LUNES Ť 13 Ť AGOSTO Ť 2001

TOROS

Ť Bien presentado y desaprovechado encierro de Marco Garfias

Meritoria oreja a Israel Téllez, rebosante de afición en su lote

Ť El Arriero, sólo empeñoso Ť Nuevo récord de la empresa: importar otra nulidad

LEONARDO PAEZ

Paráfrasis miguelhernandeciana para ex presidentes, banqueros y profes multimillonarios: "Tanto acumular para morirse uno".

Tal vez si los seres humanos tuviéramos más conciencia de nuestra mortalidad, el agandaye fuera menor y el ansia infantil por el poder se traduciría en una redistribución más equitativa, no de riqueza, sino de oportunidades.

dibujo-toros-I. TellezCuántos no quisiéramos que la Plaza México dejara ya de ser escuelita primaria de noveles y volviera a ser el sinodal exigente de comprometidos aspirantes a la universidad del toreo, luego de que los empresarios mostraran verdadera voluntad de coordinarse en un Plan Nacional de Promoción de Nuevos Valores, cuya meta final fuese triunfar en el coso mayor del país para de allí los más destacados aspirar, con ambiente y expectación, a una alternativa digna y promisoria.

Pero lo que en España aún es costumbre y tradición organizativa de su fiesta de toros, aquí a los falsos hispanistas, a los taurinos apócrifos y a las autoridades del cambio se les volvió ciencia, en ejercicio de la democracia seudotransparente que soslaya la aplicación de la ley como temerario caldo de cultivo para un anarquismo devoto, así sea de símbolos opuestos.

Con dos mil asistentes y luego de 25 minutos de espera, primero para que escampara y luego para cubrir el ruedo de aserrín, siguiendo ignotas instrucciones el juez de plaza Heriberto Lanfranchi ordenó un minuto de aplausos en memoria del profesor Carlos Hank González, que en su dinamismo político-empresarial nunca se caracterizó por su afición a la fiesta brava, por lo que la ovación resultó más que tibia.

En el quinto festejo de la temporada en el flamante Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), se lidió una bien presentada novillada de Marco Garfias que si no recargó en varas -a excepción del cuarto y quinto? permitió atestiguar los niveles de evolución y entrega de los alternantes, así como el nuevo récord de ridiculez de la empresa, que por oscuras razones importó a otro desalmado novillero peninsular que dijo llamarse José de la Villa, aboterado de figura y sin vocación ni idea del toreo.

Israel Téllez

Se enfrentó primero a un soso pero repetidor Picasso -el ganadero bautizó su encierro con apellidos de pintores, pero sobraron Picasso, Diego, Botero y Goya, cuya aportación taurina es reducida, y faltaron Reyes Meza, Flores, Espino Barros y Reynaldo-, al que veroniqueó con quietud, quitó por caleserinas, banderilleó con más voluntad que lucimiento y cuajó una faena gustándose y gustando, en ocasiones un tanto descolocado, que culminó con media estocada entregándose, para recibir fuerte ovación.

Con el cuarto de la tarde, Ruano, muy bien armado, Téllez volvió a complacer al aterido respetable y tomó los palos, pero lo interesante vino con la muleta. Inició la faena doblándose muy bien para luego llevar al novillo en tandas de derechazos rematadas con magníficos pases de pecho, hacia adentro, no aliviándose, como sus alternantes. Luego ligó cuatro estupendos naturales, con celo y con sello, para ser trompicado en el último. Gracias a la falta de fuerza del novillo, Israel no resultó lastimado. Vinieron más muletazos limpios con la diestra y un estoconazo en todo lo alto. La petición de oreja fue unánime y el hankista usía, luego de hacerse el remolón, se vio obligado a soltarla, mientras los despojos del astado eran despedidos con palmas.

El Arriero

No sabe uno qué es peor para nuestros novilleros: si quedarse en el país a esperar lo que las empresas discurran o darse una vueltecita por España, torear en algunos tentaderos y regresar creyéndose manoletes. Ricardo González El Arriero, segundo espada, desperdició a Navarrete -por el maestro Antonio-, que teniendo una gran faena por el lado derecho, se fue inédito ante los intentos infructuosos de Ricardo por el izquierdo. Salvo una bella trincherilla con la zurda, lo demás fueron buenas intenciones. Escuchó un aviso.

Con Botero, el más bravo del encierro, consiguió Ricardo algunos derechazos a veces templados pero no bien rematados. A la postre acabó imponiéndose la casta del garfeño, en tanto su matador escuchaba el reconocimiento a su esfuerzo, que no a sus recursos ni expresión.