Ť "No los quiero volver a ver aquí", la mejor despedida
Obtuvieron su preliberación 50 internos del Reclusorio Norte
Ť Suman mil 300 presos beneficiados en la administración
ELIA BALTAZAR
Diez pasos antes de llegar a la puerta de salida se extinguió su última carga de fuerza. A punto de salir, ya rebasada la zona de aduanas del Reclusorio Norte, los ojos de la mayoría se hicieron vidrio que amenazaba con romperse en cualquier momento. Frentes sudorosas, piernas en movimiento intermitente que alteraban el orden de las filas. El cuerpo todo presa de los nervios. Y en las manos, un documento que les devolvía su libertad.
Así cerraron su última jornada en la cárcel 50 internos que ayer recibieron su preliberación. Se trataba, en su mayoría, de jóvenes de entre 20 y 25 años, apenas con primaria o secundaria terminada, unos con larga vida en la calle, padres de familia otros, de familias desintegradas la mayor parte. Y todos sentenciados por el delito de robo, en todas sus variantes, que cometieron con armas de juguete, cuchillos de cocina o a mano libre, y por los cuales dejaron entre año y medio y cinco años de su vida en la cárcel.
No es que se dijeran inocentes, algunos incluso reconocían su delito. Carlos, por ejemplo, un joven de 20 años, recuerda cómo lo agarraron: su "causa", como se le conoce en la cárcel al compañero de delito, que es un muchacho más joven que él y ya con experiencia en el Tribilín, lo convenció de darse una vuelta por las calles del Centro, para ver qué agarraban. Le dio a escoger entre una pistola de madera o un cuchillo de cocina. Eligió el segundo. Y lo primero que vio fue a un hombre con una bolsa con camisas Armani. "Esas fácil las vendes como en 300 pesos, y eran como tres o cuatro, pues ya era una lana", dice, ajeno por completo al precio real de esas camisas en las tiendas.
Pero Carlos se sobrestimó. Apenas unas semanas antes había sido operado de la rodilla derecha. Había caído del tercer piso de un edificio donde se empleaba y su rodilla se hizo pedazos. Tuvieron que reconstuirle los meniscos. Así que se aventó el paquete de asaltar sin siquiera poder correr. Los agarraron los azules.
Su "causa", además, le falló a la buena. Le rogó, le lloró, le suplicó que asumiera toda la responsabilidad, porque el otro sería reincidente y la cosa se le pondría peor. Y aceptó. Se echó toda la responsabilidad encima y dos años y medio en la cárcel.
Pero ayer nadie esperaba a Carlos a las puertas del reclusorio. No sabe dónde vive su madre y de su único hermano apenas sabe que trabaja en el Centro. Como él, otros cinco jóvenes no tuvieron mejor opción que aceptar la ayuda ofrecida por integrantes de la Pastoral Penitenciaria, que pusieron a su disposición techo, comida y la posibilidad de hacerse de un oficio.
Para la mayoría la fortuna fue otra, pues afuera del reclusorio los esperaban, desde muy temprano, sus familiares: madres la mayoría, algunas esposas con niños en brazos o apenas en pie, hermanos otros. Pero allí estaban. "Porque nadie sabe lo que significa para una familia tener a un muchacho en la cárcel", dice doña Carmen, atrapada por el llanto. Ella lo vendió todo. Pidió prestado, confió en un abogado que no hizo nada por su hijo. Y del juez ni hablar. Ni siquiera conoció a su hijo. A sus 57 años, doña Carmen no tuvo más que comenzar a trabajar de nuevo para llevarle al hijo aunque fuera "pa' los cigarros".
Era casi la una de la tarde. Uno a uno cruzaron la puerta del reclusorio, luego de una ceremonia que debió parecerles eterna. O al menos así lo reflejaban: se revolvían en los asientos, se frotaban sus manos, no sonreían. Alguno lloraba en silencio, sobre todo los más jóvenes, los que llegaron apenas cumplida la mayoría de edad, y hoy con 23, 24 o 25 años.
Con ellos salieron también, por primera vez de manera paralela con los del fuero común, nueve reos del ámbito federal. Lo cierto, admiten las autoridades, es que ya no hay cárcel que aguante: en sólo tres años la población en los reclusorios del DF casi se duplicó, al pasar de 12 mil a 22 mil 929 internos.
Por eso el GDF ha hecho lo posible por acelerar trámites de preliberación, sobre todo en el caso de los jóvenes, que constituyen más de 60 por ciento de la población interna, y sólo en el Reclusorio Norte suman 7 mil.
A la fecha esta administración ha dejado en libertad a casi mil 300 internos. Y ayer tocó el turno a ellos, los que en un momento escucharon de voz del subsecretario de Gobierno del DF, Francisco Garduño: "No los quiero volver a ver aquí".