domingo Ť 26 Ť agosto Ť 2001
Rolando Cordera Campos
A quien corresponda: se trata de gobierno
Apanicados o empanizados, o ambas cosas a la vez, los hombres y las mujeres (faltaba más) que gobiernan tienen que vérselas con las duras y poco maduras realidades del poder constituido. También con quienes reclaman de ese poder bienes y prebendas, alivios y esperanzas, que está visto no puede ofrecer con cargo sólo a la voluntad o la buena fe del que manda.
En Vallarta y antes en Mazatlán, las dificultades y las vías para sortearlas han sido puestas sobre la mesa, pero lo que ha sobresalido por su ausencia han sido la capacidad de encaminarse por un nuevo curso de acuerdo y política, así como los instrumentos concretos que puedan ayudar a los políticos para hacerlo en el tiempo requerido. Descansar en las bondades inextinguibles del mal llamado "bono" democrático, es equivalente a insistir en que el peor usado "bono" demográfico nos asegura sin más volvernos la nación próspera y dinámica, moderna se decía antes, que el Presidente prometió en su campaña. También nos la han prometido otros, pero lo que tenemos hoy es una sociedad en andrajos, dividida como en pocas ocasiones anteriores en cuanto a la distribución de ingresos y riqueza, y tal vez todavía blindada frente a las voluptuosidades del exterior, pero no inmune a dosis repetidas de la kriptonita de la especulación y los pánicos financieros que saltan cuando menos se les espera.
En el Congreso sigue estando la clave de una solución democrática a este pantano en que se ha tornado la alternancia. Allí deberían estar depositados esperanzas y esfuerzos, pero el hecho es que lo que por ahora manda en sus recintos es la negociación a escondidas, el cálculo inmediatista, la avidez por la fama instantánea. Y así no se puede producir ni consejo ni consenso para la sociedad huérfana, mucho menos espacios para la deliberación y el ejercicio del poder. El ridículo mayor es la supuesta discusión sobre el formato del primer Informe: ahí sí que la imaginación política se volvió sopor y decepción.
En Vallarta los panistas descubrieron, se espera, el valor de los conceptos y del verbo. Es nocivo, corrosivo podría decirse, seguir en el infantilismo democrático y gastar la pólvora en invenciones, como esa de la vinculación democrática con el gobierno del presidente Fox. Son y no pueden dejar de serlo hasta que los votos digan lo contrario, partido en el gobierno y es eso lo que se espera de ellos. Lo demás, son las formas y la retórica adecuadas para las nuevas realidades de la ciudadanía y el pluralismo, la angustia colectiva y la incertidumbre sistémica que, tendrían que admitirlo, el panismo no ha podido desarrollar e inventar. En esa materia, al igual que ocurre con PRI y PRD, todo son estatuas de sal.
No sólo necesitan el PAN y el sistema político en su conjunto que el partido de Gómez Morín se asuma como un partido en el gobierno. Lo urgente, por delicado y ausente, es que se vuelva ya, hoy, un partido de gobierno. No del gobierno, como quiere la puerilidad democratoide, sino de, para gobernar, y así darle a la conducción del Estado una madurez y una consistencia de la que carece, ido sin demasiado adiós ni dolor el presidencialismo que nos heredó la Revolución, la que sí podía portar mayúsculas.
Partido en y de gobierno: esa es la ecuación a resolver. Lo de no volverse "del" gobierno, queda por ahora a la imaginación un tanto adolescente de los que buscan planes y conjuras dentro de Palacio o Los Pinos para hacerle al Presidente el partido que, supuestamente, necesita y no tiene. Si la perspectiva es la primera, lo que no tiene justificación política alguna son las ausencias, así como los desplantes asambleístas de algunos asistentes al cónclave de Vallarta.
Cómo explicar que un partido en el gobierno, que debe ser de gobierno, excluya de sus convivios de cúpula al responsable de las relaciones exteriores del país, o le dé trato de extraño al que tiene que lidiar con las precarias finanzas nacionales, dejó de ser asunto del columnismo a la orden. Mucho menos puede ser cosa del café o la copa tardía en el comedero que no esté en el índice.
Si de gobernar se trata, y en efecto se trata de eso, lo que urge es mayoría de edad en el ejercicio de la responsabilidad política y no ese discurrir a salto de mata en que se ha convertido el intercambio político y entre los políticos. Llegamos al Informe presidencial desprovistos del entramado y el acuerdo en lo fundamental que una sociedad tan acosada y pobre, como es México, requiere. No subsanarán estas fallas el optimismo al que convoca el Presidente ni las lamentables improvisaciones de una oposición que no encuentra su lugar.
Es de partidos y proyectos de lo que hay que hablar, salvo que lo que se quiera sea un ejercicio del poder en solitario, aderezado por un federalismo de renta y prebenda, y por grupos de amigos que despachan desde la cocina. Se fueron a la playa, pero el altiplano está que arde. Y no por los petardos, que triste homenaje le hicieron a Zapata.