LEGISLAR CONTRA LA SOCIEDAD
La
publicación en el Diario Oficial de la Federación de la denominada
ley indígena, recientemente aprobada por el Congreso de la Unión,
suscitó innumerables expresiones de rechazo por parte de sectores
de todos los partidos --incluido Acción Nacional, cuyos legisladores
locales en Chiapas se sumaron al repudio--, organismos de la sociedad civil,
gobernadores de distintos signos, ayuntamientos y, lo más importante,
de los propios sujetos de las reformas constitucionales: los indígenas.
En las instancias parlamentarias nacionales y locales,
así como en las filas del propio Ejecutivo federal, esta versión
distorsionada de lo que pretendía ser una reforma significativa
en materia de derechos y cultura indígenas ha generado divisiones
y voces discordantes, como señalaba anteayer la Comisión
de Concordia y Pacificación (Cocopa), que pidió al gobierno
el cese de las "voces cruzadas" al respecto.
No es para menos. El engendro negociado por los caciques
legislativos priístas y panistas alimenta las fracturas entre sociedad
y legislación, entre los pueblos indios y el resto de la nación,
entre raíz y modernidad, entre opulencia económica y marginación
ancestral.
Se conforma así una simulación legal que,
lejos de resolver el alarmante y justificado descontento que campea entre
las comunidades indígenas, representa a ojos de éstas un
agravio más en una lista interminable. Si el propósito de
los traicionados acuerdos de San Andrés en la propuesta formulada
por la Cocopa era superar, por la vía institucional, el alzamiento
de 1994, las reformas adulteradas promulgadas ahora no harán más
que empantanarlo y agravarlo.
Los dirigentes partidarios y legislativos de Acción
Nacional y algunos del Revolucionario Institucional llamaron a aplicar
estas reformas y a enterrar la discusión sobre las posibles vías
para restaurar el sentido original, dignificador y positivo de la iniciativa
de la Cocopa. Se niegan, en suma, a percibir que las modificaciones nacieron
muertas debido al gran abismo existente entre ellas y las realidades sociales.
No es fácil entender el orgullo que manifiestan
los autores y operadores de un engendro legal que sólo podrá
ser aplicado violentando a los legislados y provocando entre ellos nuevas
y peligrosas reacciones de exasperación. La llamada ley indígena
publicada ayer en el Diario Oficial de la Federación es una derrota
para los partidarios del entendimiento, la convivencia pacífica
y el respeto a las leyes e instituciones; en cambio, proporciona argumentos
a quienes propugnan, desde la desesperación ciega de la marginación
social y política, los métodos violentos.
|