LUNES Ť 27 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť ¡Ya me di cuenta de que no soy actriz! Quizá esto no me atrevería a hacerlo en otro lado

"Concierto negro me sirve para recordar que mi voz es parte integral de mi cuerpo", afirma Eugenia León

ARTURO CRUZ BARCENAS

Con el ánimo de que no hay mal que por bien no venga, la cantante Eugenia León bromea con el comentario expresado por Jesusa Rodríguez de que ella seguirá presentándose en el teatro-bar El Hábito, en la obra Concierto negro, "hasta que se reforme la recién aprobada ley en materia indígena", aun en contra de todos los nuevos "virreyes", como "el barbudo Diego Fernández de Cevallos".
eugenia1Como cada miércoles, Eugenia ha concluido su participación en la función de esa noche en la puesta en escena escrita por Jesusa y ve el futuro con mejor lente. Un empresario de tantos, un vulgar coleccionista de billetes, le birló una cantidad de dinero que prefiere, porque no lo puede precisar, no citar, y olvidar. Había hecho una pausa en sus presentaciones dentro de Concierto negro para irse de gira con el citado transa, y ahora "aquí estoy, en esta obra maravillosa" en la que se conjugan el cine, el suspenso de Alfred Hitchcock, el drama propio del teatro y el sentimiento del canto.

Ya la mayoría de los parroquianos se han ido y quedan los aferrados, los que escuchan el típico: "¡vámonos, señores!" Algunos de los heroicos meseros esperan a que se vacíe el sitio, su centro de trabajo. Han hecho prodigios para no cruzarse con las luces que se proyectan sobre el escenario. En cuclillas llevan los elíxires hasta las mesitas.

"¿Cómo estuvo, cómo estuvo?", pregunta Eugenia, ya sin el atuendo del final de la obra, sin el maquillaje. Ella y Jesusa confiaron en el estreno, hace unos meses, en que el trabajo se iría afinando y cada vez sería mejor.

Y tenían razón. Le han quitado algunas cosas, le han puesto otras. Eugenia ya improvisa; es la marca de la casa. Un chistorete coyuntural, aprovechando las malas nuevas de los diarios. De repente un albur, también con copyrigth de Chucha, al modo de ésta. Es un toque de jazz, nada más para no aburrirse.

Sobre la función recién terminada, Eugenia dice: "Si esto lo hubiera hecho hace algunos años ya estuviera yo llore y llore, durante el show, pero como que ya se me está curtiendo el cuero; ya estoy más cueruda. Además, el objetivo del exorcismo es para mí... no sé si para el público, pero, egoístamente, es para mí. Jesusa me conoce tanto y es tan canija que siempre me anda poniendo mensajitos en los espectáculos que hacemos... ¡creo en los maestros, fíjate! No es cosa de autoridad, pero siempre alguien ve en ti algo y te manda un mensaje, y en lugar de salir toda apachurrada, salgo mucho más ligera".

"Soy absolutamente desigual"

-¿Haz adquirido presencia escénica?

-Soy absolutamente desigual. No tengo la disciplina de los actores. Hubieras visto un día que no pudo venir Alejandro Calva (el mayordomo del drama), Jesusa tomó su lugar. El show, con ella, tomó otra dimensión. Yo, quizá por selección natural, soy cantante. Mis historias están fragmentadas; los cantantes somos fragmentarios. Hacemos puras historias chiquitas; las historias completas sólo los actores las hacen.

"¡Ya me di cuenta de que no soy actriz! No me lamento por ello. Me encanta tener esta oportunidad; no tengo la aspiración de aparecer en una película, actuando. Esto me sirve para recordar, primero, que mi cuerpo es parte integral de mi voz y que las historias chiquitas, que son las canciones, se vuelven, en este espacio, una historia completa, en la que tiene que haber otro tipo de disciplinas. Quizá no me atrevería a hacer esto en otro lado.

"Juro que no me gustan los bares, pero aquí hay una historia de cariño; no se trata de demostrarle a nadie que ya puedo actuar. Siempre es como el propedéutico, como la vuelta de tuerca. Aunque jamás he tomado clases de teatro, que me hacen mucha falta, con Jesusa siempre ha sido de vámonos a los extremos. No importa que el público piense que estás haciendo el ridículo, que estés acartonada. No quiero que me califiquen como actriz; siempre pensé que sólo debía cantar".

-¿Te diviertes o sufres?

-A veces sí, las dos cosas, porque, por ejemplo, no me paro en la luz. Le pido a Jesusa que me ayude; ella sí es diva, yo no.

-¿Qué es una diva?

-(...) ¡Ay, no sé! ¡Ni quiero definirlo! ¡No tengo la menor idea! Alguien decía que era algo maravilloso, que no tenía nada que ver con tu trabajo, sino más bien con el fenómeno que provoca. Soy una persona que ha sido ama de casa, con manos de lavatrastes; soy hasta cierto punto aburrida; no tengo frases célebres; no tengo amigos del poder que me visiten, no voy a los cocteles, no me visto así, a la última, ni tengo limusina, porque no podría con eso. Tampoco tengo la concentración para eso. Vaya... ¡no me importa! No me importa ni definirlo ni ser o no ser. Me queda muy extraño.

-¿Cómo defines, ahorita, a un empresario?

-¡Qué buena pregunta! Son como unos marcianos. Sí entiendo que debiéramos ser amigos. El espectáculo no lo hace el empresario, pero los artistas tampoco lo pueden hacer solos. Tenemos una mala educación, ambos. Ellos están viendo de dónde sacan la lana.

No quiere hablar de la reciente transota de un empresario vivales, pero dice: "Hacía mucho que no me pasaba una cosa tan babosa, pero tampoco me marca la vida. Ni me toca sentirme la víctima. ¡Y ya! Es un mal rato".

Confía en que puedan, ella y sus compañeros, sacarle más jugo a su espectáculo, para darle cada vez más brillo al Concierto negro, que se presenta cada miércoles, a partir de las nueve de la noche, en el bar El Hábito.