martes Ť 28 Ť agosto Ť 2001

Luis Hernández Navarro

La nueva frontera norte

La propaganda oficial del municipio de Tehuacán, Puebla, presenta a su ciudad como un "Sol de oportunidades". Allí está la frontera sur de México del norte. La tercera línea fronteriza, ubicada después de los corredores industriales de Monterrey, Garza-García, Saltillo y Ramos Arizpe. Allí comienza la frontera norte del Plan Puebla Panamá (PPP).

En Tehuacán trabajan miles de indígenas, nahuas y mazatecos originarios de la Sierra Negra y de Oaxaca. Muchos no han cumplido aún los 20 años de edad. La crisis en el campo los arrancó de sus pueblos. Llegaron a la ciudad en busca de la soleada oportunidad: apenas un empleo. Trabajan diez horas diarias, y a veces hasta 14, seis días de la semana en las plantas maquiladoras que se instalaron hace una década. Fabrican pantalones y faldas de mezclilla. (véase en Masiosare, Jesús Ramírez, 29 de julio 2001).

Durante décadas, Tehuacán fue reconocida por su agua y su fama de capital del agua mineral llegó a muchos países. Pero hoy escasea y está contaminada: se utiliza para lavar la mezclilla. Mientras en las maquilas sobra el agua, el campo y su gente están sedientos.

Mas el vital líquido no es lo único que esas empresas han saqueado a los pueblos indios, pues con el apoyo de las autoridades los han despojado "legalmente" de sus tierras. Los nuevos indios urbanos viven en unas 100 colonias de reciente creación. Sus casas son pequeñas y no tienen agua, luz ni drenaje. Muchas están fabricadas con cartón y plástico.

Lo que el gobierno propone hoy como modelo de desarrollo para el sureste del país ha sido aplicado en Tehuacán desde hace seis años. El PPP, despojado de su retórica humanista y ecológica, es aquí una realidad. Su proyecto para los pueblos indígenas es convertirlos en laboriosos trabajadores de nuevas Maquilatitlanes o en peones de las plantaciones forestales o en vendedores de la biodiversidad que durante siglos han cuidado.

Pero escuchar estas historias sólo hacen sentir a Florencio Salazar, coordinador del PPP, según dijo apenas hace unos días en la Cámara de Diputados: "como James Bond ante tanta conspiración contra el proyecto". Sospecha que describir esta realidad es parte de actitudes "antiimperialistas, dogmáticas e ignorantes" hacia su proyecto, que pueden esconder un interés separatista.

Y es que, después de todo, el PPP establece como su objetivo fundamental mejorar la calidad de vida de los habitantes de la región, y en el caso específico de los pueblos indígenas "fortalecer las tradiciones culturales de la región" y el respeto de sus derechos, así como el apoyo a los acuerdos que "finalmente apruebe el Congreso relativo a la iniciativa de ley", pues éstos son "uno de sus destinatarios fundamentales".

Sin embargo, tanta generosidad se desvanece a la hora de definir y contar a los indios de la región. El documento base del PPP contabiliza la población indígena del país utilizando como criterio único el de los mayores de cinco años que hablan una lengua indígena. El resultado final es que hay una subestimación generalizada del tamaño de los pueblos originarios, pues el recuento no incluye a quienes niegan hablar su lengua materna, la han perdido o no responden a las preguntas del censo por desconfianza, incomprensión lingüística o monolingüismo.

Un procedimiento mucho más adecuado (puesto en práctica por el Instituto Nacional Indigenista -INI-) consiste en sumar a la variable "hablante de lengua indígena" de los Censos Generales de Población y Vivienda a la población infantil de cero a cuatro años, cuyo jefe de familia habla algún idioma autóctono, así como a la población total de aquellas comunidades identificadas como eminentemente indígenas.

La diferencia entre ambas estimaciones es significativa. El PPP establece que en 1995 había casi 5 millones 500 mil indígenas y el INI habla de 10 millones 724 mil personas, es decir, casi el doble.

A ello hay que añadir que la administración de Vicente Fox no movió un dedo para defender la iniciativa sobre derechos y cultura indígenas elaborada por la Cocopa, y que no piensa hacer nada para revertir la situación. Que en el Plan Nacional de Desarrollo lo indígena quedó totalmente relegado. Y que el presupuesto del INI no ha tenido incremento alguno ni lo tendrá durante el año que viene. Por eso el movimiento indígena ha dicho šno al PPP! Su rechazo no proviene de que se oponga al progreso; surge de las vivencias de miles de indígenas que viven y trabajan en los nuevos Taiwanajuatos estilo Tehuacán, de las luchas en contra de la biopiratería en los Altos de Chiapas, o de la resistencia al megaproyecto del Istmo.

Desde su perspectiva, el PPP es parte "de un renovado proyecto de colonización salvaje de Centroamérica, el arribo de los intereses del gran capital, las trasnacionales y de las oligarquías", impuesto desde arriba. Un plan que quiere correr la frontera norte hasta Puebla y convertir al sur del país en una nueva Centroamérica. Un plan que hay que rechazar.