MARTES Ť 28 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Con mi nueva obra El espía del aire quise hacer una novela corta, expresa

Fraguar una trama literaria me resulta un acto imperioso y neurótico, señala Solares

Ť Las letras son una máquina del tiempo que nos regresa a etapas disfrutables de la vida

Ť Las cosas no son como se viven, sino como las recordamos y las escribimos, indica

CESAR GÜEMES

Se escribe por placer o por necesidad, por el gusto de encontrar una historia o por el padecimiento de buscar una forma de narrarla. Se escribe, dice Ignacio Solares, por compulsión. Adicto a la narrativa y la dramaturgia, lejano ya de experiencias como la que narró en Delirium tremens pero muy cerca del estado de gracia que lo llevó a hacer Madero, el otro, Solares escribe y lo dice en su más reciente libro, El espía del aire, que comenzó a circular bajo el sello de Alfaguara.

En su oficina de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, al lado de un humidificador que apenas contrarresta la seca frialdad de la mañana, el autor de trabajos como La noche de Angeles y El sitio deja por un momento su escritorio de trabajo y regresa a ser el escritor que ha sido siempre.

-No es sencillo que un prosista de tu generación se decida a revelar hechos de su vida, así sea transformados por la literatura, en los que justamente se establece cómo se decidió a escribir.

-Todos idealizamos lo que nos sucede a los 20 años o deberíamos idealizarlo. Me pareció muy terapéutico narrar esa época. La escritura tiene el don maravilloso de ''regresarnos" cuando la practicamos. Finalmente, la literatura hace las veces de máquina del tiempo y nos permite brincar a épocas que uno disfrutó vivir. Esto lo relaciono mucho con la lectura: al leer entro en un mundo ajeno, me enajeno yo mismo y por eso hablo del descubrimiento concreto de la literatura, tanto las clases de letras y filosofía como las primeras entrevistas que hice a escritores.

Compulsión por escribir

-Es sorprendente que puedas recordar no sólo breves diálogos sino largas parrafadas dichas por Juan José Arreola. Tu personal máquina del tiempo es muy eficaz.

-Espero ser fiel al espíritu de Arreola. Sustento que me importa más lo simbólicamente verdadero que lo históricamente exacto. Me he permitido adaptar mis recuerdos para beneficio del libro, algo que también hice con Gaos o Cortázar. Lo que importa, después de todo, es ser fiel al espíritu de aquel momento. Valle Inclán decía que las cosas no son como las vivimos sino como las recordamos, y podría hacer un añadido: las cosas son como las escribimos. En ese sentido, supongo que lo vivido en ese momento está simbólicamente reflejado en el libro.

-ƑTrabajas en novelas como las que son usuales en ti, no necesariamente autorreflexivas o más amplias?

-La intención de El espía del aire fue hacer una novela corta. Creo profundamente en los géneros, son mundos con reglas propias. La verdad es que, muy estimulado por algunas que me parecen admirables, se me despertó el deseo de hacer una de ellas. Tengo por modelos, obviamente, Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco; Aura, de Carlos Fuentes, y ya no se digan las de Chéjov o Henry James. Es un género muy singular que obliga a constreñirse a un espacio y un tiempo. La novela en general, decía Faulkner, requiere de paja bien administrada. Un cuento no puede tenerla. La novela corta está a la mitad de ese camino.

-ƑTiene alguna relación este tipo de obras que has venido haciendo desde hace un tiempo con tu actual forma de trabajo?

-Ahora las cosas son un poco más complicadas por la cantidad de trabajo que tengo. Pero más que haber escrito, me es necesario permanecer escribiendo. Más que ver el libro publicado, lo imperioso y neurótico es el acto de fraguar una trama literaria. Aun si tuviera un trabajo el doblesolares_ignacio_unx de pesado me dedicaría a escribir, sacrificando los fines de semana, no ver a los amigos e incluso a la familia. Es un problema compulsivo. Escribir es en mi caso una droga tan adictiva como para algunas personas puede serlo el alcohol o la cocaína, con la ventaja de que hay drogas que son descendentes, como éstas que menciono, y hay ascendentes, como la literatura. Escribir impulsa el acercamiento con nuestros semejantes, aunque sé que escribo sobre todo para conocerme. Por eso siempre le busco el espacio. Le robo tiempo a todo lo que puedo y trabajo en proyectos personales que me permiten seguir funcionando en todo lo demás. Digamos que tengo mi pequeña dosis de droga a diario.

Estar a disgusto con la realidad

-ƑTe despiertas con tu literatura o la ejerces antes de dormir?

-Como estudié con jesuitas, eso me hace escribir casi siempre de mañana. Los jesuitas creen fundamentalmente en la disciplina y el orden. Debo tener reprimido algún jesuita que me obliga a hacer las cosas.

-Podrías encabezar, en el mejor de los sentidos, un grupo de ''escritores anónimos", por aquello de escribir de manera compulsiva.

-Quizá sí. Sigo creyendo en la parte espiritual de la literatura. Esto, que puede sonar light, se explica así: pienso que escribir nos da acceso a otra cosa. Hay una frase de Breton que me gusta muchísimo y tengo subrayada: ''La literatura, como el amor, debe ser una ceremonia secreta realizada en lo más profundo de un sótano". Para mí eso es una verdad luminosa, sobre todo porque se opone a la literatura cuantificada por el número de ejemplares vendidos o por el lugar que se ocupa dentro del rating intelectual. Ese concepto comercial me parece por lo pronto muy antiliterario: sigo creyendo que la literatura está referida al profundo dolor humano, al fracaso. Me interesa más la escritura como reflejo de los padecimientos de todos que como sombra del éxito o de la autoayuda, que dicho sea de paso es espantosa la proliferación de ese tipo de libros. Me aferro a pensar que la escritura está más relacionada con las preguntas que con las respuestas. Creo en toda la corriente literaria que nos antecede y por eso me encanta releer.

-Después de los libros escritos hasta ahora, Ƒte conoces por fin?

-El día que me conozca a lo mejor dejo de escribir. Finalmente la literatura tiene que ver más con la infelicidad que con la dicha. La escritura está relacionada directamente con la frustración. Escribir es un reflejo de la desesperación personal. El escritor está profundamente a disgusto con su realidad. Sólo a partir de ello concibo la creación literaria.