JUEVES Ť 16 Ť AGOSTO Ť 2001

Margo Glantz

Del Escorial al Corte Inglés

Dentro de los tradicionales cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid, que se celebran en el Escorial, se dedicó una semana -del 6 al 10 de agosto- a las narradoras hispanoamericanas; algunos profesores españoles, propietarios de cátedras de literatura hispanoamericana de varias universidades de la península, estaban congregados allí, además de varios estudiantes asistentes al curso y a los que se les atribuye el curioso denominativo de cursillistas. Estábamos invitadas, también, Elena Poniatowska y yo.

Además de participar en los cursos con nuestras ponencias y en las discusiones generales, hicimos algún turismo. Fuimos a Segovia, donde visitamos el alcázar, con sus bellos artesonados, sus tronos, sus armaduras, sus pinturas. Nos detuvimos largo rato ante un retablo del siglo XV que representa a Santiago Matamoros montado en un brioso caballo, arrancando de cuajo las cabezas de sus enemigos que ruedan por el suelo como pelotas sanguinolentas. Al lado, en la esquina inferior izquierda del mismo retablo, se representa a Santa Agueda, que exhibe los emblemas de su martirio: sus dos pechos, uno lo tiene en la mano, es enorme y la santa la toma del pezón, como si fuera una mamadera, pero en lugar de leche sale sangre; el otro pecho, tirado en el suelo, detrás de ella, hace juego con la cabezas arrancadas de los moros. Fuimos también a la catedral, a las numerosas iglesias románicas, recorrimos las plazas y comimos en una fonda de arrieros a la que, obviamente, ya no van arrieros sino turistas, y tomamos café frente al acueducto.

El viernes concluyó el congreso y fuimos a Madrid por la tarde. Visitamos el Museo del Prado, con sus Goyas, sus Boscos, sus Velázquez y en la entrada principal, recibiéndonos, la estatua de Carlos V que aplasta bajo sus pies a un enemigo, un indio semidesnudo, todavía con su arco y sus flechas. Vamos luego de compras al Corte Inglés, en la Puerta del Sol. Elena y unas amigas entran en los famosos almacenes y yo me lanzo a buscar unos encargos por la calle de Plateros, ruidosa, llena de gente y de mendigos, varios hincados con la cabeza sobre un cojín y con las manos en alto sosteniendo un vaso de plástico donde pueden depositarse unas monedas. Piden limosna con voz lastimera.

Las reencuentro. Elena, compungida, me cuenta que le han robado todo, su dinero, su pasaporte, sus boletos de avión. Varios policías, algunos vestidos de civil, explican que esa zona es muy peligrosa, ''los carteristas son muy hábiles, actúan en grupo, sigilosamente, perfectamente entrenados, la mayoría son mujeres, bosnias o gitanas".

''Hay que llevar el bolso bien asegurado y hacia delante", nos previenen. Ese mismo día han recogido en los basureros varios pasaportes y carteras vacías. Con gran amabilidad, Lucía Herranz, la conductora de un programa televisivo que luego entrevistará a Elena, habla con el comisario de policía de ese distrito, quien, como todos sus colegas, nos trata con gran amabilidad y eficacia. Carlos López Estrada, el generoso e inteligente nuevo cónsul de México en Madrid (por milagro en su casa un viernes por la tarde), va al consulado y le expide un pasaporte provisional a Elena.

Allí nos relata las peripecias de varios mexicanos que ese mismo día han acudido al consulado y a quienes les ha sucedido exactamente lo mismo.

Más tarde, en la televisión, antes que a Elena, entrevistan al dirigente de una ONG que busca acomodo para algunos de los 25 mil perros que, como los viejos, son abandonados durante el verano en España. En los periódicos se lee acerca de los africanos varados en Barcelona y la deportación de los marroquíes que intentan entrar a España.

Al día siguiente abordo el avión de regreso a México. Leo, campechaneando, el periódico Le Monde y Ebano, el extraordinario reportaje del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, en la bella edición de Anagrama. Una noticia destaca en las páginas de Le Monde: París se ha convertido en una de las capitales más peligrosas de Europa, los turistas son desvalijados en esquinas estratégicas aprovechando los semáforos, y en las principales avenidas y los metros más concurridos operan pandillas de maleantes. Las estadísticas demuestran que el crimen ha aumentado 12.8 por ciento desde principios de año. Se trata de bandas de menores de edad muy bien organizadas cuyas actividades delictivas se acrecientan con la llegada de miles de emigrantes rumanos. La criminalidad aumenta a medida que las poblaciones desplazadas por los problemas económicos o políticos en el Tercer Mundo intentan refugiarse en los países del Primero.

ƑAyudará a comprender mejor este fenómeno la exposición de fotografías del brasileño Sebastião Salgado dedicada a los refugiados y emigrantes del Tercer Mundo y exhibidas en las capitales del Primer Mundo? ƑPodría explicarse ese terror ante lo diferente, lo que altera con sus desplazamientos el tranquilo transcurrir del Primer Mundo, leyendo a Kapuscinski? A manera de conclusión cito las palabras de éste: ''El racismo, el odio hacia lo otro, el desprecio y el deseo de erradicar al diferente hunden sus raíces en las relaciones coloniales africanas. Allí, todo esto ya había sido inventado y llevado a la práctica siglos antes de que los sistemas totalitarios modernos trasplantasen aquella sórdidas e infames experiencias a la Europa del siglo XX".