LUNES Ť 20 Ť AGOSTOŤ 2001

TOROS

Ť Fin de semana taurino en el DF: dos novilladas, similar emoción

Joselito Huerta, Ernesto Castellón y Oscar Rodríguez triunfan en Arroyo

Ť De Haro e Ismael Rosas, en la México Ť Vela, Zamora y Villegas, sin expresión

LEONARDO PAEZ

En México cada vez hay más diestros consagrados que sacan al público de las plazas, pero también noveles desconocidos que lo sacan a uno de su casa para ir a atestiguar sus avances y expresión, así como toreros memorables que, como El Cid, siguen obteniendo victorias después de muertos.

A este último y distinguido grupo pertenece Joselito Huerta, no sólo como señor de los ruedos sino como congruente criador de reses bravas, y cuyos sucesores enviaron el sábado a la Plaza Antonio Velázquez, de Arroyo, cuatro novillos excepcionales que reiteraron lo obvio: La única tabla de salvación que le queda al espectáculo taurino en México es la bravura auténtica, no la falsa ni la aproximada, sino ésa, la que justifica la tauromaquia, la que pone a prueba la vocación y conocimientos de los hombres de luces y la emoción y sensibilidad de los públicos... para que regresen a las plazas, así sean de aforo reducido.

dibujo toros-BanderillasTodos los novillos de Huerta fueron aplaudidos en el arrastre, pues remataron furiosos en los burladeros, cumplieron en varas, persiguieron a los banderilleros al salir de los pares -aquel quitazo a cuerpo limpio realizado por Felipe González- y exigieron quietud y mando en los matadores, dos de los cuales, Ernesto Castellón y Oscar Rodríguez -de la Academia Municipal Taurina de Guadalajara, que acertadamente dirige Francisco Ramírez, Curro Calesero-, cortaron oreja y demostraron ser sólidas promesas novilleriles, con celo y con sello, claro, sólo para empresarios que no estén peleados con su dinero.

Ernesto Castellón, que reaparecía después de grave cornada, en un principio dio la impresión de traer la faena prefabricada, pero cuando con un aguante espartano desengañó al novillo y lo metió en la muleta, consiguió adaptar su toreo a la embestida -y no a la inversa- e instrumentó varias tandas bajando y corriendo mucho la mano, con interioridad además de técnica. Yéndose por derecho dejó una gran estocada y el juez Luis Corona, a petición del respetable, otorgó muy merecida oreja.

El debutante Oscar Rodríguez, alto y con unos muslos como los del petardo sevillano que contrató la empresa de la México la novillada anterior, pero con una entrega y un sentimiento que no le caben en el fornido cuerpo, literalmente flota en el ruedo.

Veroniqueó con gusto, dejó dos portentosos pares en todo lo alto, jugándosela en serio, no a cabeza pasada, y luego de brindarle a Felipe en una escena de profundo torerismo, cuajó una solvente faena por ambos lados, embarcando y templando mucho al encastado animal, imprimiéndole dimensión y expresión torera a su quehacer. Si no deja la espada caída se lleva el rabo, pues cuando en la arena hay un toro bravo y un torero entregado el público se olvida de las anatomías, los rostros y las pigmentaciones. Arrastre lento se ordenó para los restos del noble y bravo Consentido.

El Cecetla ataca de nuevo

La antigua Plaza México, convertida hace nueve años en el Cecetla -Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje-, no disminuye su entusiasmo para hacer el ridículo como principal promotora del espectáculo taurino en el país.

Ya podrán traer becerros engordados o toros terciados, hoy, hoy, hoy a ciencia y paciencia de las autoridades en turno, que la menguada sensibilidad empresarial de los capacitados no logra asimilar la materia "Confección de carteles que garanticen espectáculo", e instalados en una injustificada negligencia taurina se empeñan en ofrecer tedio en vez de emociones, habida cuenta que el negocio no reside ya en la asistencia de público a la plazota y menos en una planeada promoción de nuevos valores, sino en la importación de dos o tres ases y sus patiños, en vergonzosos paquetes monstruo.

En la sexta novillada de la temporada, con unos dos mil quinientos asoleados en los tendidos, se anunció un muy bien presentado encierro de la ganadería tlaxcalteca de De Haro, como siempre, con edad, trapío y los problemas de la bravura sin adjetivos, pero los cecetlos, empeñados en tomar el rábano por las hojas, en vez de traer a los novilleros más puestos o de mayor cartel, anunciaron a tres jóvenes poco placeados.

Masacradas las reses en varas, incapaces las cuadrillas de lidiarlas con aplomo y profesionalismo -excepto dos gallardos pares del subalterno Ismael Rosas al segundo de la tarde, por los que fue llamado a saludar- e impotentes los muchachos para hacerles fiestas, por lo menos tres de los hermosos ejemplares se fueron inéditos al destazadero, como si la mejor tradición ganadera no bastara para hacer valer la bravura y recuperar la grandeza de un espectáculo que se nos escurre entre las manos, en medio de una modernización sin idea.