miercoles Ť 29 Ť agosto Ť 2001
Arnoldo Kraus
Aspirinas y libros
La (pre)decisión de Vicente Fox de no aplicar el IVA a los libros no es histórica porque ni tenía pasado ni futuro ni había sido aprobada por el Congreso. Seguramente el Presidente y quienes se encuentren implicados en este tipo de resoluciones sabían, mientras meditaban sobre las bonanzas por gravar libros, que el futuro para su nación tampoco sería promisorio si se impedía a sus ciudadanos, aún más, leer, educarse, cultivarse. Sin duda, nuestro primer mandatario y Sara Bermúdez, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, han escuchado que en muchos hogares mexicanos no hay ni un libro, y probablemente se hayan enterado de que Barcelona -3 millones de habitantes- cuenta con más librerías que todo nuestro país. Si se aplicase el IVA es probable que las librerías se convertirían en monumentos históricos.
Es también factible que el secretario de Educación, Reyes Tamez, y los aludidos hayan cavilado acerca de la relación que existe entre los precios de muchos libros -quizá la mayoría- y el salario mínimo. No pocos connacionales requieren trabajar dos o tres días para comprar un texto -lo cual supone no comer ni malgastar el dinero en otros bienes suntuarios. Es seguro que todos los ministros asistentes al acto en el cual Fox anunció que los libros no se gravarán, comprenden también que la mayoría de los países que ha logrado mejorar las condiciones de vida de sus pueblos, lo ha conseguido invirtiendo en educación. Si educar es un acto muy complejo, hacerlo sin libros -antes del IVA, lo intuye el gobierno, muchos alumnos no tenían recursos suficientes para adquirirlos-, es imposible. En ese renglón, los expertos han comentado, en incontables ocasiones, que el gasto destinado en nuestra nación a educación es incomparablemente menor que el de los países desarrollados, de ahí que tasar la educación sea una gran incongruencia. Suficiente pena es que México ocupe en América Latina el decimoprimer lugar en analfabetismo.
La (pre)decisión -lo de pre y lo del paréntesis es porque el Presidente delegó la responsabilidad en Sara Bermúdez, quien deberá dialogar con Francisco Gil Díaz, titular de Hacienda, para convencerlo de la sabiduría contenida en los libros- conlleva, por supuesto, otras consecuencias que son bien conocidas por todos los asistentes: es imposible leer con el estómago vacío o estando enfermo.
A partir de la Declaración Biblioteca México me persigue una idea que motu proprio he convertido en hipótesis: si la pobreza "se clona" vía enfermedad, lo inverso puede también ser cierto. Es decir, las enfermedades "pueden clonarse" vía pobreza. Parecería un simple juego de palabras inútiles e incluso retóricas, pero no es así. La realidad, en este caso, es un buen aliado: los pobres enferman más que los ricos y los pacientes que no sanan y dejan de trabajar, amén de que invierten grandes cantidades para curar, empobrecen y enferman más.
Esta hipótesis podría tener relevancia a partir de la Declaración Biblioteca México, pues agrego otro ingrediente que con suerte convertirá mi hipótesis en teoría: es muy poco probable que los libros, aun sin IVA, sean leídos por enfermos. De ahí que la (pre)decisión de nuestro Presidente debería concatenarse con otras. No al IVA a libros deberá ser no al IVA a medicamentos ni a alimentos. Quizá esta noción podría, propongo modestamente, llamarse Declaración Hospital General México. La razón es obvia: aun cuando no se tasen los libros, exigir a la gente enferma que lea antes de comprar aspirinas parecería una imprudencia enorme que a la postre, incluso resultaría contraproducente, pues los libros, incluso sin IVA, se quedarían embodegados, como suele suceder en México.
Perogrullo al habla: los probables lectores no tendrían que leer, ya sea porque estuviesen enfermos, desnutridos, porque el IVA destinado a las aspirinas impediría adquirir libros o porque muchos estudiantes de la UNAM se encuentren recluidos en Almoloya, una vez que la Procuraduría General de la República haya abierto los archivos de nuestra universidad -podría reproducirse lo que aconteció en Camboya: todos los ciudadanos que usaban lentes fueron encarcelados o asesinados, pues seguramente tenían el hábito de la lectura.
En esa lógica, la sentencia de Carlos Fuentes: "las ediciones requieren apoyo, no gravamen", a la luz de los pacientes que enferman por no tener dinero para comprar fármacos, podría modificarse: "los enfermos requieren medicamentos, doctores y alimentos, no gravámenes".