miercoles Ť 29 Ť agosto Ť 2001
José Steinsleger
Racismo y esclavitud
ƑQué fue primero: la esclavitud o el racismo? La interrogante conlleva tantas complejidades como el dilema que se aplica a las prioridades del huevo o la gallina. Pero hoy sabemos que la esclavitud, hija de la pobreza espiritual, fue y es madre del narcisismo racial, achaque de los pueblos elegidos que aún se atribuyen un árbol genealógico con remotas raíces divinas.
Como ente individual el hombre puede presumir de haber conseguido un alto grado de conciencia y moralidad. En cambio, como ente social sigue siendo hijo de la selva, luchando sin piedad por lograr o mantener ventajas más o menos injustas o inicuas que se organizan con base en la violencia y el privilegio.
Después del pacto bilateral de Jehová y Abraham los hebreos se sintieron un pueblo sobrehumano, seguros de la inferioridad de los otros y de su derecho a tratarlos con desprecio aniquilante. Intolerancia que con su temor a las razas impuras no podía sino engendrar las religiones que los negarían, ofreciéndoles la misma medicina.
El primer campo de concentración de la humanidad fue el infierno que las religiones monoteístas reservaron para el otro. Después vino la valoración racial teñida con el pigmento de la piel. Los árabes del califato Omeya llamábanse a sí mismos "la gente morena" para fijar su diferencia con los persas y los pueblos rubios, a los que calificaban de inferiores. O sea que si el haber llegado primero a la civilización fuera un certificado de superioridad étnica, ella estaría en favor de las razas morenas -sumerios, egipcios- o de la amarilla -chinos.
Los griegos fueron los primeros en observar e intentar la explicación de las diferencias raciales por la influencia de medio geográfico y clima.
En América, los indígenas "descubiertos" tuvieron claro el propósito de la conquista. Los informantes del cronista Sahagún dijeron: "como si fueran monos levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba y se les iluminaba el corazón... Como unos puercos hambrientos ansían el oro... Están como quien habla lengua salvaje; todo lo que dicen, en lengua salvaje es..." (en: Miguel León Portilla, Visión de los vencidos).
La génesis del racismo "científico" de la modernidad alzó vuelo cuando el protestantismo echó mano al Antiguo Testamento, en el que la idea de pueblo elegido o raza superior aparece en toda su edénica desnudez. Así, a mediados del siglo XIX, la empresa colonial maceró la necesidad de dar a las razas un fundamento "científico".
En 1859, año de la publicación de La evolución de las especies y del ajusticiamiento del abolicionista John Brown en Estados Unidos, el conde Joseph Arthur Gobineau (1816-82) defendió la "pureza de las razas" y consideró que el mestizaje las desvitalizaba para la acción creadora (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas).
Experto en lenguas orientales, Gobineau fue el primero en concebir la historia del hombre en términos raciales. Dio por sentado que todos los idiomas muertos y vivos de Europa, Persia y el norte de la India tienen una raíz común, identificó lengua con raza y dedujo que los pueblos que hablaban aquella lengua madre ("indogermana") integraban la raza privilegiada de la humanidad. Deducción que, de ser imitada, llevaría a demostrar que el negro de Virginia y el chino de Hong Kong, que hablan inglés, son tan sajones como Adolfo Hitler y el presidente George W. Bush.
El Compendio de geografía universal (París, 1875) nos informa que los habitantes de Guinea Alta son "negros, robustos e ingenuos, pero holgazanes, vengativos y ladrones. Van casi desnudos, comen carne cruda y abandonan a sus mujeres el cultivo del campo". Los persas son "sobrios, afeminados, hábiles, dados a la poesía, ardientes y vengativos", mientras los ingleses son "valientes, cultos, honrados, muy industriosos, amantes de su libertad y de su patria, emprendedores y laboriosos, muy dados al comercio y a las artes útiles".
Con Gobineau, la individualidad se transformó en "raza". Su discípulo Houstan Stewart Chamberlain (1855-1927), músico inglés nacionalizado alemán y casado con una hija del compositor Richard Wagner, descubrió que "de Jesucristo a Dante todos los grandes hombres de verdad eran arios incontaminados". Y Alfred Rosenberg (1893-1946), ideólogo del nazismo ejecutado por el Tribunal de Nuremberg, le creyó a pie juntillas.
En 1942 se estrenó en España la película Raza, patrocinada por el Consejo de la Hispanidad. Dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, el filme narra la historia de dos hermanos que en la guerra civil pelean en bandos distintos. El cuadro final muestra el desfile de la victoria, presidido por el caudillo triunfador. A una pregunta de sus hijos, un tal comandante Churruca contesta señalando a los vencedores: "Esto, hijos míos, es raza".
En tiempos de la expansión colonial la idea de definir el mundo como espacio económico global era completamente nueva. Sin embargo, la empresa colonial europea fue el anverso y reverso de un solo proyecto: la expoliación de los recursos naturales y la voluntad de "elevar las razas de color" a un grado de "civilización" superior.
Hoy el proceso descrito recibe el nombre de "globalización". Es decir, formarnos a imagen y semejanza de lo que no queremos ser: esclavos de Estados Unidos, último exponente de la "raza superior".