PEMEX PARA LOS MEXICANOS
Pesimista,
el director de Petróleos Mexicanos, Raúl Muñoz Leos,
bosqueja el futuro de la industria petrolera mexicana: de no hacerse cambios
sustanciales en la paraestatal, ésta se dirige a un inminente colapso
financiero. En su opinión, los cambios deben orientarse a garantizar
inversiones del orden de los 6 mil millones de dólares anuales hasta
el final del sexenio. De lo contrario, advierte, para 2006 la producción
de crudo y gas caerá en una tercera parte aproximadamente y habría
un déficit en la balanza comercial de la empresa por 500 millones
de dólares.
No obstante la posible certeza en las proyecciones, el
escenario planteado por Muñoz Leos, más que contribuir al
análisis y la discusión inteligente para rescatar a Pemex
de un previsible colapso, pone en relieve la premura del gobierno federal
para abrir las puertas de la paraestatal al capital extranjero y avanzar
hacia la privatización.
Es indiscutible que Pemex requiere de mayores inversiones,
de un cambio en su esquema tributario, pero hacerlo al margen del interés
nacional, de un proyecto honesto y patriótico --como el concebido
en la expropiación de 1938--, sería equivalente a ofrecerla
en charola de plata al capital extranjero.
Los mexicanos estamos obligados a rescatar a Pemex, sí,
a Petróleos Mexicanos de la crisis y para ello, primero, debemos
exigir que la discusión sobre su futuro sea absolutamente transparente,
pues parece que en este país no existe otra manera de hacer política
que las viejas mañas priístas.
Por eso llama la atención el tono de advertencia
utilizado por Muñoz Leos: la delicada situación de Pemex
obliga a considerar el acceso de la inversión privada nacional y
extranjera en gas, energía y petróleo. Y añade que
en el sector de la petroquímica ya se tienen 40 socios potenciales.
Pero, ¿cuántos de ellos son inversionistas nacionales, y,
en caso de serlo, hasta dónde están controlados por los capitales
extranjeros?
Por su inmenso potencial económico, históricamente
Pemex ha estado en la mira de poderosas empresas extranjeras. Incluso,
persiste un ánimo revanchista de quienes alguna vez fueron expropiados.
En tiempos de Salinas de Gortari, Estados Unidos presionó en el
contexto de la firma del TLC para la venta de Pemex, lo cual finalmente
no ocurrió. En 1995 el rescate financiero estadunidense condicionó
a México por la vía del petróleo, lo que llevó
al país a una sobrexplotación de sus reservas.
Hoy, la situación pareciera ser la adecuada para
que finalmente Pemex quede en manos ajenas. De lograrse, además
de ser una promesa de campaña de Fox cumplida, perderíamos
una empresa que representa nuestra soberanía.
Si en verdad el gobierno mexicano considera a Pemex como
una de las empresas más importantes para el desarrollo nacional
debe, en primer lugar, liberarla de la enorme carga fiscal y resolver la
ineficiencia y corrupción que la aquejan. En paralelo, es necesario
que se asuma el compromiso de canalizar la inversión para el mantenimiento
de las instalaciones, desarrollo tecnológico, exploración,
construcción de nuevas plantas... En fin, mantener a Pemex como
una empresa que, al margen de décadas de corrupción, es uno
de nuestros escasos bastiones nacionalistas, además, desde luego,
de ser estratégica.
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