Ť Circula estudio del catedrático de la Complutense Francisco Calvo Serraller
Rompe el arte actual con belleza y tradición en aras de la libertad
Ť Manifestaciones visuales renuncian a dogmatismos y cánones desde el siglo XVIII, afirma el autor Ť Creación para los grandes públicos y el mercado, vertiente en acelerado crecimiento
MONICA MATEOS-VEGA
¿Qué significa el arte en la actualidad? De todas las respuestas posibles, el investigador español Francisco Calvo Serraller responde, sencillamente, libertad.
Agrega que esa pregunta es fruto de la perplejidad pues el fundamento del quehacer artístico ya no busca imitar selectivamente la realidad para plasmar su belleza.
En su nuevo libro El arte contemporáneo, Calvo Serraller asegura que el ejercicio de la libertad en el arte "implica no aceptar determinación dogmática ni canon prestablecido alguno".
Editado por Taurus, el volumen, que estos días empezó a circular, explica que si bien nunca se llegará a una formulación definitiva respecto de qué es arte, la discusión "no nos priva de la experiencia y del saber derivado a partir de la historia de esta aventura, es decir, que quizá no sabemos adónde vamos exactamente por la senda del arte actual, pero eso no significa que estemos ciegos".
De lo sublime a lo profano
El recorrido planteado por el autor se inicia en el siglo XVIII, en el cual ubica el nacimiento del arte contemporáneo. Los primeros capítulos explican las características de las nuevas categorías estéticas difundidas entonces, como la idea de lo sublime difundida por Edmund Burke en 1756.
Luego se analiza la difusión del estilo rococó en Francia, las demandas artísticas del público burgués en Inglaterra, la pintura del naciente mundo industrial y la pintura veneciana, que fue un arte para la exportación.
El viaje analítico-literario de Calvo Serraller continúa por la época romántica, el realismo, el impresionismo, la arquitectura del siglo XIX, el historicismo, el modernismo, la escultura de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX, el arte de entreguerras, la crisis de las vanguardias, el posmodernismo, el arte conceptual y el informalismo español, hasta culminar en los nuevos medios de expresión de la época contemporánea.
Una síntesis clara acerca de estos temas aporta a los especialistas en arte las herramientas necesarias para ordenar conceptos, y a los aficionados elementos para acercarse a una mejor comprensión de la pintura, la escultura, la fotografía y el cine actuales.
Por ejemplo, se plantea que "la revolución tecnológica ha ido creando tantas posibilidades que nos resulta muy difícil señalar cuáles podrán ser sus límites definitivos. Hay que pensar en la radio, los discos, el diseño industrial y, sobre todo, los ingenios cibernéticos, que han dado un 'arte por ordenador', cuyas posibilidades no han sido ni mucho menos exploradas.
"Sin entrar a discutir el poder actual de los medios, conviene tener en cuenta algo esencial, al menos desde lo que hasta ahora se entiende por arte, y es que la calidad puede expresarse a través de cualquier medio, pero un medio por sí mismo nunca hace una obra de arte.''
El también catedrático de la Universidad Complutense de Madrid asegura que lo que revolucionó al arte de nuestra época fue "el rechazo de los dos pilares fundamentales de la tradición: la historia y la belleza".
Es decir, si las artes plásticas se emanciparon de la obligación tradicional de contar una historia, como lo demandaba el clasicismo, y si ya no se buscó una imitación selectiva de la realidad en pos de plasmar la belleza, ¿cuál sería entonces el fundamento del arte nuevo?
"Según dictaminó antes de concluir el siglo XVIII el romántico Schiller, el régimen estético que correspondía a este nuevo arte se basaba en la libertad, que es como decir que en lo sucesivo el arte carecería de cualquier principio o fundamento estables, pues el ejercicio de la libertad implica no aceptar ninguna determinación dogmática, ningún canon prestablecido.
"Esto es lo que explica que hoy, cuando el revolucionario arte de nuestra época lleva consumidos dos siglos largos de historia, todavía se discuta no el valor de una obra, sino qué es el arte. La polémica es muy pertinente porque a estas alturas no sabemos exactamente qué es o, como ha sido formulado de una manera desesperadamente tautológica, "arte es lo que llamamos arte", y lo seguimos llamando así simplemente porque quienes lo producen se llaman por su parte artistas", puntualiza el investigador.
Y concluye que, en realidad "al arte de nuestra época le ocurre lo mismo que al resto de los valores coetáneos: que han perdido toda consistencia dogmática, porque ya no se cree que existan valores absolutos e intemporales fuera de los cambiantes avatares del tiempo.
"Libre, moderno y circunstancialmente vanguardista, no se podría explicar el arte de nuestra época sin atender a una de sus características más revolucionarias y esenciales: la de que es ya por definición un arte público, es decir, un arte concebido, ejecutado y dirigido para el consumo anónimo, para el mercado". Y este mecanismo fue creado en el siglo XVIII, y no ha parado de extenderse desde entonces.