Jornada Semanal,  19 de agosto del 2001 
Ilya Cazés  y Jaime Chabaud

Teatro y censura

“Frente a la vigentísima problemática de la intolerancia (...) por ser quienes somos, hacer lo que hacemos, pensar como pensamos”, como dice Ilya Cazés en su nota introductoria, Jaime Chabaud concibió Divino Pastor Góngora, un monólogo que, dada la aversión de su autor por esa “verbalización de lo indecible”, representó al mismo tiempo un reto, un compromiso y una forma de saldar deudas con su oficio de teatrero. En la obra ­“casi absolutamente original”, como afirma el propio Chabaud­, de la cual presentamos aquí un fragmento, los “varios muchos” personajes (Divino Pastor y un Diego Fernández y de Zevallos más real y actual de lo que conviene a la libre expresión) ya no saben si están dentro de un calabozo o si el encierro es una condición interna.

(notas sobre Unipersonal de Divino Pastor Góngora, de Jaime Chabaud)

Así como a algunos pintores no les gusta el cubismo, a ciertos compositores les desagrada el rock y a determinados cineastas les fastidia Tarkovski, así hay dramaturgos que experimentan aversión por el monólogo. Y, sin embargo, se lo imponen a sí mismos como reto, como compromiso, como una deuda pendiente que saldar con su oficio. Tal es el caso de Jaime Chabaud con su Unipersonal de Divino Pastor Góngora, que se deleitó leyendo y releyendo a sus amigos durante las vacaciones de diciembre de 2000, tendido en su hamaca frente al mar.

José Sanchis Sinisterra, eminente dramaturgo contemporáneo, maestro de quien se balancea en su hamaca en su apasionada lectura, también abomina del monólogo. De ese monólogo que es la verbalización de lo indecible, de ese que, en un acto de corrupción dramatúrgica, consiste en volver explícito lo íntimo, asesinando toda teatralidad. Lo abomina a tal grado que se tomó la molestia de inventar una clasificación de monólogos para descubrir, a fin de cuentas, que el verdadero monólogo es un auténtico diálogo.

Y Chabaud, dramaturgo apasionado, incapaz de dejar escapar una palabra de Sanchis, no sólo se desafió a sí mismo al plantearse la dura tarea del monólogo, sino que consiguió en su Divino Pastor Góngora conjugar con maestría y naturalidad dramática todas las formas posibles del mismo.

Se trata de un cómico del siglo XVIII perseguido por la Santa Inquisición, sospechoso de haber participado en cierta obra subversiva, señalado por haber tenido pecaminosos acercamientos con una doncella que resultó ser pariente del inquisidor, preso y condenado a muerte, sobre todas las cosas, por el hecho de ser eso, un cómico.

La obra despierta inevitablemente cierta curiosidad histórica, pero quien se vaya con la finta no alcanzará a discernir lo documentable de lo imaginario en este asombroso monólogo en el que Chabaud vuelca sus dos vocaciones: la de investigador del teatro mexicano y la de dramaturgo.

El texto, sí, apela, cita, inserta y juega con textos preexistentes: fragmentos de un sainete del siglo XVIII escrito por Macedonio Espinoza, fragmentos de una canción censurada por el Santo Tribunal en aquellas épocas, un soneto de Luis de Zandoval y Zapata del siglo XVII; invoca igualmente a personajes probables y probados, como el inquisidor, o como tantos cómicos que debieron sufrir suerte similar a la de Divino.

Pero el texto es histórico en otro sentido. Lo es en la medida en que explica el presente a través del pasado, al situarnos en pleno siglo XXI, frente a la vigentísima problemática de la intolerancia, al ubicarnos como seres condenados por ser quienes somos, hacer lo que hacemos, pensar como pensamos.

Chabaud toma un puñado de arena que devolverá al suelo en un suave hilito dorado, se mece en la hamaca, da un largo jalón a su Camel y prosigue la tercera lectura de la que soy testigo.

Y yo lo confirmo: este monólogo en que las imágenes brotan, dispersas, para configurar historias que se entretejen con una enorme astucia teatral, en donde lo que está en juego es la dignidad, la libertad, la vida; en donde, finalmente, la memoria se vuelve acción, es un auténtico diálogo de quien profiere las palabras en escena, con los más profundos principios, emociones, sentimientos y valores de quienes lo hemos de escuchar.

