LUNES Ť 13 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť José Cueli

El yugo de los cabales

En la mente el decir de Rubén Darío; otro toro... otro toro, para que el toro murmure "atroz sentencia, ayer el aire, el sol, hoy el verdugo. ƑQué peor que este martirio? Y el buey le contesta: la impotencia. A lo que el toro repregunta: ƑY qué es más negro que la muerte? Y el buey que no es tan buey, le remata a volapié: el yugo". Ese yugo que además vivimos los cabales, domingo a domingo, por dejados. Aunque bien visto, hasta los cabales van desapareciendo de la Plaza México al estar prácticamente vacía, en esta temporada de novilladas.

Otro torero... otro torero, al cual cantarle aquello de no recuerdo qué poeta "Agil, solo, alegre, sin perder la línea, sin más que la gracia, centrando la ira, y, andando, marcando, ritmando en una embestida de esbeltez y osadía, para llegar, cuadrar, parar; milagrosamente clavando y esquivando, solo, alegre, ágil, sin perder la línea".

ƑEn qué matorrales sueñan los toros bravos, los de melena rizada, la mirada fija, los pitones grandes y astifinos y el galope encastado. Verónicas de alhelí, mientras juegan con las vacas guapas, llenos de fuego, revolviéndose en cortos palmos de terreno, la cólera en la piel y los músculos y dándose muerte bajo los árboles, ya que de las plazas de toros han sido rechazados en general para dar paso a borreguines, débiles engordados y descastados, ayer, los de Marco Garfias, a excepción del quinto novillo, bravo y ofensivo.

Y es que el toreo que desapareció era vibra, candela y fiesta de cante grande. Poesía en movimiento que se escribía con capote y muleta en la encastada nobleza del toro. Esa geometría ancestral en la que el toro era a la horizontal lo que el torero a la vertical. Sólo nos queda ver si aparecen inesperadamente, milagrosamente, los toros y los toreros; lo contrario de los que ayer ratonearon en el ruedo de la México. Eso sí, Tellez despachó a su novillo de riñonuda estocada.