Si la intención de Ovidio no tenía más que fines didácticos y pretendía no hacer daño, su intento fue en vano ya que seguramente hubo cantidad de individuos, de corto entendimiento y malas intenciones, que se valían de este método de hacerse amar correctamente para satisfacer sus necesidades mal intencionadas de placer, enajenando el juicio humano. Siendo una obra didáctica, El arte de amar se vale de ejemplos de algunos amores indebidos e ilegítimos, para mostrar a los lectores de su época las ventajas que hay en que las mujeres amen y en que los hombres sepan hacerse amar. El poeta veracruzano Rubén Bonifaz Nuño escribe este librillo, como él mismo lo llama, con el fin de que las verdaderas intenciones de Ovidio sean entendidas: que se entienda que el amor es un ente poderosísimo que mantiene al mundo en movimiento, que hace a las virtudes y facultades del hombre tener calidad humana, y que, si no se sabe amar correctamente, penetra en el alma y provoca locura. En el último de los casos, hay que ver El arte de amar no como un poema vil, vulgar e incitador al libertinaje, sino como un juego que busca la libertad del hombre, el gozar la poesía o simplemente conocer más. Un lector atento se preguntará: ¿por qué la intención de Rubén Bonifaz Nuño de traer hasta hoy conceptos del pasado que podrían ser ya caducos o pasados de moda? ¿Para qué nos sirve un método de hacerse amar, si amar es una cualidad innata? Es muy fácil. En este nuevo siglo que comienza la raza humana se encuentra con un reto: encontrar la forma más sencilla y correcta de hacer las cosas, y quisiera que se entendiera la "forma correcta" como "la forma más adecuada" o "el mejor camino" para poder hacer las cosas. Prueba de ello es que si compramos cualquier objeto, como una licuadora, los fabricantes anexan un instructivo de cómo optimizar el uso de la misma. Si bien es cierto que mi bisabuela nunca tuvo problemas de este tipo porque ella solía usar metate y molcajete, con toda seguridad no hubiera padecido esa artritis tan violenta si hubiera tenido en sus manos El arte de saber menear la mano del metate. Actualmente, el alto contenido de potasio de un licuado de plátano no se altera por el uso correcto o incorrecto de una licuadora, pero sí puede hacer la diferencia entre un licuadazo sensacional y salir sin desayunar de casa. De esta misma manera, el saber hacerse amar con arte puede influir, incluso, en la existencia de alguna persona o de las mismas sociedades. El método de hacerse amar está en este librito mucho más claro y comprensible de lo que se podría pensar. Don Rubén Bonifaz Nuño, de la misma forma que Ovidio, distingue de este método dos partes fundamentales; una, útil únicamente para hombres; y otra, sólo para mujeres. Los dos poetas hacen esta distinción porque consideran al hombre, por su naturaleza, más frío, metódico, capaz de fingir amor, y resistente y menos vulnerable ante los embates del amor. Debería destacar también que cuando el amor logra herir al hombre o lo llega a controlar, éste es mas vulnerable al sufrimiento que el amor trae consigo, incluso mucho más que una mujer. Las mujeres en cambio aman sin temor a ser heridas. Las mujeres, por su condición, son mejores para proporcionar deleites en el acto amatorio y esta capacidad es su poder y la posibilidad que tienen de menguar las acciones del hombre, y convertir la virilidad en dependencia. Es decir, el hombre subyace ante el placer que la forma femenina provoca, y eso nos pone en desventaja. Por eso como hombres debemos protegernos. Alguien más por ahí preguntará asustado: "¿Cómo hago para ser amado por otro y no padecer el sufrimiento con el cual el amor somete a las almas débiles?" Si alguien quisiera aprender cómo hacerse amar correctamente, le diría que armas dio Ovidio a hombres y mujeres para sostener la lucha amorosa, así que ande usted, compre el libro, y aprenda el uso de esas armas. Me corresponde, ahora, hablar del método de ser amado por una mujer, y de mi experiencia propia. Creo que fue hace seis, ocho o más meses, cuando llegó a mis manos un artículo escrito por Rubén Bonifaz Nuño en el que hablaba de Ovidio y su método para hacerse amar. Quedé intrigado y quise saber más del tema. Luego de leer no sé cuántas veces ese artículo, llego a mí Ovidio: arte de hacerse amar, que me sugirió poner en práctica el nuevo conocimiento adquirido. El punto primero fue que debería encontrar a la mujer que cubriera mis expectativas y que fuera placentera para mis sentidos y mi alma; la busqué y la