viernes Ť 24 Ť agosto Ť 2001
Horacio Labastida
Hacia el congreso universitario
En la medida en que se abrevian los tiempos que conducen al congreso universitario, surgen ideas nobles y redentoras de la nación, desde el momento en que identifican los valores de la universidad con la defensa y engrandecimiento del hombre y sus ideales. Estas son las tesis que expuso Cristina Puga en el foro Universidad y democracia, celebrado el pasado martes en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Afirmó la maestra Puga que la UNAM ha cumplido con los deberes de la libertad de cátedra, y que este cumplimiento la muestra como fuente en las transformaciones del pueblo. Y precisamente en la vinculación de universidad y perfeccionamiento del hombre se hallan las esencias del quehacer universitario: humanizar al hombre y evitar su animalización. Ahora bien, Ƒcuáles son los requisitos que deben satisfacerse en el propósito de que la universidad cumpla tan preclaras tareas?
Una importante respuesta está en Universidad Nacional, sociedad y desarrollo, de Marcos Kaplan (Anuies, México, 1996). Después de los tres primeros capítulos, en el cuarto señala con precisión las funciones, tareas y poderes de la universidad pública. Advierte en primer lugar que la "universidad se concibe y actúa según un ideal educativo o paideia", porque se asume, dice, como claustro de la razón que reúne a maestros y estudiantes en el quehacer común de buscar verdades en que se forjen "personalidades inteligentes, autónomas y creativas", capaces de participar en la realización histórica de una sociedad esperada y factible. Kaplan acentúa después el imprescindible espacio de libertad en que fructifican las actividades académicas y el juicio crítico ante los mensajes de la autoridad. Si la universidad es sede de la inteligencia, su naturaleza, como lo señala Hegel (1770-1831), consiste en propiciar la negación de la afirmación, porque pensar -escribe el catedrático de Heidelberg- es negar la expresión dogmática. En sus consideraciones Marcos Kaplan destaca otros puntos vinculados a la universidad: su integración en el "sistema educacional", donde se reconocen las demandas culturales, sociales y político-estatales, así como los límites de su actividad "respecto de los principales actores, niveles y aspectos del sistema", participando además en los procesos de reproducción y cambios sociales por cuanto opera en la selección y distribución de estudiantes, profesores e investigadores, y en los lineamientos y contenido de sus actividades. Esta operación de producción y distribución del saber connota un indudable impacto en la sociedad porque tal producción y distribución del talento puede significar un valladar contra los patrones ideológicos inducidos por las clases privilegiadas y el poder a su servicio, en tanto que tal producción y distribución se modela en "la idea democrática". De esta manera la universidad es instancia reivindicativa de la educación universal, gratuita y obligatoria. En la medida en que las gentes estiman que deben y pueden ser más inteligentes y aptas, la universidad representa el camino del perfeccionamiento de todos y de cada uno. A estos aspectos se suman otros dos: la liga de la universidad con el crecimiento y modernización del pueblo y su enhebramiento con la política. La universidad no es torre de marfil y sí cátedra de mejoramiento económico y ascenso social, dando lugar a que "se convierta en (lugar) de fenómenos políticos, de aprendizaje para la acción y para el logro y ejercicio de poderes de índole político". Por esto, observa Kaplan, la sociedad misma y sus instituciones plantean problemas a la universidad, tratan de imponerle soluciones a la vez que le piden "conocimientos, críticas, ideologías, opciones (académicas, ideológicas, políticas)".
Si en verdad la universidad no puede eludir presiones y contrapresiones que derivan de la circunstancia económica, social y política que la rodea, también lo es que la universidad para cumplir sus compromisos con la verdad tiene que armonizar la verdad con la ética, hacer del claustro del saber un claustro del bien común. Es evidente que la libertad de cátedra purga el dogmatismo y sus totalitarismos políticos, y también lo es que esta libertad resulta incompatible con elites del dinero, que por determinación lógica tratan de convertir a los pueblos en instrumentos del acaudalamiento de los menos. Si la verdad y la ética enlazan a la universidad con el poder, tal enlazamiento no la convierte ni en sujeto ni en actor del teatro político.