Unipersonal de Divino Pastor Góngora
(casi absolutamente original de Jaime Chabaud)

Personaje(s):
Varios muchos, interpretados siempre por el mismo actor que encarna al personaje:

Divino pastor góngora, cómico de la legua, cómico de estos caminos del Señor, actor que la Corte apreció y que, por causas diversas, de un golpe perdió la gracia de los poderosos.

Espacio-tiempo:
Estamos en 1790, en la Colonia, en la Nueva España, pleno fin de siglo xviii, en las fronteras donde la Iglesia y su intolerancia luchan por controlar las nuevas ideas que, por cierto, hace tiempo se les fueron de las manos. La Revolución europea, pese al esfuerzo inútil de clérigos e inquisidores, ya sopla también en América.
El Diego Fernández y de Zevallos..., que se cita con frecuencia en este texto, existió como censor de la Inquisición en el siglo xvii. Cualquier coincidencia con personajes de la realidad política mexicana actual es, en todo caso, una ironía de lo cíclico de nuestra historia nacional.

Todavía en oscuro escuchamos a divino pastor góngora que entona el "Cantar del preso".

Divino: Que dejen rodar la bola/ y que ruede sin malicia/ que si yo fuera justicia/ no prendiera al que enamora.// Por ti no tengo camisa/ por ti no tengo capote,/ por ti no he cantado misa/ por ti no soy sacerdote.// Por ti me olvidé de Dios/ por ti la gloria perdí/ por ti me voy a quedar/ sin Dios, sin gloria y sin ti.// (Recitado) "Cara de gato lumbrero/ muñequito mal forjado,/ conmigo no seas osado/ porque me ves prisionero/ pues puede ser que primero/ te las tengas que ver conmigo,/ porque el mayor enemigo/ conmigo lo habéis de hallar/ si me queréis regañar/ mostrando tu mando altivo."// (Cantado)// Cuatro son las tres Marías,/ cinco los cuatro elementos,/ ocho las siete cabrillas,/ once los diez mandamientos.// Volar y verte quisiera/ como vuela el pensamiento/ pues querer y no poder/ es mi mayor sentimiento.// Mi vida no te enternezcas/ y porque ves que me voy/ para la última partida/ échame la bendición.
Se da la Tercera llamada.

En un calabozo, divino intenta sacar la cabeza por entre los barrotes sin conseguirlo.
Divino: Soy cómico, sí, lo confieso, pero de corazón no malo y aun sincero cuando me lo propongo... (Pausa)¡Guardia, celador, dueño de las llaves y de mis esperanzas: dejad de jugar juego tan macabro...! ¡Por Dios, que sí me infundís miedo...! (Pausa) De ser ese el fin y mérito del juego vuestro os declaro de antemano triunfador...: con laureles de oro y vuelta al ruedo y lo que queráis... (Pausa) No he cometido falta. Si por habladurías me arrestáis no es de extrañar. Soy talento conocido y nunca las envidias se ausentan... ¿Está ahí, señor carcelero...? (Pausa. Voltea a ver con desconfianza al público). No me deje con estos rufianes, que se ven peligrosos y yo... y yo... Si es por lo de las enaguas de la jorobada os aseguro que yo no... ¡¿Qué gravedad puede haber en el asunto...?! ¿O aquesto es por lo del teatro, por lo del Coliseo Nuevo, por la obra fementida...? (Pausa) Aunque pienso saber por dónde va la tirada de mis enemigos, ¿eh? ¡Ya, ya, ya...! ¡Que si lo sé...! (Pausa. Muy seguro) No existió la tal conspiración que le hayan dicho o en adelante le dijeren, sólo una mala comedia en que trabajé más por hambre que por gusto... Creedme... (Pausa. Casi en súplica) De verdad, ¿por qué no solucionar este asunto en la brevedad que va de mi bolsa a vuestra mano? (Pausa) ¿Señor carcelero, me escucha? (Pausa. Llega tímida contestación con el ruido metálico de unas llaves. Al público) ¿Lo veis? Lo adivino con la oreja pegada a los postigos y eso me halaga... Me halaga porque oír mis razones quiere y le entiendo su curiosidad, no crean que no, porque ignora quién mastica estos barrotes.. (Pausa. Se envalentona) Mi nombre es Divino Pastor Góngora y sí, soy cómico, discípulo de Manuela de San Vicente, la mejor actriz que estas tierras hayan parido, soy cómico que la corte aprecia... Y sépase carcelero que al retrasar mi itinerario, muy influyentes amigos, que de mis servicios reclaman pronta vuelta, entrarán en cólera... (Espera respuesta. Silencio. Al público) Porque sabed que son personas principales y de calidad, cristianos viejos, de los que cruzaron su abolengo por la mar cuidando no se les mojara... (Pausa) ¿Señor carcelero, me está escuchando? (Pausa) ¡Sáqueme de esta mazmorra que no pienso compartirla con criminales tan peligrosos! (Dirigiéndose al público) Mire, por ejemplo, ése. Qué mirada tiene. Sí, sí, ése del ojo como caído. O mire aquel otro, el chimuelo, se la pasa murmurando algo contra mí. Algunas vidas ha de deber. (Pausa) ¿Señor carcelero? (Silencio. Mira con recelo al público) ¿Podría dirigirme cuando menos una palabra o dos, con un carajo? Le advierto que he sido convidado a casas importantes y he sido felicitado por el mismísimo señor virrey... (Al público. Molesto) ¿Qué?, ¿se ríen de mis harapos de hoy? ¿No dais crédito a mis palabras? (Pausa. Inseguro) ¿Me oye, señor carcelero? (Pausa. Se traba de cólera) Le prometo.. Te juro que estoy a punto de molestarme... Cuando un memorial te ordene mi liberación no te tocará ni un real de propina... En cambio ahorita... (Espera respuesta) ¿Me entiendes, petimetre del demonio...? (Silencio) ¿Hay alguien ahí...?

