DOMINGO Ť 26 Ť AGOSTO Ť 2001

Jenaro Villamil

Hospitales, guerrillas y desmesuras mediáticas

El martes 21 de agosto la joven Jazmín Teresa Patricio Rosas se convirtió en la protagonista de un viacrucis hospitalario y de una batalla mediática. Había tratado de ingresar a varios hospitales ?dos privados y tres públicos? para dar a luz a su hijo. Su caso fue captado por los noticiarios matutinos de radio y televisión, y lo convirtieron en una nueva muestra de desmesura informativa. Televisa y Radio Red movilizaron sus helicópteros y su infraestructura ?mucho más costosa, por cierto, que el pago de un parto en cualquier hospital? para "gestionar" e informar del caso. Los conductores usaban el tono de tribulación sensacionalista al que nos han acostumbrado y de protagonismo de tintes mesiánicos que aplican ciertos conductores radiofónicos.

De ahí transformaron este hecho en un motivo para acosar a la titular de la Secretaría de Salud del Distrito Federal, Asa Cristina Laurell. El objetivo ya no era informar o denunciar, sino exhibir a algún funcionario público capitalino. "Usted no escucha Radio Red, por eso no está informada de lo que pasa", le respondió un airado José Gutiérrez Vivó a la funcionaria, en un regaño telefónico al domicilio de la funcionaria, como si lo importante no fueran los hechos sino el medio que los explota y los transmite para obtener rating.

En la noche, el asunto derivó en sendas encuestas en El Noticiero de Televisa y en Hechos de Tv Azteca. En esta televisora la pregunta era si se debía sancionar a los hospitales que no acepten casos de emergencia. El 95 por ciento respondió que sí y el 5 por ciento que no. Televisa se fue directo: ¿Cómo califica usted los servicios de los hospitales del sector público? El 80 por ciento opinó que eran malos, frente a un 11 por ciento regular y un 9 por ciento buena. A ninguna de las televisoras comerciales se le ocurrió sondear la opinión también sobre los hospitales privados o sobre la necesidad de incrementar el presupuesto para mejorar los servicios médicos públicos de la capital y del país. El dramático caso de la joven sirvió para una clara inducción de la opinión sondeada.

Las tribulaciones de los medios electrónicos por este caso no se vieron, días antes, en otros hechos que suponen también anomalías y abusos de autoridad contra individuos. ¿Acaso alguna televisora o estación de radio sondeó si creían que los 5 ciudadanos detenidos por la PGR eran los verdaderos responsables de la colocación de palomas en tres sucursales bancarias? Por el contrario, se dio por sentado que los detenidos eran guerrilleros de alta peligrosidad y, en una edición de imágenes digna de una verdadera táctica de guerrilla mediática, noticiarios como el de Hechos combinó el lunes 20 de agosto la información del EPR y las FARP, en México, con los sucesos violentos de Colombia, del País Vasco y de Irlanda del Norte, para luego presentar un sondeo sesgado: ¿Considera al EPR una banda criminal? El 82.15 por ciento opinó que sí y el 17.84 por ciento que no.

El problema de la desmesura mediática es que ya alcanzó a noticiarios que antes se consideraban "serios" o ajenos a la democratitis que revelan los sondeos de las televisoras comerciales. Once Noticias preguntó a su audiencia el 16 de agosto: "¿Cree usted que las universidades son semillero de guerrillas?" El 43 por ciento opinó que sí y el 57 por ciento que no. ¿A cuenta de qué criterio periodístico un noticiario de una institución de educación pública induce un prejuicio a todas luces promovido por ciertos sectores de la derecha para desacreditar a las universidades? ¿Por qué no preguntar si se considera correcto o ético que las autoridades ministeriales generalicen y acusen a las universidades, en especial a la UNAM, sin más datos que los proporcionados por el personal del general Macedo de la Cocha?

En menos de dos semanas, los noticiarios televisivos y radiofónicos pasaron del sobredimensionamiento de los "bombazos" a la promoción de severas críticas contra dos sectores clave del Estado social: las universidades y los hospitales públicos. En ambos casos predominó un tono de desmesura y escándalo, que lejos de ayudar a una información crítica promueven la exhibición y el prejuicio, la intolerancia y la indignación de audiencias dispuestas al linchamiento, tal y como antes se vio en la cobertura del asesinato de Francisco Stanley o en la información sobre las movilizaciones de estudiantes durante la huelga de la UNAM.

En circunstancias como las antes reseñadas resulta más riesgoso y menos ético la desmesura informativa que los propios hechos y las denuncias que la alientan.

El politólogo italiano Fulvio Atina señaló en el Diccionario de Política que uno de los elementos constitutivos de éxito de las guerrillas armadas lo constituye "el control psicológico sobre las masas" y "las masivas campañas de propaganda" a favor de sus intereses. En las circunstancias actuales estos ingredientes parecen ser constitutivos de los medios electrónicos en la búsqueda de rating. Los grandes montajes de distracción informativa los aplican puntualmente como si se tratara de guerrillas mediáticas.

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