VIERNES Ť 24 Ť AGOSTO Ť 2001
ITACATE
Un lugar para vivir en medio de la tormenta
alejandra dupuy
BUENOS AIRES. ARGENTINA. La Buenos Aires que no duerme, la de la calle Corrientes, con librerías abiertas bien pasada la noche y cafés repletos de porteños noctámbulos, la de la peatonal Lavalle repleta de cines... Esa imagen se ha desdibujado en la última década para dar lugar a otra, resultante de una Argentina atravesada por la crisis.
"ƑCON CUANTO SE VIVE allá al mes?", "ƑCuánto es el salario mínimo?", Ƒ"Es fácil conseguir trabajo?" ƑNos quieren a los argentinos?" Batería de preguntas de este tipo acosarán al turista, al emigrado. No es impertinencia porteña; nomás que la calle está dura y ante la falta de salidas y el constante tropezar con una crisis tras otra, renace la ilusión de la fuga. "La única salida es Ezeiza", anticipaba un grafiti hace ya algunos años, en alusion al aeropuerto internacional.
"DESDE LOS 15 AÑOS he trabajado en negro, sin posibilidad de mejorar. Ahora tengo una oportunidad y la voy a aprovechar a full", dijo a El País uno de las decenas de jóvenes argentinos, descendientes de emigrantes españoles, enrolados recientemente en las filas del ejército de la Madre Patria, no precisamente por vocación militar. "No huyo, pero es que Buenos Aires está triste", explica al mismo diario una de las máximas figuras del rock argentino, Fito Páez, al explicar su decisión de instalarse una temporada en Madrid.
"EL ULTIMO QUE apague la luz", "Esto no tiene arreglo", son algunas voces que dan cuenta del desencanto reinante. "Tiempos falaces y descreídos", con talas de salarios y de puestos de trabajo en un país donde las mínimas funciones del Estado han desaparecido tras más de una década de privatizaciones salvajes. En el nuevo milenio, uno de cada diez porteños es pobre, una de cada tres personas en la zona que rodea la capital está por debajo de la línea de pobreza.
Y TODO PARECE irse de las manos de un presidente que aún no cumple un año en el poder pero que aparece en los cartones de la prensa con un almohada atada a su espalda, o en programas de televisión representado por un tipo que anda a tropezones por el set.
ƑHAY LUGAR PARA la cultura en este paisaje de la debacle? Sí, pero el consumo ha cambiado. Mientras las salas de teatro privadas se han ido vaciando, los recitales musicales se erigen en el principal objeto de consumo cultural de la juventud. Un recital gratuito de los Fabulosos Cadillacs y la banda brasileña Olodum convocó en el pasado verano austral nada menos que 250 mil personas. Unas 30 mil acudieron, a lo largo de dos meses, a tres exposiciones plásticas organizadas por el municipal Centro Cultural Recoleta, e igual cifra reunió, un fin de semana, una visita abierta a talleres de artistas en el bohemio barrio de Palermo.
NACEN ADEMAS ESPACIOS surgidos de la solidaridad, como el IMPA-La Fábrica Cultural, una procesadora de aluminio en la que trabajan más de 150 personas y funciona como cooperativa que comparte espacios con un grupo de artistas. Dos pesos (igual dólares) alcanzan para tomar un vino o una chela en un viejo patio de la fábrica y escuchar algo de música.
Y SI LA PALIDA no permite salir de casa, están los cidis piratas a mitad de precio de los legales, que a su vez han pasado de 20 pesos a unos 13, en las frecuentes promociones de las disqueras para enfrentar el brutal descenso del consumo.
PERO NO TODO es crisis, puesto que hay géneros que mueven millones, como el de la movida tropical, cuyas raíces se remontan a décadas atrás, con los cuartetos animando las bailantas en el interior del país. Música de las clases sociales más humildes, de los negritos, que ahora sale a la luz y deja de ser un producto vergonzante para ser incluso artículo kitsch para la gente bien.
DESTACA EN ESTA movida la cumbia villera, algo así como letras del gansta rap local con base de cumbia colombiana. Los pibes de las villas (ciudades perdidas) cantan ya no al amor romántico, sino al sexo rápido y precario, a los chorros (ladrones), a las drogas, al futbol, contra los excesos de la yuta (policía).
YERBA BRAVA, Flor de Piedra, Damas Gratis, Guachín son algunos de los grupos que enarbolan la marginalidad en el escenario tropical, criticados por quienes consideran sus letras una apología del delito, y por otros que destacan la tosca base musical de los himnos villeros, pero cuyo poder de convocatoria envidian políticos y algunos roqueros.
EN CUANTO AL CINE, los porteños acuden a las salas -que se han ido desplazando del centro hacia los suburbios y los centros comerciales- unas 3.5 veces al año, pese a los 7 pesos de la entrada, según el diario Clarín. Como alternativa más barata, siempre están las salas del Centro Municipal General San Martín, o videoclubes como el de la librería Liberarte, donde se encuentran clásicos de todo el mundo, incluido México, y joyas del cine independiente.
EN CAMBIO, la baja en el consumo teatral, de acuerdo tambien con Clarín, supera el 40 por ciento. Pero el montaje de Carmina Burana en un teatro municipal logró llenar nada menos que 31 funciones.
ESTA ASISTENCIA MASIVA da muestra del aguante porteño frente a la crisis, si bien nadie cree que un espectáculo pueda cambiar al país, la cultura es la trinchera que permite encontrar contención, sentido de pertenencia y un lugar para vivir en medio de la tormenta.