MARTES Ť 14 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Comunidades pro zapatistas viven entre patrullajes y la amenaza de paramilitares

Hay nueve posiciones del Ejército sólo en el municipio autónomo Ricardo Flores Magón

Ť Campesinos de la región describen el floreciente "negocio" de asaltos contra indocumentados guatemaltecos Ť La presencia castrense no consigue pasar por "normal" ni siquiera entre priístas

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Municipio Autonomo Ricardo Flores Magon, Chis., 13 de agosto. Las patrullas militares recorren los caminos, instalan controles, se internan en las comunidades, interrogan a los campesinos. Como si no se hubieran enterado de que el país ya cambió, los helicópteros y aviones del Ejército Mexicano siguen sobrevolando las comunidades.

Las autoridades autónomas refieren que los convoyes militares van de Crucero Piñal hasta San Jerónimo Tulijá; otros, de Cintalapa a Santo Domingo y Sibal; otros más se dirigen a Lacanjá y Palestina. Además, hay patrullajes que salen de Paraíso y Chancalá, en el borde fronterizo, hacia comunidades de los municipios rebeldes El Trabajo, Vicente Guerrero y Ricardo Flores Magón.

Tropas en la laguna Ojos Azules

Sólo en este municipio autónomo, ubicado al norte de la selva de Ocosingo, existen nueve posiciones del Ejército federal. Las de Monte Líbano, Taniperla, San Caralampio y Calvario, y los patrullajes entre ellas hacen que la cañada de Taniperla se encuentre totalmente militarizada. Las comunidades en resistencia en la cañada viven entre los patrullajes y la amenaza continua de grupos de priístas, en comunidades donde las autoridades autónomas han denunciado reiteradamente la existencia de paramilitares.

Otras cuatro posiciones rodean la selva norte: Ocotalito, San Jerónimo Tulijá, Paraíso y Cintalapa. Una más se localiza en un paraje que era virgen antes de que llegaran las tropas: la laguna Ojos Azules, dentro de la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Decenas de comunidades, ejidos y nuevos centros de población en resistencia quedan dentro de ambos cercos militares.

La presión militar sobre esta región de la selva es constante, mientras los paramilitares muestran a qué grado son impunes al rescatar, a tiros, encapuchados, en comando, a cinco de los suyos, detenidos y acusados de narcotráfico por las propias autoridades priístas del ejido Monte Líbano. Después de un intento, fallido, de parte de la televisión nacional y las radios locales de culpar a los zapatistas, rápido un velo de olvido cubrió el asunto. Cabe señalar que la población donde se escenificó el "rescate" se encuentra flanqueada por dos grandes cuarteles del agrupamiento Venzor del Ejército Mexicano (Ocotalito y Crucero Monte Líbano); un osado operativo realmente.

La ilegalidad está tomando derroteros preocupantes por aquí. A versiones de los campesinos en resistencia de que se cultivan enervantes en algunos predios de la cañada, se suma el hecho de que la autoridad ejidal de Monte Líbano detuvo a priístas de la región trasladando droga. Un temor de los autónomos es que, como en ocasiones anteriores, los quieran convertir en culpables de estos y otros actos delictivos. Los campesinos de la región también mencionan el nuevo y floreciente negocio de los asaltos a indocumentados guatemaltecos; en las inmediaciones de La Libertad y San Jacinto Tulijá, y en la carretera internacional grupos de civiles armados despojan de dólares y pertenencias a los indígenas del vecino país en su incipiente camino a Estados Unidos.

Tanto zapatistas como miembros de la ARIC Independiente participantes en el municipio autónomo coinciden en suponer que asaltantes, narcos y paramilitares son los mismos.

Trazas de la militarización

En un recorrido por la cañada de Taniperla, la selva norte y los Montes Azules, La Jornada pudo constatar la persistente militarización en torno de las comunidades, así como el evidente contraste que siete años de inversión social contrainsurgente han generado entre las comunidades oficialistas y las que se mantienen en resistencia. Por alguna razón, en las cañadas de la selva la diferencia resulta más evidente que en las demás zonas indígenas donde militarización y proyectos gubernamentales han ido de la mano de 1995 a la fecha.

