martes Ť 28 Ť agosto Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

Problemas de segunda generación

Por encima de partidos y de lógicas políticas, más allá de ideologías y de proyectos, poco a poco empieza a cobrar rostro un conjunto de problemas importantes que afectan la vida pública del país, tanto en el ámbito regional, como en el plano nacional. Se trata de una segunda generación de problemas de la democracia; sus expresiones tienen que ver con los modos autoritarios de ejercicio del poder, con la debilidad institucional y las herencias del viejo régimen. Este fenómeno no es nuevo, viene inmediatamente después de la alternancia y tiene diversos ingredientes que generan una suerte de crisis de legitimidad sobre la democracia.

La fase anterior de las luchas democráticas en México -los últimos 20 años- consistió en lograr la alternancia electoral como una expectativa para tener buenos gobiernos, es decir, un ejercicio del poder con transparencia y honestidad, eficacia para manejar los recursos, participación para involucrar a la sociedad en las decisiones públicas y ampliar la base de instituciones autónomas en manos de la ciudadanía. Dos ideas acotan estos procesos: la democracia no termina en las elecciones y la alternancia no garantiza el tránsito democrático. Es de sentido común señalar que la democracia no termina, sino que se inicia con comicios transparentes; además, las experiencias regionales en los estados y municipios expresaron hace tiempo los límites y las posibilidades de las alternancias.

Hoy, cuando faltan unos días para el primer Informe del presidente Fox, hay un ánimo bajo y mucho desencanto por el incumplimiento de las promesas de campaña. En otros países que tuvieron alternancia y transición antes que nosotros, hoy viven estos procesos de crisis democrática más a fondo, simplemente porque nos llevan la delantera en el tiempo. Los motivos del desencanto son también los nuestros: un modelo económico que no logra distribuir el ingreso y que cada vez genera más pobreza; una gran inseguridad pública y un grave descrédito -desafecto- de las instituciones políticas, los partidos, el Congreso. Así lo muestra un estudio reciente realizado en 17 países de América Latina, publicado en el semanario The Economist.

En un plano más particular podemos ver que en México la lógica política se ha movido de un antagonismo del PRI vs. la oposición, alternancia vs. continuidad, hacia esta gama de problemas que produce opiniones como "todo sigue igual" o "el voto no sirve". El gobierno federal es fuertemente atacado, navega entre una opinión pública adversa, las críticas se multiplican diariamente y, salvo algunas excepciones, el tono es negativo. No se logran tener acuerdos y pactos, y en su lugar hay polémicas ante cualquier decisión pública. El viejo régimen se lava las manos con estas críticas y se prepara para regresar al poder.

Ya hemos visto cómo se puede restaurar el viejo régimen después de una alternancia; el caso Chihuahua muestra un ejemplo claro que hoy llega al extremo de anular elecciones sin argumentos jurídicos, como en el caso de Ciudad Juárez, en donde una reforma electoral debilitó los organismos electorales; tenemos un presidente municipal panista que abusa del poder y un gobernador priísta del viejo régimen. En el otro lado del espectro está Jalisco, el segundo gobernador panista que debilita las instituciones, llega a modificar una buena parte de lo que hizo el anterior gobernador, también panista, y establece alianzas con los intereses más conservadores de la región; mantiene paralizada a la Comisión Estatal de Derechos Humanos -prácticamente la única de su género que ha funcionado en el país en los últimos años-, porque no quiere independencia, sino subordinación; mete las manos en la conformación de los consejeros electorales; concentra recursos y trata de controlar e intimidar a la prensa. Este perfil autoritario de ejercer el poder está por encima de los partidos políticos y de sus ideologías. ƑCómo es posible que la sociedad que se organizó electoralmente para tener mejores gobiernos, vía el voto popular, hoy tolere este neoautoritarismo? Esto se da porque hay un entramado institucional muy débil que fácilmente puede quedar trastocado por la voluntad de un gobernador; los contrapesos no funcionan; las reglas para vigilar son insuficientes; la cultura política democrática no se ha fortalecido; la transparencia y la rendición de cuentas pueden ser obstaculizadas y distorsionadas. Estos son los problemas de segunda generación que todos los días crecen y afectan a la incipiente democracia mexicana en su parte más vulnerable: la credibilidad.

Más que una conclusión o un pronóstico, que sólo podría ser reservado, podemos establecer una apreciación de este fenómeno: resolver estos problemas de segunda generación llevará tiempo; por lo pronto hemos ganado la posibilidad de que el voto quizás ajuste los excesos del poder, y como dice Gabriel Zaid: lo más notable es "lo que no ha sucedido...".