sabado Ť 25 Ť agosto Ť 2001
Enrique Calderón A.
Las cuentas del gran capitán
!gnoro el origen de este conocido dicho, pero ello no me impidió traerlo a la memoria mientras escuchaba al presidente Fox, durante una entrevista que ofreció en Chile a diversos medios de comunicación.
Su discurso, un tanto enredado, giraba en torno al crecimiento cero de la economía durante el último trimestre, con lo que es posible esperar un crecimiento anual global de 1 por ciento, lo cual, dijo, no está nada mal (aunque tampoco nada bien).
En su argumentación, el Presidente decía que había que estar optimista porque algunos sectores de la economía presentaban crecimientos importantes hasta de un 4 o 5 por ciento, como era el caso de la agricultura; me pareció curioso porque esto es una bonita forma de decir, que en otros sectores de la economía las cosas están muy difíciles, con decrecimiento de 5 por ciento o más, para que el promedio final nos dé el cero anunciado.
Por momentos, el Presidente parecía enojado, criticando a quienes vemos la situación en forma distinta a la suya. El mismo discurso y el mismo tono han persistido durante los días siguientes, llamando a muchos timoratos, o carentes de visión y de empuje, apanicados. Considero que el Presidente está equivocado a partir de algo que él no quiere ver, aunque durante su campaña parecía sí estar enterado: los mexicanos, digo, su inmensa mayoría, no venimos saliendo de una fiesta o de un banquete, ni de haber ido a recoger un premio a la lotería.
Constituimos un país que ha sido golpeado brutalmente en nuestra economía, en nuestros niveles de bienestar y en nuestras expectativas de tener una vida un poquito mejor, por gobiernos carentes de compromiso social. Las cifras recién liberadas de los Censos de Población del 2000, nos indican claramente que los ingresos reales de la población decrecieron en la última década un 16 por ciento en las ciudades, y un 25 por ciento en las zonas rurales, donde se han perdido además un millón y medio de empleos agrícolas entre 1990 y 2000.
En las ciudades, las políticas y estrategias económicas no han sido mejores, tan sólo las de la administración de Zedillo causaron el incremento de 5 millones de puestos de trabajo en la economía informal, con ingresos de subsistencia, en respuesta a la falta de empleos formales, al mismo tiempo que decenas de miles de empresas se vieron obligadas a cerrar ante la indolencia gubernamental; el apanicamiento no es gratuito ni espontáneo.
El problema que enfrenta Fox, no somos quienes vemos las cosas con escepticismo, sino su visión de que las economías neoliberales de sus dos antecesores estuvieron correctas, sin atreverse a ver los daños que causaron; el problema no es de ahora, ni de este año, sino de los errores pasados, con políticas que sólo han generado pobreza, marginación e injusticia social.
La opción para Fox está en el cambio que ofreció y que ahora se niega a cumplir, en un cambio que reconozca la importancia del mercado interno, de fomentar el crecimiento de las empresas mexicanas, especialmente las pequeñas y medianas, otorgándoles los créditos que por años les han sido negados, de crear instrumentos de apoyo al sector rural y a los campesinos, en lugar de abandonarlos a su suerte, de quitar las patentes de corso que los banqueros y otros pequeños grupos de interés han venido disfrutando durante las últimas décadas.
Su otra opción es seguir su camino haciéndose las cuentas del gran capitán, como lo hizo Zedillo durante seis años, y mostrando al país la necesidad de votar por algo más sólido que "el cambio".