SABADO Ť 11 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Juan Arturo Brennan

Dos cuartetos en San Miguel

San Miguel de Allende, Gto. Los conciertos del pasado fin de semana en el XXIII Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende estuvieron a cargo del Cuarteto Ying y el Cuarteto Latinoamericano, dos ensambles similares en cuanto a su conformación: tres hermanos y un amigo en el Cuarteto Latinoamericano, tres hermanos y una hermana en el Cuarteto Ying. Sus respectivos conciertos fueron, sin embargo, claramente distintos en su propuesta y su programación. El Cuarteto Ying abrió su concierto con los Tres rags de William Bolcom, inconfundibles en cuanto a su fuente primordial, llenos de la armonía agridulce y el ritmo sincopado de la música de ragtime, modernos y nostálgicos a la vez, sazonados con interesantes efectos sonoros extra-instrumentales. Después, Love letters, una obra poco afortunada de Carter Pann, basada en la peculiar idea del amor visto a través de la prensa frívola y chismosa. De ahí, un estilo neo-sentimental derivativo y poco individual, que apenas tiene esbozos de buena música en su movimiento final. De Paquito D'Rivera, los hermanos Ying interpretaron después el Village Street Quartet, un sabroso y evocativo collage cosmopolita y variado, con sus referentes étnicos y sonoros muy bien identificados, y con una buena resolución de los laberintos rítmicos planteados por este buen jazzista. Me pareció especialmente interesante el hecho de que tanto la obra de Pann como la de D'Rivera contienen fugaces atisbos al inconfundible "sonido Piazzolla". Para concluir en un registro expresivo cabalmente distinto, los Ying hicieron una cálida, bien balanceada y refinada versión del Cuarteto Op. 105 de Dvorák, demostrando que también dominan con solidez y consistencia el repertorio básico.

La tarde siguiente, el Cuarteto Latinoamericano abrió su presentación con el Quinto cuarteto de Heitor Villa-Lobos, demostrando una vez más el dominio pleno que tienen sobre este repertorio, refinado y decantado pacientemente durante el prolongado proceso de grabar los 17 cuartetos del músico brasileño para el sello Dorian. Empaque en la textura, flexibilidad en el fraseo, disciplina en el ritmo, claridad en las formas; no se puede pedir más. Vino después el estreno absoluto de Fragmentos del pasado, para guitarra y cuarteto, del cubano Orlando Jacinto García, obra ganadora de un concurso de composición. Obra hipnótica, contemplativa, con algunas de sus raíces conceptuales firmemente plantadas en las culturas orientales, Fragmentos del pasado tiene una componente ritual que invita (con éxito) al oyente a cambiar su percepción del tiempo musical y del concepto tradicional del desarrollo. Esta obra multi-referencial en cuanto a su lenguaje y sus varios modos de producción sonora tiene en la guitarra el vehículo de lo más importante del diseño motívico y melódico, y en el cuarteto de cuerdas el cimiento textural de un interesante discurso expandido y rarificado. De Jorge Torres Sáenz, el Latinoamericano interpretó con gran precisión y pulcritud esa breve y sabrosa joya del repertorio mexicano actual que es La Venus se va de juerga, obra que tras su título simultáneamente fantástico y desenfadado (inspirado por una espléndida fotografía de Nacho López) ofrece un discurso compacto, directo, claro, enérgico y escrito con un gran sentido del cuarteto como instrumento colectivo. Para finalizar, una versión amplia, expansiva y, sobre todo, muy colorística del Cuarteto Op. 10 de Debussy, pieza indispensable del repertorio impresionista y de la literatura para cuarteto. De nuevo, un sólido trabajo del CL en lo que se refiere a generar, conservar y desarrollar texturas compactas, claras y unitarias.

No está de más comentar el hecho de que el Cuarteto Latinoamericano, pilar del festival de San Miguel de Allende no sólo en el ámbito de sus conciertos sino de manera importante en la creación de la componente académica del mismo, fue invitado este año a regañadientes y tratado con una inesperada e injustificada descortesía, sobre todo en lo que se refiere a la escasa promoción y difusión de su presencia y su concierto. Lo que hay detrás de ello es un complejo chisme que no vale la pena reseñar aquí; hay que lamentar, en cambio, el injusto distanciamiento que el festival ha generado hacia el Cuarteto Latinoamericano, no sólo por lo que representa para el nivel musical del festival, sino también porque sin duda incidirá de manera negativa en la ya de por sí muy escasa presencia de músicos mexicanos en este añejo y atractivo evento anual de música de cámara.