Se escuchan al fin unos pasos. divino hace una transición y se dirige directamente al público, neutro.

Divino: Y sí, aparecerá muy pronto el carcelero. Se acercará rascándose el fundillo y dirá con cinismo que desearía aceptar mis dineros, que ayer todavía era tiempo de tomarlos y no les ofrecí... Y que hoy no les recibe porque, efectivamente, ha llegado un memorial pidiendo que por ningún motivo sea yo liberado... Preguntaré con desconcierto su procedencia... El cancerbero informará que del Santo Oficio de la Inquisición la orden viene y que en horas pocas me escoltarán, de cadenas lleno, algunos dragones de Su Majestad a México... Mis compañeros de celda soltarán sonoras carcajadas. El carcelero notificará también, de risa muerto, que alto patrón de la Iglesia ya en montura veloz busca encontrarse en el camino conmigo preso. Palideceré al segundo y sentiré que las piernas me tiemblan y un sudor frío recorrerá mi frente... Conoceré por vez primera la significancia de la palabra miedo y tendré la certeza de ser perdido... Mi ánimo se desmoronará y lloraré y suplicaré clemencia a persona más miserable que yo... (Transición. Larga pausa. Ríe) La voz del carcelero arribará un paso atrás del pasado angustiado de mi pensamiento: ambos pasos traerán un mismo nombre, el de mi perseguidor: don Diego Fernández y de Zevallos... (Asume lo que vendrá) Descubriré entonces ­abrazado a mis rodillas­ que La Muerte no es, como se afirma, Mujer..s.

Oscuro o no. Transición de luz. Música eclesiástica entra. De la oscuridad surge una sombra en un púlpito. divino pastor góngora avanza de rodillas con un par de beatos que finge con rebozos y dos palos.

Divino: (Al público) ¿Queréis saber qué voz tiene el inquisidor Diego Fernández y de Zevallos? Pues yo os lo diré.

Canta(n) una letanía a la Virgen de Guadalupe. La sombra alza los brazos y los creyentes callan.

Divino: El día de hoy, 16 de septiembre del año de Nuestro Señor de mil setecientos y noventa, aquí, en esta real Ciudad de México de la Nueva España, fue recebida acusación de toda gravedad contra el cómico que nombran Divino Pastor Góngora, hijo de madre con oficio inconfesable aunque antiguo. La tal denuncia refiérese a participar en la conspiración que hallóse detrás de la puesta en tablas de la comedia México rebelado, donde se ofende el honor de la Nación Española y habla contra su carácter. En ella se ponen torturas ejecutadas a los indios por los conquistadores bajo el mando de Hernando de Cortés, con lo que se incita a la violencia y a la sublevación contra la Corona y los peninsulares. El citado Góngora figura como intrigante de la rebelión que por fortuna descubrióse a tiempo de evitar males mayores...

La sombra sigue murmurando en un fade out tanto lumínico como de voz.