Las comunidades que en términos generales son identificadas como "priístas" muestran edificaciones sólidas, bien pintadas, tiendas, telefonía rural, ganado, grandes anuncios de Pepsi, y una impresión que, si no es de bienestar, sí al menos de mayor "integración". En Monte Líbano, Sibal y Cintalapa hay restaurantes, farmacias, papelerías, clínicas, talleres eléctricos, forrajerías, incluso deshuesaderos de carros, zapaterías y tiendas de ropa, que resultan verdaderos lujos en la selva.

Del otro lado están las comunidades en resistencia, que no aceptan Progresa ni "proyectos productivos" de gobiernos que no cumplen sus demandas, las cuales van más allá del barniz consumista y la relativa solución de las necesidades que incluso los "integrados" siguen teniendo. La abrumadora presencia militar no consigue pasar por "normal" en ningún caso. El trasiego de armas, alambre de púas, víveres y prostitutas resultan tan disruptores como el primer día.

De Monte Líbano sale un joven campesino que llama la atención por su vestimenta dark de pies a cabeza, y un corte de pelo amohicanado, variante del a la brushİ de los soldados. Su camiseta negra lleva estampados una momia de ojos sangrantes y la frase Stone Cold Deadİ en caracteres góticos. Entonces este enviado se percata de otra diferencia común entre las comunidades en resistencia y las oficialistas: los cortes de pelo de los hombres jóvenes.

Este aspecto, trivial si se quiere, representa una huella más de la militarización. Precisamente el servicio de peluquería es uno de los más publicitados por la Sedena en los informes mensuales sobre su labor social en las comunidades. Tantas raciones alimentarias, tantos cortes de pelo. ƑY qué clase de cortes puede practicar un peluquero militar? Los que uno ve: diversas versiones del brushİ y el semirrape, nucas y parietales desnudos, cepillos sobre la coronilla, copetes de hirsuta y envaselinada factura.

Otra diferencia, en particular por la cañada de Taniperla, es la hostilidad hacia cualquier "fuereño" que no sea repartidor de resfrescos o venga de parte del gobierno. Particularmente los niños, que tienen una reiterada inclinación a levantar piedras y arrojarlas al paso de los desconocidos. Suelen reprimir el impulso, pero lo tienen siempre.

Ante un panorama de estas características, este enviado nunca esperó encontrar, en las rejas de una instalación militar, un imperativo metafísico como el que preside el acceso principal a la sede de la 39 Región Militar en Toniná: "Identifíquese. Encienda su luz interior". Qué más quisiera uno.

Donde el tiempo no se detiene

El municipio en rebeldía Ricardo Flores Magón, de población predominantemente tzeltal, se localiza en una de las regiones más ricas de la selva Lacandona, y alcanza una franja de la frontera con Guatemala. Estas particularidades vuelven muy codiciados sus recursos: ríos, lagunas, yacimientos minerales, bosques extraordinarios y las posibilidades de traficar droga y migrantes. De ahí que "estorbe" tanto la presencia de miles de indígenas en resistencia.

La "asistencia social" sin paz permanece como única estrategia visible del Estado en estas tierras. Y no obstante, sus pobladores perseveran en habitar, con toda la armonía posible, este Desierto de la Soledad (como llamaron a la Lacandona los conquistadores españoles) donde los pueblos mayas, contra todos los pronósticos y las sucesivas modernizaciones salvajes, llevan un par de milenios ocupando su lugar en el mundo, sin permitir que se detenga el tiempo.

En las inmediaciones de la laguna de Nahá, donde un viento apacible peinaba los juncos, un joven lacandón de larga melena sorteaba las brechas de la selva en una pick-up Nissan. Viajaban con él su mujer y dos niños pequeños. Un tipo simpático. Se detuvo unos instantes, y a manera de guía, indicó a este enviado que no diera vuelta en el camino feo. Que tomara por el camino bonito: "Ahí te vas a dar cuenta cuál es es cuál". Entonces arrancó su carrito, convencido de que esa indicación era más que suficiente, y se alejó hacia Monte Líbano.