JUEVES Ť 9 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť El coreógrafo ingresó a El Seminario de Cultura
La danza debe decir qué es México: Guillermo Arriaga
Ť Insta a no quedarse sólo con el calzón blanco y el rebozo
Ť Llama a aprovechar la robotización para el avance creativo
ARTURO JIMENEZ
Hay dos caminos para la danza en México en este siglo XXI, "uno terrible y otro esperanzador": por un lado, un riesgo de robotización debido a la globalización y las nuevas tecnologías y, por el otro, que se aprovechen esos mismos avances para que "el hecho creativo" siga teniendo como referente principal al ser humano, señaló el coreógrafo y bailarín Guillermo Arriaga.
Autor de la reconocida coreografía Zapata y de un espectáculo dancístico en Teotihuacán durante los Juegos Olímpicos de 1968, personaje fundamental de la danza mexicana, Arriaga (1926) formalizó su ingreso a El Seminario de Cultura Mexicana la noche del martes luego de haber leído su discurso Mis andanzas en la danza.
Más que a Guillermo Arriaga, se trata de un reconocimiento a la danza del país, declaró a la prensa tras su discurso y en referencia a que es la primera vez que un coreógrafo y bailarín se incorpora a El Seminario. Y sobre la situación de la danza en México, comentó:
"Volver a hacer un movimiento como el nuestro no es posible, todo tiene un principio, un clímax y un final. Pero sí se puede hacer de una manera completamente distinta, aunque con las mismas raíces. Waldeen decía: hay que hacer danza mexicana con alcance universal. Es decir, no podemos quedarnos sólo con el calzón blanco y el rebozo. Tenemos una infinidad de posibilidades para decir qué es México."
Antes, en un discurso de más de 25 cuartillas, Arriaga hizo un repaso de su vida, que fue a la vez un recorrido por varios momentos importantes de la danza del país en el siglo XX, ya en el Ballet Popular de México, ya en el Conjunto Folklórico del Seguro Social, ya en la Dirección de Danza del INBA.
Otras coreografías de Arriaga son El sueño y la presencia, La balada mágica, Antesala, Cuauhtémoc, Huapango, Romance, Fronteras y Fauno, todas creadas en los años cincuenta y sesenta.
De la bodega al escenario
En su texto, habló de su infancia como bodeguero, de cuando descubrió su destino, a los 16 años, al presenciar al Ballet Theater en el Palacio de Bellas Artes, y se iba "de pinta" para observar los ensayos a escondidas.
De cuando Ignacio Retes lo llevó a la casa-estudio de la maestra, coreógrafa y bailarina Waldeen, quien marcara su vida artística. Y definió a la danza como una carrera "maravillosa, tortuosa, sadomasoquista y mágica".
También habló de su actuación en la coreografía La balada del venado y la luna, de Ana Mérida, con una triunfal aparición "šde nalgas!" al resbalar ante la mirada inquisidora de Salvador Novo.
O de su relación con el director Seki Sano, a quien incluso llamó "padre del nuevo teatro mexicano". De su casamiento con Graciela Moreno en 1950 y el viaje de ambos a Europa, en un barco donde conocieron al joven músico Luis Herrera de la Fuente.
Arriaga evocó diversas representaciones de su Zapata: ante Lázaro Cárdenas, ebrios y con tan sólo 45 minutos de sueño; ante Diego Rivera y Frida Kahlo, quien al final soltó una lágrima; ante el científico Guillermo Haro y el pueblo de Santa María Tonantzintla, al pie del observatorio.
"Sentí que la lucha de Zapata nos volvía al origen. Que Zapata era la memoria. La antigua necesidad olvidada, enterrada, špero viva!", comentó sobre la representación en la Casa Azul.
En su respuesta, Víctor Sandoval, secretario general de El Seminario de Cultura Mexicana, calificó a Guillermo Arriaga de "figura emblemática que ha sabido ser leal a su tiempo y su pueblo, y ha sido universal también, esto es, con una universalidad que no nos traiciona y una fidelidad que no nos aísla ni ahoga".