra, ídolos según los españoles, Celso llegó para presentar su disco Barrio bravo, cerca de otro, de Tepito. El vallenato, la cumbia colombiana se fusionó con el hip hop, de fondo el acordeón, y Cumbia sobre el río ya se oye en España, en Venezuela.
El vallenato o lo colombiano es una subcultura en Monterrey. Está en los medios de comunicación, en la calle y en las casas. De las bocinas de los autos salen el norteño, la redoba, el bajosexto y las rolas sabrosonas, que se bailan con una caguama en la mano. Del Cerro de la Silla a la plancha del Zócalo.
Un orgullo embargaba a Celso ayer. Pero no se ufana, e inclusive se puso nervioso. Veinte años de darle y darle. Lejanos están ya los días en que para ganarse una lana tuvo que tocar el sintetizador y reventarse El sirenito, la inmortal de Rigoleto Tovarovich.
Ayer el vallenato inundó el Zócalo y reclamó al mundo su nacionalidad mexicana. Celso es el artífice de este movimiento que hace mover los pies e imaginarse bailando con una gorda o una flaca. Guapachosamente, sabrosamente, cachondamente. "Música es música, qué no", ha dicho Celso, una y otra vez.
Hoy Celso Piña presentará su disco en el Salón 21 de Polanco. Tocará su acordeón y muchos conocerán la fuerza de la música sonidera, callejera. Estará acompañado de varios de los músicos que participaron en el cidí Barrio bravo, pero sin duda lo apoteósico será cuando con los Control Machete y Blanquito Man se reviente Cumbia sobre el río. Una lástima será la ausencia de El Gran Silencio. Uno de sus integrantes sufrió un accidente en días pasados. A él, Celso y compañía le dedican su actuación. Cantemos y bailemos un vallenato en su honor.