MARTES Ť 21 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Ugo Pipitone

La cumbre de Santiago

Reunido en Santiago de Chile, el Grupo de Río acaba de cumplir su rito anual. Y, otra vez, sin grandes sorpresas. Este grupo (que reúne 19 naciones latinoamericanas) sigue siendo más un foro de consulta que un mecanismo productor de compromisos comunes y capaz de establecer fronteras colectivas para los países de la región. E, inevitablemente, el discurso florido compensa la ausencia de proyectos comunes.

En fin, más un cansado rito periódico que una instancia de coordinación de políticas para enfrentar problemas en gran parte comunes a los países de la región. En la geometría variable de los acuerdos regionales de la actualidad, América Latina sigue siendo un gran ausente. Y como ocurre a menudo en la política, las dificultades urgentes estrechan la conciencia de los problemas importantes. En esta ocasión, los aprietos argentinos cumplieron el papel de preocupación de última hora. Pero Ƒcuáles son los "problemas importantes"? Pongamos las cosas en su perspectiva histórica.

En esas partes del mundo, la independencia significó heredar fracturas sociales profundas, oligarquías locales más o menos poderosas y estructuras productivas arcaicas. Después de casi dos siglos de vida independiente, estos problemas quedan, en la sustancia, intactos no obstante los progresos registrados en varios ámbitos.

La región ha experimentado dos grandes intentos de desarrollo. El primero de modernización oligárquica basada en las exportaciones primarias. Desde los años treinta y cuarenta del siglo pasado comienza a tomar forma una nueva "gran estrategia": la industrialización sustitutiva. Los acuerdos oligárquicos previos son remplazados por diferentes mezclas de líderes carismáticos, arreglos clientelares y todo aquello que ha terminado por sintetizarse en el populismo.

En medio de una historia compleja, lo único seguro que puede decirse hoy es que ninguno de estos grandes proyectos de modernización (el oligárquico y el populista) cumplió sus expectativas originarias. Las esperanzas iniciales se disolvieron en el camino entre viejos problemas irresueltos y nuevas dificultades para las cuales las respuestas resultaron dramáticamente inadecuadas. No obstante danzas y contradanzas los problemas heredados de la colonia siguen ahí: profunda desigualdad social, atraso productivo y democracia frágil. Pero, desde hace un par de décadas comienza a tomar forma el tercer gran intento de modernización regional: un conjunto de estrategias de desarrollo que podríamos sintetizar en la palabra "neoliberal". Y la pregunta es inevitable: Ƒtendrá este tercer intento el éxito que no tuvieron los dos previos?

Si el fortalecimiento de las interdependencias globales constituye un ámbito ineludible para la acción de gobiernos y sociedades, Ƒpuede derivarse de esta constatación la confianza de que la integración económica internacional producirá efectos positivos sobre la integración social interna de las realidades latinoamericanas? Hace un siglo se pensó que la clave eran las exportaciones de productos primarios; hace medio siglo se pensó que la clave era una industrialización sustitutiva que habría producido amplios efectos positivos. El fracaso de la primera estrategia dejó en el campo arcaísmos rurales e instituciones públicas paraoligárquicas. Los descalabros de la segunda dejaron una herencia de burocracias infladas, empresas públicas convertidas en hoyos negros del presupuesto y un amplio muestrario de rigideces clientelares.

Así que, sin casandrismos de por medio, uno se pregunta cuáles nuevos escombros (para entretener las siguientes generaciones) prepara ese nuevo ciclo de certezas estratégicas asociado a apertura externa y privatizaciones. ƑTenemos hoy mayores posibilidades que ayer para enfrentar exitosamente la aguda desigualdad social, el atraso productivo y la fragilidad institucional? El único dato verdaderamente nuevo de la región es la reciente consolidación democrática. Y sin embargo, a juzgar por lo ocurrido en estas primeras dos décadas de la nueva estrategia, sigue de pie el problema: Ƒes sostenible la democracia en contextos sociales agudamente polarizados? De la reunión del Grupo de Río, como de costumbre, no vino ninguna respuesta