encontré. El punto siguiente sería hacerla creer que yo la amo, con la única intención de conseguirla. Para lograr esto era indispensable que las cartas o e-mails, llamadas telefónicas y conversaciones que sostuviéramos dejaran entrever que yo tenía una creciente necesidad de su persona. En un principio debía fingir, con el objeto de lograr cautivar sus emociones. Incluso, un par de veces llegué a mostrarle mis lágrimas para evidenciar esas heridas de pasión y lograr convencerla de que "sólo ella a mí placía". El doctor Rubén Bonifaz Nuño llama nuestra atención al punto de que la habilidad de palabra es un don capaz incluso de hacer olvidar los defectos físicos, pero Ovidio nos dice que el oro es aún mas poderoso que la elocuencia, o, como se dice hoy: "Verbo mata carita, lana mata los dos." Así, no sólo me valí de mis torpes palabras que pretendían endulzar sus oídos, sino también eché mano de pequeños regalos que aunque no fueron muy costosos, ponían en evidencia mis intenciones y me hacían presente en sus pensamientos. Tampoco dejé de alabar su lindísima forma, y les aseguro que aquí no mentía. Muchas veces le di un lugar especial aunque fuese fingido, es decir, aunque el destino me hubiese mandado hacer algo que yo no quisiera, o si yo hubiera querido algo para placer mío y luego de ella, a ella le debía hacer sentir que lo que hacía no era más que para complacerla, aunque sólo pensara, con soberbia, en mí. No puedo omitir que siempre tenía que estar de acuerdo con lo que ella decía. Hacerme de la vista gorda con respecto a sus defectos también se volvió un hábito; incluso llegué a pensar que en realidad estos defectos no existían. Otro punto importante era extender los eventuales actos de cortesía a una caricia en su hombro o tocar alguna parte de su cabello, ya que este tipo de contacto físico invita al enamoramiento, y aunque me costara trabajo, no podía dejar de hacerlo. Al estar seguro de que ya había captado su atención y cierta predisposición para ser su amando, hubo un par de recomendaciones que no pude dejar de atender: una, provocarle pequeños ataques de celos y luego aliviarlos con algún pequeñísimo placer amoroso susurrado en sus oídos, pues el amor es el antídoto más potente para la cólera de una mujer; y la otra es que, después de estar tan cercanos el uno del otro, debía dejarla, ignorarla por completo para que mi ausencia la hiciera necesitarme más que nunca. Pues, como dice Ovidio, el campo descansado da mejores frutos. Aquí resultó que la puerca torció el rabo pues mientras más distancia ponía yo, ella se situaba cada vez más lejos de mí; y ahora es inútil intentar acortarla. Este no fue el error más grave que pude haber cometido, lo peor fue que pretendí con tal vehemencia hacerme amar que terminé apasionado de ella, al punto de que la idea de su persona no deja de perturbar mis pensamientos, llamando constantemente mi atención con ese sonidillo similar al de los grillitos o saltamontes revoltosos, que sólo mi corazón puede oír. Cuando se somete a amar de esa manera, el hombre pierde por completo las virtudes del alma, es decir, el alma se vuelve débil, el hombre no es libre nunca más, y su vista se torna a tal grado corta que sólo puede ver a la que ahora debe ser amada por él. Este estado también es conocido como desconsuelo. Y el desconsuelo es el peor castigo que puede haber para los mal intencionados como yo. Por todo lo dicho antes no quisiera que
pensaran que este libro es un desatador de desgracias; por el contrario,
su fin no es ése. La finalidad de Ovidio: arte de hacerse amar
es destacar la veracidad y fingimiento que desata el amor en la conducta
de los amantes, la felicidad o amargura de los que se resisten a amar,
aprender qué es el amor y tomar conciencia de él, mirar al
amor como el fundador de la cultura en el mundo, reconocer que es la sustancia
que anima, da sentido a la existencia y ordena el universo; que el hombre
sin amor continuaría en un estado de salvajismo semejante al de
los animales, y, por ultimo, un método para encontrar una manera
más apta y correcta de amar. En conclusión: creo que este
libro no puede dejar de ser leído por nadie, ya sea su intención
ser amado, conocer más de Roma, acercarse de una manera muy grata
a la historia, el placer de leer a Rubén Bonifaz Nuño, tomar
consciencia de lo que el amor es, o simplemente por el gusto de recordar
cómo nos hicimos, por gusto propio, las víctimas de una pasión
desenfrenada y tormentosa
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