jueves Ť 16 Ť agosto Ť 2001

 Octavio Rodríguez Araujo

Fox y un nuevo régimen

Los triunfos del PRI en elecciones locales recientes nos recuerdan que el viejo régimen está vivo, pero también que el nuevo régimen, que debiera construirse a partir de la derrota del priísmo en la cúspide del poder (la Presidencia), sigue pendiente.

El grupo de Fox y este mismo parecen no haber entendido que un nuevo régimen político sólo puede construirse con una nueva hegemonía, además de nuevos programas y nuevas alianzas. Madero en México y Allende en Chile les "perdonaron la vida" a las fuerzas económicas, políticas y militares del viejo régimen, y así les fue. Fox debería entender esta fórmula elemental.

He sostenido (y sigo sosteniendo) que a partir del gobierno de Miguel de la Madrid comenzó el desarrollo de un nuevo régimen político empalmado con el anterior, lo cual metió en una dinámica contradictoria al Partido Revolucionario Institucional, producto indudable del viejo régimen y, por lo mismo, no compatible con el nuevo. De ahí su crisis, la del partido como consecuencia de la crisis del régimen que le dio vida.

El estatismo populista del antiguo régimen fue negado por el neoliberalismo representado por los últimos gobiernos a duras penas priístas. La maniobra del grupo tecnocrático neoliberal consistió en aprovechar las reglas del juego no escritas del priísmo: dado que el presidente del tricolor y los principales miembros del Comité Ejecutivo Nacional fueron tradicionalmente nombrados por el presidente de la República en turno, De la Madrid, Salinas y Zedillo pusieron en la dirección de su partido a quienes convenían para sus políticas e ignoraron a los priístas formados en el viejo régimen. Dado que el jefe del Ejecutivo saliente nombraba a su sucesor y que la asamblea del PRI lo más que hacía era ratificarlo como su candidato, el control presidencial sobre la dirección de su partido garantizaba la continuidad de los tecnócratas sin que los políticos de antiguo cuño pudieran hacer gran cosa. Y, finalmente, dado que los priístas, viejos y nuevos, se acostumbraron a vivir del presupuesto y de canonjías otorgadas por el poder, sobrevivieron en la "oposición íntima" gracias al "apoyo público". Sin embargo, los viejos priístas ahí estaban, en mayoría además, y cuando su partido perdió, buscaron y buscan recuperar el poder que tuvieron, pero ahora sin el estorbo de un presidente tecnocrático y neoliberal que les imponga desde la cúpula del poder las políticas y la línea a seguir.

El problema de los priístas es que ahora, sin el gran timonel, no tienen que observar disciplina alguna y luchan en el interior de su partido para conquistar su dirección, reconstruir sus filas y su organización y tratar de recuperar el verdadero poder en México: el gobierno federal. Pero Fox parece no haberlo entendido, ni mucho menos aprovechado a su favor.

En lugar de intentar la construcción de un nuevo régimen, Fox se ha dedicado, por su subordinación a los dueños de la globalización y por miopía, a continuar con lo que dejaron sus antecesores y, por lo tanto, ha descuidado nuevas alianzas necesarias para forjar una nueva forma de existencia del Estado. En otras palabras, Fox está haciendo lo mismo que Salinas y Zedillo o terminando la "obra" antipopular de éstos, pero sin haber sustituido, con su partido, las estructuras y las bases del PRI, que fueron el principal apoyo, por disciplina u oportunismo (da igual), de los ex presidentes. Ingenuamente Fox ha llegado a creer que los votos (en abstracto) son los que cuentan y no se ha percatado de que, para que una persona vote por un partido o un candidato, antes debe ser convencida de las ventajas de hacerlo. El momento del voto anti-PRI ya pasó. Fue el 2 de julio del año anterior. Ahora el voto debe motivarse y, para refrendar los giros de la elección del 2000, se requiere dar algo a los electores, cosa que Fox no está haciendo, sino al contrario.

Fox tiene la oportunidad de construir un nuevo régimen, pero no el que ya estaban construyendo, empalmado con el anterior, sus antecesores en la Presidencia. Debe recordarse que contra ese nuevo régimen, el neoliberal, votó la mayoría de los electores. Para construir ese nuevo régimen, que todos sus votantes esperaban, hubiera sido necesario romper con el que había diseñado la tríada De la Madrid-Salinas-Zedillo, pero también recuperar parte del régimen antiguo por el que están luchando los viejos priístas, tanto los que siguen en el tricolor como los que ahora militan en el Partido de la Revolución Democrática, es decir, el régimen en el que el Estado regule la economía, promueva el desarrollo nacional, salvaguarde la soberanía del país y mejore las condiciones de la población mayoritaria.